IMPACTO EN EL TURISMO

Un verano sin rusos en Ibiza, los turistas que se funden 90.000 euros en una noche

El sector turístico se hace ya a la idea de que, como consecuencia de la invasión de Ucrania, este año no visitarán las Pitiusas los rusos, que, aunque pocos, parecían no tener límite a la hora de gastar

‘’Closing’ en el hotel Ushuaïa, una celebración que los magnates rusos no se solían perder.

‘’Closing’ en el hotel Ushuaïa, una celebración que los magnates rusos no se solían perder.

José Miguel L. Romero

De todos los mercados que abastecen de turistas a Ibiza, el ruso ocupaba en 2019 el puesto 13º. Pocos llegaron aquel año a la isla, 11.911, menos que polacos (19.091), austriacos (15.281) o portugueses (24.730). Pero hay numerosas empresas en Ibiza que no cambiarían a un ruso por 1.000 polacos. La razón: su nivel adquisitivo es elevadísimo. Lo que quieren, lo tienen. Son capaces de gastar 100.000 euros en una juerga nocturna sin que tirite su tarjeta de crédito. O el doble en el alquiler de una lancha de gran eslora.

En aquel año prepandemia ya nos visitaron unos 900 menos que en 2018 (cuando se tocó techo), pero en 2020 apenas nos visitaron 654, que se elevaron a 1.576 en 2021. En 2022, de continuar la invasión de Ucrania y de, por tanto, mantenerse las duras sanciones contra Rusia, posiblemente no venga ninguno, mucho menos en yate o en jet privado, pues correrían el riesgo de ser embargados.

"Muchos de los millonarios rusos que en verano pasan por Balears en sus yates suelen escapar a Ibiza para vivir unos días de fiesta, para pasarlo bien. Gastan mucho. Cogen mesas de privados muy buenas, tranquilas para poder traer a todos sus amigos"

"Vamos a notar su falta", admite José Luis Benítez, gerente de Ocio de Ibiza, patronal que agrupa a buena parte de las principales discotecas de la isla. Lo notarán porque los rusos se dejan buena parte de sus rublos en esas salas, donde no escatiman: "Muchos de los millonarios rusos que en verano pasan por Balears en sus yates suelen escapar a Ibiza para vivir unos días de fiesta, para pasarlo bien. Gastan mucho. Cogen mesas de privados muy buenas, tranquilas para poder traer a todos sus amigos», detalla Benítez, que asegura que son clientes que "no tienen problema para pedir lo que les dé la gana. Las botellas más caras de cada local suelen salir con ellos".

¿Son ostentosos? Benítez dice que eso es un mito: "Hay españoles que se tiran un año ahorrando, cogen una mesa de 10.000 euros, piden dos botellas y se creen los reyes del mambo. En los privados hay dos tipos de personas: el que quiere tranquilidad, estar en una zona donde no se le moleste, y el que quiere lucirse".

Tranquilo, sí, pero sin miramientos. El que en una noche "hace un tour en dos o tres salas, se deja entre 25.000 y 30.000 euros en cada sitio". Eso suele ocurrir cuando el magnate «viene acompañado de un buen grupo de amigos», afirma el gerente de ocio Nocturno: "Mueven mucho dinero y alquilan súper casas". En el caso de su sector, «vienen en grupos de amigos a divertirse. Son muy educados, se comportan, pagan perfectamente". Y sus estancias no son las de los habituales turistas: "Es gente que va y viene. Suelen tener aviones privados o tienen el barco en otra base de la Península y dan el salto con ellos cuando quieren: van a un sitio, vienen aquí, pasan una semana, se van, desaparecen dos semanas, regresan… Les gusta venir a los openings y a los closings. Les encanta empezar y terminar la temporada así".

Preocupada por las sanciones impuestas a Rusia y a sus oligarcas, Nuria Moreno, presidenta de Ibiza Luxury Destination, se ha reunido esta semana con responsables turísticos del Consell para analizar las repercusiones, si bien admite que carecen de datos concretos sobre este mercado. Según Moreno, el perfil del ruso es el de "una persona muy ostentosa que suele gastar mucho dinero. Alquila villas, hoteles de lujo, embarcaciones de gran eslora, vips privados… Todo a lo grande». Asegura que, normalmente, la gente que tiene mucho dinero "no es como los rusos, sino que suele ser bastante discreta". Recuerda que no es el mercado que más turistas de lujo trae a la isla, pero sí es "de los que más gastan". Pocos pero rentables.

