LA VIDA CONTIGO

Tejer, "el yoga del siglo XXI" que mueve masas y cuida la salud mental

Mujeres explican cómo la afición ha dejado el plano doméstico para ocupar espacios públicos que unen y enriquecen

Madrid celebra su primera feria de la lana, Love Yarn Madrid

Una mujer en uno de los stands de la Love Yarn Madrid 2023.

Una mujer en uno de los stands de la Love Yarn Madrid 2023. / Alba Vigaray

Entrelazar lana no solo sirve para tejer prendas; también redes de amistades. Porque esta afición, cada vez más frecuente en España, ha unido a gente de todo el país, sobre todo a raíz de la pandemia. Muchas de estas personas aseguran que para ellas hacer punto o crochet es algo así como la meditación: les ayuda a escapar del ruido de fuera. Este fin de semana lo han demostrado en Love Yarn Madrid, la primera edición de la feria de la lana que se celebra en Madrid y a la que han acudido miles de personas procedentes de todas partes.

Entre ellas están Cati, Paloma, Lidia, Elena, Amparo e Inés. Conversan todas en una mesa mientras hacen un parón de la primera jornada. Vienen de Madrid y de Sevilla y a todas les ha unido este hobby, al que dedican el mayor número de horas posibles. Las hay que, como Elena, tejen unas cuatro horas al día, a veces para testar patrones. "Es una manera de apagar el ruido del día a día. Nos relaja", asegura.

Una persona teje. 

Una persona teje.  / Alba Vigaray

"Esta mañana, en una charla de la Asociación de Madejas contra la violencia sexista, una mujer dijo algo muy importante, y es que nuestra sociedad siempre ha sido un patriarcado. Nos tenían tejiendo en casa. Pero hoy en día lo podemos hacer en cualquier parte. Se ha exteriorizado una forma de expresión igual que lo es grafiti", asegura Paloma. Todas señalan que han pasado de sentir vergüenza a orgullo cuando le dan a las agujas fuera de casa. Tanto es así que algunas quedadas, como en Sevilla o en San Sebastián de los Reyes, se hacen en Ikea.

"Yo empecé a ganchillear, y luego a tejer, en un momento en el que mi padre estaba enfermo. Me ayudó muchísimo. Fue una salvación. Además, ¿sabes lo que une entre nosotras tener el mismo hobby, preguntarnos por las lanas, por lo que tejemos? Da subidón poder tener esto entre nosotras. Es una comunidad tan bonita y abierta", recalca Cati. También Amparo comenzó con esta afición cuando a su padre le detectaron un cáncer. Ella sufría depresión, especialmente por los dolores debido a su fibromialgia. Habla de tejer como una salvación, sobre todo gracias a las amistades que ha hecho en el camino. 

"En muchas residencias están haciendo que la gente haga ganchillo, porque hay que contar, llevar un seguimiento... Es muy bueno para la mente. Es como una matemática al fin al cabo. Cuando haces una secuencia la repites, la multiplicas, y divides. Todo eso está muy bien para la cabeza. Nosotras vamos a estar perfectas toda la vida", bromea Paloma. 

Precisamente, una de las participantes de la feria, que se celebra del 10 al 12 de febrero, es la Asociación Iaia, quienes tejen con un sentido solidario y defienden la lanaterapia, que viene siendo la terapia de labores con una función terapéutica. "Tenemos grupos de tejedoras en toda España, sobre todo en centros de mayores, en residencias y zonas rurales, donde los inviernos se hacen muy largos. Así evitamos el aislamiento", explica Virginia Anta, responsable de proyectos de la entidad. Esta actividad evita que se sientan solos, al tiempo que ayuda a nivel cognitivo: "Les relaja, previene el envejecimiento de las personas mayores, les ayuda a la agilidad de las manos y a la concentración. Te sorprendería ver cómo algunas señoras mezclan los colores".

Todo cuanto tejen lleva su etiqueta y se destinan a gente que lo necesita. A Turquía y a Siria se ha ido la última ropa de abrigo que habían tejido. Seguirán mandando. También trabajan con refugiados y personas en situación de vulnerabilidad. 

