MODA

Balenciaga: sus últimas horas en Jávea

El gran diseñador vasco de alta costura murió en en la localidad costera alicantina hace 50 años. Estaba a punto de reiniciar su carrera

Una gran exposición este julio recordará su vinculación con la comarca de la Marina, donde planeaba comprarse un terreno para construirse una casa

El diseñador moda español, Cristóbal Balenciaga.

El diseñador moda español, Cristóbal Balenciaga. / ARCHIVO

Carlos Aimeur

Fue una íntima de Cristóbal Balenciaga, la marquesa de Llanzol, la famosa Sonsoles de Icaza, la que le habló por primera vez de Xàbia. La señora de Calparsoro, abuela del cineasta, también amiga de Balenciaga, tenía una propiedad en la zona. Así que la mención a ese hermoso pueblo pesquero de la costa alicantina no cayó en saco roto. El donostiarra, uno de los más grandes de la alta costura, se enamoró. Y aunque fue un amor tardío, era tan sólido que tenía pensado comprarse una propiedad. Pero un infarto, el 23 de marzo de 1972, le segó la vida cuando iba a renacer de sus cenizas, cuatro años después de cerrar su taller en París.

Así lo relata Pedro Usabiaga, fotógrafo y comisario de una exposición, El siglo de Balenciaga, que el próximo 1 de julio abrirá sus puertas en la localidad donde vivió sus últimas horas. Unas horas que empezaron plácidas en el Parador, donde solía dormir cuando visitaba el pueblo. En su agenda sólo tenía previsto desayunar frente al mar y después salir a pasear por la playa.

Hombre de costumbres, a Balenciaga le gustaba ese ritual, que repetía sus ritmos en la casa de Igueldo que tenía desde hacía años, en su San Sebastián natal al que había vuelto tras cerrar su maison en la Avenue George V de París. Los paseos, largos, le permitían sumirse en hondas introspecciones.

Tenía mucho que pensar. La irrupción del prêt-à-porter había dado la vuelta al mundo de la moda. Aunque seguía teniendo su clientela selecta, Balenciaga iba a dar un giro inesperado a su carrera. Junto a su fiel colaborador y pareja, el también diseñador Ramón Esparza, había concluido su primera línea de ropa prêt-à-porter.

Para ello habían contado con la ayuda del industrial vasco Jesús Azcárate Larrañaga. Éste había adquirido un año antes la empresa Textil Tarazona SA, tras la muerte en accidente de José Gutiérrez Tapia, uno de sus antiguos propietarios. Allí, en Tarazona, se hicieron sus únicos trabajos de prêt-à-porter, de los que ahora sólo quedan bocetos.

"Se ha planteado que eran proyectos poco importantes, pero no, él estaba muy activo. Fue muy consciente de que la época había cambiado y de que tenía que adaptarse a los nuevos tiempos. Analizando todas las cosas que hizo, no me parece una persona que se dedica solo a pasear", asegura Usabiaga.

Los inéditos de Balenciaga


El proyecto de prêt-à-porter de Balenciaga, según ha podido constatar Usabiaga, tenía pedidos de Galerías Preciados y El Corte Inglés. Gabardinas, chalecos, conjuntos de dos piezas… "Una línea sencilla, básica, con muy buen gusto, muy bien acabado, con una correcta elección de colores", dice.

Pero su muerte le impidió desarrollarlo y esas ropas quedaron como piezas de coleccionistas. "Una amiga mía tenía algunas de ellas y las usó durante los años 80, como un pantalón", cuenta Usabiaga. Llevaba un Balenciaga inédito.

Junto a esa línea, Balenciaga había continuado con sus trabajos de alta costura, contados, específicos, entre los que se encontraban una prenda para su querida amiga, la señora de Calparsoro, o, en el verano de 1971, el vestido de novia para Virginia Montenegro, futura esposa del pintor Vicente Ameztoy, un auténtico tour de force para el que se inspiró en Boticelli.

Aunque el más conocido de sus últimos trabajos fue el traje de novia de Carmen Martínez-Bordiú, que ésta vistió en su boda con Alfonso de Borbón, duque de Cádiz, apenas 15 días antes de la muerte del diseñador. Por su carácter simbólico, a este vestido de novia se le ha considerado siempre como su última gran obra.

Se cosió en la casa Felisa-José Luis, creada por el peletero José Luis Molina y Felisa Irigoyen, la modista que trabajó en la casa de Madrid de Balenciaga tras su reapertura al finalizar la Guerra Civil. Lo tenía todo para ser el cierre perfecto: diseñado por el maestro; realizado por los discípulos; exhibido en un gran evento de alto nivel. No lo era. Aún quedaba mucho Balenciaga, pero jamás se conocería. No llegó nunca a la calle.

