CRÍTICA

'Personas decentes', de Leonardo Padura: lecciones de decencia

El autor cubano recupera a su detective Mario Conde para llevarnos de la fugacidad de la Cuba de Obama y los Rolling Stones a la realidad cotidiana de la degradación donde la decencia es una práctica imposible si se quiere sobrevivir

El escritor cubano Leonardo Padura

El escritor cubano Leonardo Padura / Ricard Cugat

Javier García Recio

¿Hay gente decente en Cuba? La hay, pero serlo es difícil y casi imposible de practicar en esta isla tropical azotada por el sol, en la que el cinismo ha derivado en modo de vida y donde no decir lo que se piensa es una práctica acendrada; es más, la supervivencia en Cuba obliga a olvidarse de la ética de la decencia.

Esta reflexión se abre pase leyendo Personas decentes (Tusquets), con la que Leonardo Padura vuelve a la novela policíaca y social de la mano de su recurrente Mario Conde y con la que demuestra y refuerza su condición de gran novelista firmando un relato maestro.

Lo que ocurre también es que frente a esa gente decente que intenta sobrevivir, en Cuba, como en tantos sitios, hay una larga tradición de políticos dictadores, corruptos y tiranos, "de grandísimos hijos de puta", como lo despacharía en su lenguaje directo Mario Conde; políticos que además han perdido la vergüenza y tratan de engañar sin pudor a los suyos, creyéndolos idiotas.

Padura, que gusta de las tramas históricas y bucear en el tiempo, plantea un relato con dos historias -ambas totalmente cubanas, por supuesto-. Una actual, fechada en 2016 y la otra en 1910, cuando el cometa Halley amenazaba con destruir la Tierra; esta última está relatada por Arturo Saborit, un inspector de policía que comenzó siendo una persona decente y terminó enredado en la trama de corrupción de Alberto Yarini, el capo de la prostitución de la "zona de tolerancia" de La Habana y cuya historia pretende novelar Mario Conde.

Las Kardashian en Cuba

La trama del presente es diferente, pero similar a la de 1910. En 2016, Cuba era una fiesta, si la viviese Hemingway, una invitación al sueño de los cubanos. En un corto espacio de tiempo coinciden la visita del presidente de EE.UU. Barack Obama, un concierto de los Rolling Stones -uno de aquellos grupos hasta entonces prohibidos en la isla- y un desfile de modas de Chanel, marca que encarna el glamur más imperialista. También aparecen otros personajes , imposibles hasta entonces en Cuba, como Rihanna o las hermanas Kardashian.

Padura demuestra y refuerza su condición de gran novelista firmando un relato maestro

Todo pura ensoñación cubana, iba a venir Obama y con él muchos tipos con dólares y a lo mejor "quitan el bloqueo y salimos del subdesarrollo". La Habana está loca. La Habana sueña. Pero, entonces, empieza el baile. Reynaldo Quevedo, "un hijo de p... con certificado de calidad", el gran inquisidor de la cultura cubana en los años sesenta y setenta, que oficiaba en nombre de la pureza ideológica, había sido asesinado y mutilado. 

La Policía, desbordada por el escenario de las ilustres visitas, pide ayuda a Mario Conde. El ex detective, ya sexagenario, pero que aún mantiene su escepticismo crónico y su círculo fraternal de los amigos de siempre, acepta y pone en marcha una investigación que se complica por momentos con la aparición de otros cadáveres y la presión por resolver el caso con la premura que exigen los acontecimientos de la isla.

La novela policial, bien urdida, perfecta en su capacidad de entretener, va trenzando a la vez esa otra trama de enorme ferocidad política y social donde Padura, esta vez asumiendo más riesgos que en otros relatos, pone negro sobre blanco la situación de degradación social de los cubanos, carentes de casi todo, atrapados en una desesperanza sin fin, abocados a la indecencia para sobrevivir.

No es un riesgo suicida el de Padura que, como los trapecistas, utiliza la red para saltar con cierta seguridad. En este caso esa red es aquella otra Cuba liberal de 1910 donde ya la corruptela política y social imperaba en las capas más altas de la sociedad y la miseria en las más bajas. Leonardo Padura ha cuajado una voz poderosa para propagar negro sobre blanco las frustraciones de una generación que puso en la revolución cubana de Castro sus esperanzas de un futuro mejor que quedó roto hace tiempo como las olas que estallan contra el malecón de La Habana.

Novela policiaca sin policías

La literatura tiene hoy en Padura a nuestro hombre en La Habana y, como Graham Greene, se ha valido de la novela policial y de su detective Mario Conde para retratar la realidad cubana. Padura insiste en no abandonar a ese detective que se mueve con él en el tiempo y le permite reflexionar sobre la realidad cubana. Un detective que su creador quiere cada vez menos policial y más social, lo que lo lleva al tremendo reto de escribir una novela policial casi sin policías. Pero el lector se va a encontrar con un Conde más maduro, más sensible, con temor a sufrir heridas que parecen inevitables en esta Cuba sin suerte.

Volver a leer a Leonardo Padura, esta vez con Personas decentes, es volver a redescubrir a un narrador brillante, con hondura histórica y con un tratamiento de los personajes que permite deducir sin dudas que estamos ante un escritor bien cuajado y con unos sedimentos literarios anclados en una tradición caribeña y universal.

'Personas decentes'

Leonardo Padura 

Tusquets

448 páginas. 22,90 euros