LIBROS

Días de feria, un todo indivisible

El Retiro se convierte durante 17 días en un universo donde el ímpetu creativo de los autores embriaga

Gente paseando por el Parque del Retiro en Madrid durante la 81ª Feria del Libro.

Gente paseando por el Parque del Retiro en Madrid durante la 81ª Feria del Libro. / ALBA VIGARAY

Aloma Rodríguez

Los días de la feria están mezclados, confundidos, forman un todo indivisible e inacabado, al que se sumarán más días de feria de otras ferias y otros libros. La Feria del Libro de Madrid es LA FERIA, claro. Allí trabajé una semana después de mudarme a Madrid, caminaba desde la calle Príncipe hasta el Retiro, bajaba por la calle Prado hasta Neptuno, luego rodeaba el Museo del Prado y entraba al Retiro por un lateral. Esa parte del parque me hacía pensar en Versalles. Veía a los patinadores dar vueltas alrededor de la fuente con cierta envidia. Al final, estaba el paseo de coches, donde se montan las casetas.

En esa Feria del Libro hice mi primera amiga en Madrid, que será madre a finales del mes que empieza ahora. Nos hicimos amigas porque además de trabajar en la misma caseta, vivíamos cerca, así que quedábamos para ir y volver al parque juntas. En esos paseos supongo que surgió la complicidad. También la intermitencia de nuestra amistad.

Gente paseando por el Parque del Retiro en Madrid durante la 81ª Feria del Libro. 

Gente paseando por el Parque del Retiro en Madrid durante la 81ª Feria del Libro.  / ALBA VIGARAY

Siempre llueve en la Feria, es una cosa que se dice y que comprobamos ese año: volvimos a casa envueltas en los plásticos que habían sobrado de proteger los libros. Entonces, ese primer año, todavía existía el efectivo. Uno de los editores, altísimo, llevaba unas zapatillas nuevas y modernas que le hicieron rozaduras y no podía ni ir a por cambios al autobús que estaba bastante lejos de nuestra caseta. Desde entonces, no he leído ningún libro de esa editorial.

Lo mejor de la Feria, ahora lo sé, es el césped, las siestas a la sombra, después de una cerveza al sol y al lado del libro que acabas de comprar. Es imposible ir a la Feria y no volver con más de un libro: uno te lleva a otro, y a veces algún amigo te regala el suyo o un editor aprovecha y te entrega un ejemplar de una novedad próxima porque así ya lo tienes o mira ese es genial, seguro que le encanta a tus hijos, llévatelo, es un regalo. Y aunque te duermas leyendo, tapando el sol con el libro, algo de ese libro se queda para siempre en ti.

Gente paseando por el Parque del Retiro en Madrid durante la 81ª Feria del Libro.

Gente paseando por el Parque del Retiro en Madrid durante la 81ª Feria del Libro. / ALBA VIGARAY

Cuando estaba atendiendo la caseta de Xordica (con diferentes compañeros de editorial), era portera-delantera y a veces firmaba mi libro y lo cobraba, o al revés. Luego dejé de atender las casetas, pero me acuerdo de un señor que me timó con un billete de cincuenta euros y un truco parecido al que Moses le enseña a Addie. Tuvo que hacerme sospechar la decisión con que el señor agarró Y si mañana el miedo, del angoleño Ondjaki, y me lo dio para que se lo cobrara. Hubo otra persona que me timó –creo que fue por error– diez euros: éramos compañeros de caseta. Ahora es un columnista de éxito.

Me acuerdo de la primera vez que acudí a la feria con un bebé: de cómo se puso a llorar y su padre y yo nos asustamos porque pensamos que habíamos sido imprudentes y se enfriaría. Luego lo complicado es ir con niños y que no se pierdan. O encontrarlos después. En la Feria vi por primera vez a una amiga que hice a base de conversaciones por chat desde el teléfono. A la Feria volveré siempre que pueda, porque la pandemia de covid hizo que hubiera dos mayos sin Feria, y que ahora haya dos Ferias en siete meses. Nunca son suficientes. Aunque en la Feria hay fiestas, la resaca de verdad llega el día después: cuando empaquetan los libros de vuelta y empiezan a desmontar las casetas y el parque tiene ese aire de final de fiesta, y de cuenta atrás para la próxima.

A la Feria se vuelve siempre, aunque sea evitando el paseo central, aunque creas que no vas a firmar, aunque no te apetezca encontrarte con nadie, ¿cómo no vas a querer estar entre árboles y libros?

Theodor Kallifatides firmando libros en una de las casetas situadas en el Parque del Retiro en Madrid durante la 81ª Feria del Libro.

Theodor Kallifatides firmando libros en una de las casetas situadas en el Parque del Retiro en Madrid durante la 81ª Feria del Libro. / ALBA VIGARAY

La feria en fotografías

El Retiro toma vida propia y literaria durante los días de la Feria del Libro. Desde el escritor famoso firmando ante su libro y un lector, hasta la lectura sosegada de una mujer estirada en el césped. Un cosmos que dura 17 días, con tres fines de semana y que llena los paseos del parque también un lunes. La imagen que preside esta doble página así lo afirma. Todo puede pasar cuando hay un libro cerca.