Coherente con el cambio de rumbo profesional, el diseñador también planeaba vivir junto al Mediterráneo, en un clima que era más grato a su cansado cuerpo. Había estado los días previos mirando solares y espacios para comprarse una casa en Xàbia. Hay consenso al respecto de que tenía pensado instalarse allí, pero aquel infarto, fatal, cercenó la que habría sido su segunda vida profesional y personal.

"El infarto le dio a primera hora, mientras tomaba el desayuno", narra Usabiaga. "Su pareja y los encargados del parador, un matrimonio, consiguieron subirlo a su habitación. Él no quería. El médico de Xàbia le vio y llamó al médico de Dénia. Cuando éste llegó a la habitación le encontró semincorporado. Le dijeron que si se encontraba mal debería ir a València".

Eso hicieron. Le llevaron en ambulancia. Cuando salió de Xàbia, se sintió mejor, paró la ambulancia y realizó el resto del trayecto en el asiento trasero de su coche, acompañado por Ramón Esparza. Al llegar a València, a la clínica La Sagrada Familia, actual hospital Arnau de Vilanova, Balenciaga comentó que cuando regresara a Madrid iba a testar. Este comentario es el que le hace sostener a Usabiaga que "él no pensaba que iba a morir". Pero se equivocó. Allí, en la noche del 23 al 24 de marzo, falleció. Tenía 77 años de edad.

La noticia fue un shock mayor en el extranjero que en España. The New York Times le dedicó un espacio en portada, justo por debajo de la noticia de apertura (Gran Bretaña suspende el gobierno de Irlanda del Norte) y dos páginas (la 3 y la 34). En nuestro país no fue portada en todos los grandes medios nacionales. Se ha escrito más de él desde su muerte que en vida.

En Francia la consternación fue extraordinaria. En el país vecino estaban en plena efervescencia creativa y popularidad sus grandes discípulos (Ungaro) o seguidores (Givenchy). Por si fuera poco, moría sólo un año después que Coco Chanel. La moda perdía a los más grandes. Mientras, en España, el ABC de Sevilla, por ejemplo, redujo la noticia original del ABC Madrid de página entera a una columna en página par.

El 25 de marzo, a las siete y cuarto de la tarde, Balenciaga fue enterrado en el panteón familiar de Getaria. Una hora antes, en la iglesia de Santiago Apóstol, se ofició una misa corpore insepulto en euskera. La comitiva fue andando al cementerio. Junto a la tumba, decenas de coronas de flores llegadas de París, Madrid… El hombre había muerto. Discreto, austero, religioso, poco dado a las relaciones públicas, su figura quedaría eclipsada por su leyenda. Es la que ahora habla por él.

Profundizar en una relación poco conocida

Xàbia quiere "profundizar" en la relación que tuvo Balenciaga con la localidad. Así lo explica el alcalde José Chulvi, quien espera que la muestra El siglo de Balenciaga, y las jornadas que se organizarán en torno a ella, ayuden a poner de manifiesto la relación entre el modisto y la ciudad, "que nos sirva para indagar más en este vínculo".

La investigadora de moda española, Lydia García, es la coordinadora de este ciclo de conferencias en las que se reflexionará sobre el diseñador y a las que está previsto que acudan figuras de la talla de Lorenzo Caprile o la periodista y escritora Lola Gavarrón.

Usabiaga, por su parte, es el comisario de una exposición que se podrá contemplar desde el 1 de julio al 30 de septiembre, y que nació realmente en 2019, en Zaragoza. Posteriormente viajó a Bayona, Francia. Aunque tenía previsto exhibirse en Xàbia en 2020, la pandemia obligó a aplazarla dos años, lo que permitió hacer que coincidiera con el medio siglo del óbito, la magia de los números redondos. Se puede decir que su apertura este verano supondrá el regreso de la vieja normalidad.

La muestra cuenta con una documentación muy exacta de la época procedente del archivo López-Trabado. Compuesta de más de 300 objetos, ocupará tres salas diferentes con fotografías, pinturas de damas vestidas de Balenciaga, vestidos, sombreros, colecciones y la parte más personal de Balenciaga.

La exposición se ha enriquecido con respecto a 2019, asegura Usabiaga. "Hemos potenciado algunas prendas que vienen de clientas de València. Se va a exhibir material de trabajo, tijeras, metros, dedales, todos los utensilios a la hora de elaborar una pieza…"

Y, por supuesto, Xàbia. Balenciaga en Xàbia, dónde iba a comer, pasear, las iglesias a las que iba a rezar...