Ejemplo de éxito

Pero también ejemplos de negocio, como We Are Knitters, una empresa que en el año 2020, en plena pandemia de Covid, llegó a facturar 16 millones de euros. Alberto Bravo, su cofundador, pronostica que este año se quedarán en unos 11 o 12. Su historia comenzó en un viaje a Nueva York hace más de una década. Allí, su ahora socia Pepita Marín y él vieron que tejer estaba muy de moda. La gente lo hacía hasta en el metro. Encontraron tiendas de lanas que les llamaron la atención y pensaron que, si otra gente había sido capaz de hacer negocios así, por qué no ellos. Así que abandonaron su empleo como auditores y montaron esta empresa.

Muestra de lanas en la feria.

Muestra de lanas en la feria. / Alba Vigaray

Al principio estaban ellos solos pero, en el momento en que dejaron meterse a un fondo de inversión, Bravo asegura que el crecimiento fue exponencial. A finales de agosto abrieron su primera tienda física en Madrid (C/ Fuencarral, 47). "Es chiquitita pero matona", bromea. Allí celebran Knitting Parties, en las que distintas personas quedan para tejer y hacer crochet. "Como antes el tupper sex reunía a las amigas y a los amigos, ahora tienen esto", añade.

Acaban de tener una reunión y la previsión es que las próximas sean en Londres y en París. Aunque aún no sepan con seguridad cuándo, es posible que la apertura sea este año. De forma online, están presentes de forma seria en 15 países y no ven el fin. Recalca que "tejer es el yoga del siglo XXI", pero además con el plus de que puedes regalar lo que tú mismo has hecho".

En otro de los stands está Arsenio Diego con El Camino, donde producen "una fibra honesta, ética y de calidad". "Mi gran apuesta es la trazabilidad individual. Económicamente hablando no es algo maravilloso, porque cuesta un poco más producirlo, pero tú como consumidor sabes el segundo cero de dónde sale esa fibra, y además eres consciente de dónde se ha producido y por qué se hacen así las cosas". Si vas a su casa, conocerás a Octavia, su alpaca favorita. "Es dulce, algo asustadiza, pero cuando la conoces es buena tía", asegura. Tiene un total de 15; otras 13 son cabras de angora. Están todas en Villacarriedo, Cantabria, en los valles pasiegos.

Una red social propia

No hay duda de que los negocios de lanas -o, por lo menos, su rentabilidad- se han disparado a raíz de la pandemia. Un ejemplo del auge de esta afición la tuvimos con el oro olímpico Tom Daley y su famosa fotografía haciendo punto en las gradas de Tokio 2020. "Empecé a tejer a principios del confinamiento, y desde entonces me he obsesionado", escribía el saltador británico en una cuenta de Instagram en la que muestra todo en lo que va trabajando. Ya tiene más de 1,2 millones de seguidores. En ella aseguró también que el 'knitting' y el crochet le habían ayudado mucho a preparar estos juegos, que se celebraron justo el año que su padre murió por un tumor cerebral.

Que es una vía de escape y una forma de cuidarse lo confirma también una de las organizadoras de Love Yarn Madrid, Marta Santiago. Ella empezó a tejer con solo siete años. Tanto sus abuelos como su madre lo hacían, así que insistía en unirse. Pasó la prueba devanando madejas. Le decían que si tenía suficiente paciencia para eso, le enseñarían algo más. Y vaya que si la tenía. Llegó a tener una tejetaberna, un lugar dedicado a la cerveza artesana y a la lana, en San Lorenzo del Escorial. Ahora trabaja Miss Kits (Atocha, 31). 

"Hacía falta una feria dedicada a la lana de forma exclusiva en Madrid", asegura. Además de comprar lana, tienen talleres, tejeolimpiadas y juegos de trivial. Actividades lúdicas para disfrutar, más si cabe, de esta afición. "La comunidad es muy importante. Lo virtual hasta ahora nos ha ayudado mucho pero somos táctiles. Nos gusta tanto tocar la lana como vernos y ver lo que hace el otro", afirma. La pandemia hizo que mucha gente se lo tomara en serio. Además de usar Instagram y Discord, tienen una red social propia en la que hay montones de patrones catalogados. "La feria sirve para desvirtualizarnos y vernos, pero el online nos está dando muchísima fuerza", reconoce. Visto el éxito, están pensando ya en una segunda edición para seguir compartiendo.

Imagen desde uno de los stands. 

Imagen desde uno de los stands.  / Alba Vigaray