MIGUEL ESPINOSA

Una vida y una escritura a contracorriente

Es uno de los grandes autores desconocidos de nuestras letras, una ‘rara avis’ que vivió triángulos amorosos y criticó a los poderosos cuando España no lo consentía. En el 40º aniversario de su muerte, recuperamos su figura de la mano de la experta que está vindicando su legado 

El escritor Miguel Espinosa, en los años 70.

El escritor Miguel Espinosa, en los años 70. / ARCHIVO

Eduardo Bravo

El pasado 1 de abril se cumplieron cuarenta años del fallecimiento de Miguel Espinosa. Con este motivo, el municipio de Caravaca de la Cruz (Murcia) decidió colocar una placa conmemorativa en la fachada de la que fuera la casa natal del escritor. Sin embargo, el acto de inauguración no se celebró el día en que se cumplía la efeméride, sino más de un mes después. Los días 1 y 2 de abril se celebraba el XX Congreso Nacional del Partido Popular y el alcalde de Caravaca, miembro de esa agrupación política, consideró más importante desplazarse a Sevilla. Cuestión de prioridades.

La anécdota resultaría irrelevante si no fuera un ejemplo perfecto de la desidia que las autoridades culturales de ámbito local, regional y estatal han mostrado desde hace años hacia la obra y la figura de Miguel Espinosa, uno de los autores más relevantes en lengua castellana de la segunda mitad del siglo XX.

"A pesar de ser la cuna de Miguel Espinosa, he tenido que luchar mucho para que su nombre sea valorado. El texto de la placa lo redacté yo, el fragmento de Asklepios [una obra del escritor] que aparece en ella lo elegí yo, y la colocación la coordiné yo con el encargado de Cultura del Ayuntamiento de Caravaca que, dentro de unos meses, inaugurará por fin la ruta Miguel Espinosa, que también he diseñado yo. Pero eso ha sido en Caravaca. Si hablamos de Murcia, aquello es un páramo. Allí, el alcalde es del Partido Socialista, y Cultura lo llevan entre Ciudadanos y Vox. Para evitar beneficiar de manera indirecta a los rivales políticos, nadie ha querido implicarse en un homenaje", explica Carmen Carrión, experta en la obra de Miguel Espinosa, creadora de la web miguelespinosagirones.es y responsable de la editorial El Eremita, especializada en la publicación de ediciones críticas de la obra del escritor murciano.

"El Eremita es una editorial digital dedicada a los libros de Miguel Espinosa, disponibles para descarga gratuita. Que es como, en mi opinión, debería ser la cultura", afirma Carrión. "Tengo un acuerdo contractual con Juan Espinosa, el hijo de Miguel, para hacer todo esto, y él es el primero que está satisfecho con el resultado. Después de años peleando con las editoriales para que publiquen la obra de su padre, por fin puede verla disponible en ediciones de calidad que en papel serían imposibles de hacer porque, en Escuela de mandarines, por ejemplo, se incluyen las tres versiones que existen del libro".

El interés de Carmen Carrión por Miguel Espinosa surgió en plena adolescencia. Con apenas diecisiete años, cayó en sus manos La fea burguesía y, a partir de entonces, decidió dedicar su vida a investigar y divulgar su obra. "Procedo de una familia de tradición militar y yo iba por ese mismo camino pero, cuando leí ese libro, me cambió todo. Comprobar cómo una persona ajena a mí captaba la esencia de determinados tipos de individuos con los que yo había tratado, la soberbia de algunos catedráticos, la impostura de algunos personajes que, por pertenecer a una clase privilegiada, se creían con derechos sobre los humildes… Luego estudié Filología Hispánica, hice mi tesis sobre Miguel Espinosa y oposité a profesora de bachillerato. Aunque saqué nota suficiente para elegir cualquier destino, pedí el lugar en el que nació Miguel porque quería conocer sus orígenes".

Obra atravesada por la vida


Miguel Espinosa nació en Caravaca de la Cruz en 1926. Licenciado en Derecho, desempeñó diversos trabajos para poder mantener a su familia, al tiempo que desarrollaba una obra literaria marcada por diferentes acontecimientos relacionados con su vida personal.

"Miguel se casó muy joven. Pocos años después, a mediados de los años cincuenta, conoció a Mercedes Rodríguez. Ella era una chica segoviana que había venido a Murcia a estudiar química. Se conocieron en una cafetería de la universidad, comenzaron a hablar y solo la muerte de Miguel puso fin a esa conversación", comenta Carmen Carrión sobre una intensa relación amorosa que no fue precisamente sencilla para sus protagonistas. "Miguel estaba casado, tenía dos hijos y, aunque en esa época no había divorcio, podría haberse separado. Sin embargo, fue postergando la decisión hasta que Mercedes, desesperada, decidió casarse con el mejor amigo de Miguel. Cuando eso sucedió, Miguel y Mercedes hicieron un pacto: él la animó a que se casara con Paco, Francisco Guerrero, y ya se encargaría él de hablar con el amigo para que pudieran seguir viéndose".