Trajes a medida

Coincide Moreno con Benítez en que "gastan una barbaridad", y pone un ejemplo: "Imagina una sala de fiestas. En la mesa de al lado hay alguien que acaba de descorchar una botella de vino de 200 euros. Pues el ruso pide dos de 400 euros para ser más. Lo que más les gusta es meterse en un vip del Lio, del Ushuaïa, del Hï…". Y allí, aunque vayan solos, "en cinco minutos llenan sus mesas. Empiezan a invitar a todo el mundo para que su mesa sea la que más destaca. Se hacen notar en la noche ibicenca cuando van a los sitios. Sí, los hay discretos, pero son pocos".

"No generan ningún problema, al contrario. Son considerados clientes habituales de esta casa. Los conocemos y les hacemos estancias a medida porque son clientes especiales. Muchos son repetidores que conocernos desde hace muchos años"

En el Ibiza Gran Hotel, un cinco estrellas gran lujo, se les mima acorde con el poderío de su chequera. Según su director, Raúl Sierra, "se les hace un traje a medida". La descripción que hace Sierra de ellos es la del turista ideal: "No generan ningún problema, al contrario. Son considerados clientes habituales de esta casa. Los conocemos y les hacemos estancias a medida porque son clientes especiales. Muchos son repetidores que conocernos desde hace muchos años".

Pero ya nada es como era. En 2020 y en 202 1 admite que, debido a la pandemia, el turismo ruso sufrió un fuerte bajón: "Y 2019 tampoco fue un gran año". Y para este verano, los peores augurios, pues de momento no tienen noticias de ellos: "Los rusos que vienen a nuestro hotel son muy potentes, de muy alto poder adquisitivo, pero a día de hoy no tenemos noticias de ellos, ni para reservar ni para cancelar reservas. No hay nada de ellos para este año". Le consuela que, habitualmente, solían reservar en abril o mayo, aunque avisa de que "desde hace algún tiempo vienen menos a Ibiza, pues parece que prefieren lugares como Marbella".

Sierra dice que es un turista al que aprecia "mucho" por ser "súper educado y respetuoso». Algunos les alquilaban "hasta dos o tres habitaciones para una o dos semanas. O para un mes". Y "se gastaban cantidades importantes", que no puede especificar. Es confidencial. Asegura que no son pocos los que llegan "en sus jets privados" a la isla, adonde previamente mandan sus barcos".

"En Ibiza alquilan embarcaciones que oscilan entre los 15 y los 25 metros de eslora, algunos más. Alquilarlas les cuesta unos 4.000 euros de media al día, dependiendo del modelo y del lujo"

Ramón Díaz González, presidente del sector Náutico de la Pimeef, confirma esos ‘saltos’ en barco o avión privado: "Vienen a las Pitiusas desde Mallorca o Altea, donde hay una gran colonia rusa. O alquilan allí (en Denia o en Jávea) los barcos y hacen la travesía hasta aquí, o los alquilan aquí mismo". O vienen con sus propios yates, como Roman Abramovich hizo en 2015 con su ‘Eclipse’ (164 metros de eslora), que fondeó frente a Cala de Bou.

Buenos navegantes

¿Y por qué barcos se decantan aquí los rusos? "En Ibiza alquilan embarcaciones que oscilan entre los 15 y los 25 metros de eslora, algunos más. Alquilarlas les cuesta unos 4.000 euros de media al día, dependiendo del modelo y del lujo. Normalmente son para tres o cuatro días de media, pero hay rusos que los cogen 10 días, 20 días e incluso todo un mes». Recalca que "son muy buenos pagadores". Aunque no sean muchos los rusos que viajen a Ibiza, el sector náutico también los echará de menos.

"Este año nos tendremos que olvidar de los rusos. Nos toca donde más nos duele, en una parte de la temporada donde no los puedes sustituir con turistas de otros mercados"

Como Igor Ibarguchi, director general de Rumbo Norte Yacht Club, aunque parece que tiene con ellos una relación de amor/odio. Sus clientes rusos le alquilan veleros y catamaranes "los meses más fríos, es decir, en septiembre, octubre, y abril y mayo", lo cual, de seguir la guerra, creará un hueco difícil de rellenar en su agenda: "Este año nos tendremos que olvidar de los rusos. Nos toca donde más nos duele, en una parte de la temporada donde no los puedes sustituir con turistas de otros mercados. El español, por ejemplo, no vendrá a navegar en esas fechas. Para el ruso, el clima ibicenco en octubre es muy bueno; para un español hace aún un poco de fresco para navegar».

