PERFIL

Guadalupe Nettel, compañías salvajes

Quizás por su halo de fantasía y escritura delicada, cuando la escritora mexicana despliega sus terrores el estupor que provoca es aún mayor

La escritora mexicana Guadalupe Nettel.

La escritora mexicana Guadalupe Nettel. / EFE

Dídac Peyret

Desde muy pequeña Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) tomó consciencia de su cuerpo porque nació con un ojo averiado. “Nací con un lunar blanco, o lo que otros llaman una mancha de nacimiento, sobre la córnea de mi ojo derecho”. Durante un tiempo acudía con un parche a la escuela, del que se desprendía al volver a casa. Dos formas de ver el mundo, una más opresiva, que le causaba “una sensación de injusticia” y otra más nítida, “siempre liberadora y de una precisión apabullante”. Una dualidad que le confiere a su mirada una expresión imprecisa: su ojo izquierdo, abierto al mundo, mira hacia fuera; su ojo derecho, atravesado por una mancha, hacia dentro. Una anomalía que hizo que pronto desarrollara una posición en el mundo.

A los dos años de edad su madre le puso el apodo de cucaracha por su forma de caminar. “¡Cucaracha! -gritaba cada dos o tres horas- ¡endereza la espalda!”, recuerda en El cuerpo en que nací (Anagrama). En esa forma de caminar parecía esconderse de las miradas que la hacían sentir como un bicho raro. Ya entonces encontró en la literatura un refugio: controlar el relato era una forma de ejercer el poder. Nettel escribía de los niños que le hacían la vida imposible y también empezaba a encontrar su sitio: seres que se sienten inadecuados, como los personajes de Después del invierno (premio Herralde).

GRANDES TEMAS

De esa época nacen los grandes temas de su obra: lo anormal (de cerca nadie parece normal), la belleza de lo extraño, las heridas familiares (heredadas como segunda carga genética) y el conflicto entre instinto y razón. Sobre este asunto ahondó en su colección de cuentos El matrimonio de los peces rojos, premio Narrativa Breve Ribera del Duero. Nettel utiliza el mundo de los animales, aquellos que conviven con los hombres, aunque también en los márgenes como la propia autora, para retratar historias incómodas de la condición humana. Instintos que se embrollan por “las jugarretas de la razón” y ponen en entredicho la superioridad de los humanos. La autora ya nos lo avanza con la cita de Plinio El Viejo, antesala de estos relatos. “Todos los animales saben lo que necesitan, excepto el hombre”.

En la historia que da nombre al libro, explica la deriva violenta de un matrimonio a través de una pareja de peces.  “Los peces betta pueden ver estrecha la pecera más amplia. Siempre les falta espacio y se sienten amenazados incluso por su pareja”. En otro de los relatos, los hongos genitales son la metáfora de la neurosis de una pasión clandestina. “Me permitían sentir a Philippe en mi propio cuerpo e imaginar con exactitud lo que pasaba en el suyo”. Y en Guerra en los basureros las cucarachas sirven como analogía de la lucha de clases. Un juego de espejos que te perturba como solo hace la buena literatura: quizás por su halo de fantasía y escritura delicada, cuando Nettel despliega sus terrores el estupor que provoca es aún mayor.

'El matrimonio de los peces rojos'

Guadalupe Nettel 

Páginas de Espuma

129 páginas. 15 euros