Si bien en un primer momento la pareja cumplió sus deseos, luego todo cambió. Guerrero se convirtió en un cargo relevante de la administración franquista y fue destinado a Bruselas. En consecuencia, Miguel y Mercedes tuvieron que separarse. El golpe emocional fue tan grande, que Espinosa lo canalizó escribiendo La fea burguesía.

"Suele afirmarse que Miguel Espinosa retrata la España del franquismo. La Feliz Gobernación de Escuela de Mandarines, por ejemplo, se relaciona habitualmente con la España franquista, pero eso solo es el punto de partida. Hacer una correspondencia entre los libros de Miguel y una época concreta es caer en el error. Lo que él consigue es servirse de su experiencia personal y de acontecimientos de su vida para llegar a una conclusión universal que le permite exponer las luces y las sombras del ser humano. Porque Espinosa es el primero que es consciente de que no somos seres puros, ni moral ni éticamente", explica Carmen Carrión, a la que, en más de una ocasión, le han salpicado los juicios despectivos que sobre la vida de Miguel Espinosa manejan críticos, investigadores y lectores en general.

En Murcia nunca se le ha perdonado que escribiera 'Tríbada'. En ella, salvo Daniel y Lucía, los demás personajes aparecieron con sus nombres reales y la gente se lo tomó muy mal"

"No te imaginas lo que he tenido que luchar. En Murcia nunca se le ha perdonado que escribiera Tríbada. En ella, salvo Daniel y Lucía, los demás personajes aparecieron con sus nombres reales y la gente se lo tomó muy mal. De hecho, cuando se publicó, se llegaron a pegar carteles por la calle contra él y, posteriormente, a mí me han llegado a llamar defensora de homófobos, de machistas y de maltratadores de mujeres", comenta Carrión, que adelanta cómo, una vez más, la vida personal de Espinosa y su obra literaria estuvieron estrechamente vinculadas.

"Después de Mercedes, a finales de los sesenta y principios de los setenta, Miguel conoció a Marta, una mujer muy inquieta, que se había educado fuera y que tenía muchas ganas de experimentar. Estuvieron juntos diez años, hasta que ella conoció a otra mujer, una escultora de Murcia muy famosa —relata Carrión—. Al inicio de su relación, Miguel y Marta habían pactado que se lo contarían todo, y prueba de ello era que Marta tenía otros amantes con conocimiento de Miguel. Sin embargo, de esa nueva relación no le contaba tantas cosas. Un día, Miguel subió al piso, se encontró con la otra mujer en el dormitorio y le pegó una bofetada a Marta. Aunque ella le denunció, posteriormente retiró la denuncia y no le guardó rencor. De hecho, cuando le hablaban de la homofobia de Miguel, ella decía que no habían entendido nada".

Últimos años tormentosos


Esa situación personal dio lugar a Tríbada, libro dividido en dos partes, la segunda de las cuales Espinosa no pudo ver publicada. Antes de que saliera a la venta, falleció de un ataque al corazón. "Sus últimos años fueron muy tormentosos, tanto por lo personal como por lo económico. Le dolía no ser reconocido como escritor, pero también le dolía no ser reconocido como abogado, ser menospreciado por no tener casa propia, por no haberse comprado un Mercedes cuando pudo hacerlo o por no haber sido profesor en la Universidad, no tanto por el prestigio, como por tener una estabilidad económica que le permitiera dedicarse a escribir —comenta Carrión–. En esa última época, pedía dinero a los amigos, pedía comida en las cafeterías, pasaba frío… En una de las cartas a Mercedes, llegaba a decir ‘soy nada. No he podido caer más bajo’, pero se refería al aspecto económico. En lo literario tenía mucha fe en su obra. Sabía que se convertiría en un autor clásico".

Un clásico con lectores fieles y entusiastas

Cuarenta años después de su fallecimiento, Miguel Espinosa es ya un clásico de la literatura española. Aunque minoritario, sus libros continúan fascinando a nuevos lectores, que se empeñan en dar a conocer su obra entre su círculo cercano como si de una labor de apostolado se tratase. "Nos llaman ‘los apóstoles de Miguel Espinosa’ y no me ofende en absoluto, porque es cierto que damos a conocer la obra de Miguel desde el amor por la palabra, que es el amor por la libertad", reconoce Carmen Carrión.

Uno de los beneficiados por esa labor de proselitismo fue Ferran Riesgo, Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante y actualmente trabajando en su tesis doctoral sobre Daniel Moyano, Felisberto Hernández y el tango en las letras argentinas, al que su novia, natural de Caravaca de la Cruz, le regaló Escuela de mandarines: "Me llamó la atención la forma de su prosa. En mi opinión, hay en su narrativa una especie de amargura festiva. Es muy cáustica, pero, al mismo tiempo, su ironía y la imaginación fantástica la hacen increíblemente divertida. Creo que es esa mezcla lo que más me gusta".

