Opinión | BOTÓN DE NÁCAR
Charmian Clift tumbada al sol
'Los buscadores de loto' es una continuación de las peripecias familiares de Charmian Clift en Grecia

La escritora australiana Charmian Clift / EPE
Charmian Clift, su marido, George Johnston, también escritor, y sus dos hijos se fueron a Grecia a cumplir la fantasía de abandonar la ciudad y mudarse al lugar donde se veranea: en los años cincuenta, después de un mes sin sol en Londres –los dos eran australianos–, agobiados por los gastos, las facturas, tratando de compatibilizar la crianza de sus dos hijos con el trabajo se marcharon a la isla griega de Kalimnos para instalarse allí.
En Cantos de sirena (Gatopardo, 2022, traducción de Patricia Antón), Clift cuenta el primer año de la familia en la isla, donde, escribe, “el tiempo había dejado de ser tiránico. No había sensación de ritmo acelerado o de presión, ni teníamos la impresión de estar siempre subidos a una cinta de correr de la que uno dispone en la gran ciudad”.
Los buscadores de loto (Gatopardo, 2023, traducción de Patricia Antón) es una continuación de las peripecias familiares en Grecia, ahora en la isla de Hidra. La escritora está embarazada de su tercer hijo cuando comienza el libro y el matrimonio acaba de comprar una casa –como haría un año después de la publicación del libro, 1959, Leonard Cohen, que frecuentó al matrimonio, decía Cohen que la pareja le había enseñado a escribir–.
Como en la anterior entrega, el dinero es una preocupación constante: la compra de la casa los deja descapitalizados y los adelantos editoriales que consiguen se van en arreglar desagües y cañerías y en la tendencia de George a invitar a todo el mundo. Charmian Clift se suicidó en 1969, ya de vuelta en Australia, con una mezcla de alcohol y barbitúricos.
Lo que se apunta en Cantos de sirena aquí brilla en todo su esplendor, liberada ya Clift de poner en antecedentes de nada al lector. Me gusta (muchísimo) Los buscadores de loto por la mirada de Charmian Clift y por su versatilidad: hace convivir el relato desternillante del parto con la captura del paisaje o el retrato de la isla y el contraste entre los bohemios extranjeros y la población autóctona.
Me gusta (muchísimo) porque describe al notario como “un hombre menudo, cortés y asmático”; por una frase que es casi un lema vital: “Tengo la teoría, que no me atrevo a examinar demasiado de cerca, de que si lo descuido todo un poco conseguiré llegar a casi todo”, y por escenas como esta: “Pero qué bien sentaba estar viva y tumbada al sol; qué fantástico y libre era lanzarse desde la roca más alta sobre el borde de la cueva”.
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