Opinión | ISLAS CANARIAS

La España por la que hago política

Antes de esbozar en estas líneas mi visión de España como país diverso cuya Constitución y Estado de bienestar deben garantizar la cohesión social, los derechos y las libertades propias de una de las democracias más avanzadas y sólidas del mundo, les felicito por este primer número de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA y les deseo la mejor acogida e infinitos éxitos desde ahora.

Este primer número, vinculado a tan feliz nacimiento, se publica el Día de la Hispanidad, y esta jornada siempre resulta un momento ideal para reflexionar sobre la historia, el presente y el futuro de nuestro país y lo que significa sentirse parte de la ciudadanía española o, simplemente, vivir, amar y disfrutar en esta nación con sus diferentes nacionalidades y regiones que la integran. Siempre cumpliendo con el principio de solidaridad, con las obligaciones y derechos que eso implica y, por supuesto, sin desequilibrios que impidan la igualdad de oportunidades.

Precisamente, por la diversidad de nuestro país, comunidades como la canaria disponen de un Estatuto de Autonomía con singularidades reflejadas en nuestro Régimen Económico y Fiscal (REF), con el fin de superar las dificultades que entrañan la lejanía y la insularidad, que en algunas de nuestras islas llega a ser incluso triple. 

No puedo entender ni veo futuro a una España que desprecie las diferencias"

Esas singularidades las reconoce también la UE al otorgarnos la condición de región ultraperiférica (RUP) en el Tratado de la Unión, con el trato diferenciado y preferente que eso significa para que ningún canario o canaria se sienta en desventaja con el resto de la ciudadanía de España y Europa.

En octubre de 2018, lo que se conoce como fuero canario, en línea con el navarro, el vasco, el catalán y otros tratamientos específicos para diversas comunidades, se vio claramente afianzado con la renovación de nuestro Estatuto y el REF. Unos cambios que reforzaron nuestras competencias y que nos permiten seguir siendo atractivos desde el punto de vista fiscal y económico para paliar otras desventajas, como la distancia y mayor carestía de casi todos los productos.

Pongo énfasis en ese trato singular que la UE y España hacen con Canarias al ser ejemplo de lo que entiendo por un país equilibrado, solidario, plural y que mira al futuro. Un país que, lejos de agrietarse o romperse por visiones divergentes de España o de sentirse ciudadano español, ha de aprovechar esas diferencias para enriquecerse y engrandecerse en lo diverso.

Es algo extrapolable al proyecto europeo que además debemos a grandes estadistas que siempre han apostado por la Unión, si bien no han sido pocas las zancadillas y regresiones sufridas en esa construcción europea, como ocurrió hace poco con la salida del Reino Unido de la UE.

Igual que no concibo una UE que no atienda a la diversidad, circunstancias e idiosincrasia de cada país miembro, no puedo entender ni veo futuro a una España que desprecie las diferencias o no atienda las situaciones distintas con respuestas adaptadas.

Y todo, por supuesto, dentro de una solidaridad europea e interregional que debe ser obligatoria y que haga, por ejemplo, que crisis migratorias como la que hemos sufrido en Canarias durante 2020 y buena parte de este 2021, con cifras que no se daban desde la de 2006, no sean asumidas en su mayor parte por una región fronteriza como es Canarias, tanto en la atención de personas adultas como de menores no acompañados.

Hacer España, hacer Europa, no es teorizar sobre metafísica esencialista de patrias y banderas. Eso es más bien patrioterismo sin la menor perspectiva ni pragmatismo. Hacer España, hacer país, luchar por una democracia más integradora, abierta y cohesionada implica precisamente demostrar en esos momentos que la solidaridad no es una simple palabra hueca.

Se necesita una política global, integral y valiente que impida que muchos canarios tengan la sensación de abandono"

Si para ello se ha de añadir el adjetivo “obligatorio”, que se haga. De hecho, llevo más de un año utilizando la expresión “solidaridad obligatoria” para exigir que el próximo Pacto Europeo sobre Migración y Asilo no deje la gestión del fenómeno migratorio únicamente en manos de los países y regiones fronterizas.

Se necesita una verdadera política global, integral y valiente que impida que muchos canarios y canarias, por ejemplo, tengan la sensación de abandono o desidia por parte de las instituciones superiores ante un drama humano que, encima, se cobra miles de vidas en el mar, muchas de niños, niñas y mujeres.

Ese reto migratorio se ve agravado por otro de los principales desafíos de esta era: el cambio climático. Además, se ha agudizado con una pandemia mundial absolutamente imprevista, la del Covid-19, que ha causado una crisis económica repentina y que, en regiones tan turísticas como la nuestra, ha causado verdaderos estragos.

Por fortuna, en Occidente, especialmente en España y, en concreto, en Canarias, el alto índice de vacunación y el excelente sistema sanitario que tenemos sirven de garantía para acercarnos a la superación de esa tragedia mundial, aunque también a escala planetaria estaríamos ciegos si esa inmunización no llega a todos los continentes y surgen nuevas variantes que deshagan el duro camino transitado.

Esta visión global de España, Europa y el mundo no la creo ni tópica ni onírica. Al contrario, la considero imprescindible, urgente, apremiante. Sólo desde ópticas integradoras puede lograrse que los servicios básicos, la mejora a fondo de la sanidad y la educación públicas, y la lucha contra el cambio climático, mediante una verdadera apuesta por la sostenibilidad, se encaminen hacia la senda de progreso que necesitamos.

El reto que también supone una población cada vez más envejecida, los nuevos nichos de empleos y la formación profesional, la digitalización y la investigación requieren, asimismo, de políticas globales en España y la UE que, a su vez, miren al mundo y no desgajen a ninguna comunidad.

La España que quiero, la que defiendo, es la que ha demostrado una solidaridad infinita y tangible, desde el Gobierno central al más humilde de los ciudadanos, tras la erupción en La Palma. Es la España de los avances en derechos civiles, colectivos e individuales, como la Ley del Matrimonio Homosexual de 2005 o las recientes leyes Trans y de Eutanasia. Es la España de los nuevos pilares del Estado de bienestar, como supuso en 2006 la aprobación de la Ley de Dependencia, la de un salario mínimo decente y la de garantías como los ERTE, cuando surgen crisis impredecibles como la del coronavirus.

La España por la que estoy en política es la que te hace sentir orgulloso dentro y fuera de este país por vivir, pagar impuestos y recibir bienes y derechos según las necesidades de cada región y de cada individuo, siempre desde el principio de igualdad consolidado por una democracia que nos ha hecho, sin duda, mejores durante el mayor periodo de paz y progreso de nuestra historia como país.