Otro de los llamados a la causa de Espinosa fue Santiago Gerchunoff, doctor en filosofía y editor de los sellos Clave Intelectual y Siglo XXI Argentina, que conoció la obra del autor murciano en 2001, mientras trabajaba de librero en el madrileño barrio de Vallecas. "Un gran cliente y amigo me quería educar en literatura española rara, que yo no hubiera podido conocer en Latinoamérica. Me habló maravillas de Espinosa e hizo que pidiera para la librería toda su obra disponible. Una vez que me hice espinosista, recomendé y vendí sus libros de manera quizá desmesurada", recuerda Gerchunoff, que no oculta que, en un primer momento, la obra del murciano no fue de su agrado.

"Empecé porTríbada y lo dejé por el nivel de trabajo con el lenguaje, en un sentido casi barroco, y el desdén por el ritmo narrativo en una obra en la que la trama, aún con un trasfondo metafísico, importa mucho. Después, sin embargo, caí rendido ante Escuela de Mandarines por el enorme conocimiento sobre historia y teoría política trastocado en una fantasía que, si bien se refiere, a mi modo de ver, a la cuestión de la génesis del Estado moderno, lo hace poetizando y creando un mundo y una lírica propias, que habrán requerido una laboriosidad, una dedicación y un talento, que no soy capaz de terminar de ver como reales, como posibles", comenta Gerchunoff, que compara al autor murciano nada menos que con Ursula K. Leguin: "En algunas cosas, solo ella se le parece".

A esos testimonios se suma el de Luis López Carrasco, realizador del documental premiado con un GoyaEl año del descubrimiento, que, en diferentes ocasiones, ha mostrado públicamente su fascinación por Espinosa. Lo conoció a través de Teresa Vilarós, profesora de Hispanic Studies en la A&M University de Texas, que no ha podido olvidar la primera vez que se topó con un libro del escritor murciano.

"En 1988, paseando por librerías me encontré con Tríbada. Theologiae tractatus. Pensé que era un escritor nuevo con un apellido precioso (me gusta mucho Spinoza), pero al ojear el libro, me di cuenta de que era un texto póstumo. Leí la novela y me quedé anonadada. Es uno de los libros que más me ha impresionado de los muchos que he leído en mi vida por la increíble exuberancia de su lenguaje.Tríbada es una explosión de palabras, pensamientos, conocimientos y lecturas. Una escritura extraña, de reminiscencias bíblico-poéticas, absolutamente fascinante", comenta Vilarós, para quien Espinosa es un escritor "centrado en lo más cercano, lo más local, cuyos textos pueden ser leídos como romans à clef, pero el tiempo pasa y esa extrema localidad de los textos de Espinosa los lleva, por la maravilla de su lenguaje, a la universalidad. La escritura de Espinosa va mucho más allá de un tiempo histórico concreto".

A pesar de esa fascinación por la obra de Espinosa, lo cierto es que tanto Riesgo, como Gerchunoff y Vilarós entienden que su obra no sea tan popular como la de, por ejemplo, otros murcianos que escriben sobre reinas del Sur, tablas de Flandes, grafiteros o perros parlanchines.

"Espinosa es muy difícil de leer —afirma Gerchunoff—. Requiere fe y dedicación porque nada en sus libros es fácil. Por eso no creo en una teoría victimista del del tipo 'fue mal editado', 'era murcian' o 'le tocó una época imposible…'".

Para Vilarós, "la escritura y los temas de Miguel Espinosa son completamente actuales al expresar en su escritura una experiencia en registro marrano, en el sentido de evocar una retracción, un paso atrás ante la exterioridad del mundo que, por definición, se oculta, escapa y desplaza todas las previsiones, no se la reconoce como se debiera".

Por último, Riesgo apunta otro detalle que también podría haber dificultado la llegada de Espinosa a un público más amplio: "En general, parecen libros difíciles de vender, quizá por demasiado originales. Por otra parte, creo que su carácter y su carisma, al menos por lo que vi en entrevistas, tampoco ayudaba. Tal vez le faltaba 'capital social'", apunta, lo que no deja de estar bien encaminado.

Aunque en un primer momento Manuel Fraga resultó clave para la publicación de Reflexiones sobre Norteamérica, Enrique Tierno Galván le prologó Escuela de Mandarines, Alfonso Guerra mandó imprimir el prólogo de Asklepios para regalarlo entre sus conocidos durante unas Navidades y Fernando Arrabal elogió la obra del murciano en un texto que se publicó posteriormente como prólogo a la edición de Tríbada en Siruela, en la actualidad son pocos los intelectuales con poder real en el negocio editorial o relevancia en ámbito académico que defiendan la obra de Espinosa. "Alfaguara, por ejemplo, no quiso renovar los contratos en su momento porque decía que no vendía. Sin embargo, de Asklepios tenemos más de veinte mil descargas a través de la web", explica Carmen Carrión. Definitivamente, en un sector que publica semanalmente más títulos de los que se pueden colocar en las mesas de novedades, los libros de fondo de catálogo son un problema difícil de gestionar, incluso cuando se trata de un clásico.