Su perfil de ruso "no es el del millonario del megayate". El suyo es de "clase media acomodada", tiene entre 25 y 40 años y sabe lo que es el mar: "Es curioso, suelen navegar en flotilla. En vez de venir en familia (que a veces lo hacen), se juntan grupos bastante grandes y crean flotillas de tres a 10 barcos para navegar alrededor de las Pitiusas". Y lo hacen muy bien: "Muchos son militares o exmilitares. Han pasado por la Marina de su país y tienen titulaciones, cuya obtención es diferente a la de España. Aquí es muy teórica y con pequeñas prácticas. Allí les obligan a navegar en aguas abiertas, sin vistas a la costa, no en un pantalán para hacer maniobras de atraque, como se hace aquí".

"Son muy brutos. No saben cuidar las cosas como desearíamos. Estamos acostumbrados a españoles, austriacos y alemanes, que son más cuidadosos. El ruso es más asalvajado"

Hasta ahí la relación de amor con los rusos. Su visión de cómo se comportan difiere de la que cuentan quienes los acogen en hoteles de lujo o en VIP que cuestan un ojo de la cara: «Son muy brutos. No saben cuidar las cosas como desearíamos. Estamos acostumbrados a españoles, austriacos y alemanes, que son más cuidadosos. El ruso es más asalvajado. Se emborracha hasta lo indecible. Ves a padres e hijos tambaleándose por el pantalán, que no se tienen en pie. Cuando la lían dejan el barco lleno de basura hasta lo inimaginable. A veces dejan encima de la mesa del salón una sartén con huevos fritos… No les importa. El español tiene más vergüenza estética, disimula más».

Y «no les gustan las reglas», asevera. «Les dices que tienen que salir [abandonar el barco] a una hora determinada y no lo cumplen. El español se hace el tonto, el jeta, pero el ruso te dice a cara de perro que no le da la ganar irse y que se queda dos horas más porque tiene sueño».

En jet a comprar a Barcelona

Otro de los problemas recurrentes con ellos es el pago de la fianza: «No quieren dejar la tarjeta de crédito. Son muy reticentes. Intentan pagar en efectivo. Pero ya no se puede por la ley de blanqueo de capitales [que prohíbe admitir más de 1.000 euros de un particular]. Intentan hasta la desesperada pagar eso en dinero contante y sonante. Pueden estar dos horas peleando por esa razón, incluso decir que no tienen tarjeta».

"Tenían un muy alto nivel adquisitivo. Querían ir de compras a tiendas de lujo, pero en Ibiza apenas las había entonces. Así que se cogían el jet privado, iban a Barcelona, compraban y volvían por la tarde"

Roberto San Esteban, vocal de la Asociación de Viviendas Turísticas Vacacionales, llegó a tener «bastantes» clientes rusos hace años. Ya no. En esa época había un problema con ellos: «Tenían un muy alto nivel adquisitivo. Querían ir de compras a tiendas de lujo, pero en Ibiza apenas las había entonces. Así que se cogían el jet privado, iban a Barcelona, compraban y volvían por la tarde». En la asociación apenas alojan a rusos, asegura San Esteban, que parecen tener predilección por empresas muy concretas para alquilar villas de lujo, como Ibiza One. Su responsable, Hugo Richter, asegura que "aún" no tienen reservas para este verano de rusos, clientes que describe como "amables, que vienen en aviones privados", que llegan a permanecer en las vilas "de dos semanas a un mes" (no puede confesar lo que pagan por ellas, pero recalca que son «de lujo, de alto nivel; mucho dinero), y que van a restaurantes lujosos "para los que hay que reservar con tres semanas de antelación".

"Mis clientes ucranios son muy similares a los rusos: son amables, hablan inglés y tienen alto nivel adquisitivo". Como a los rusos, les gusta ir al "Lio, al Chiringuito, al Blue Marlin o al Juan y Andrea"

Richter también tiene clientes ucranios: "Son muy similares, clientes amables que hablan inglés y de alto nivel adquisitivo» y a los que, como los invasores de su país, les gusta ir al "Lio, al Chiringuito, al Blue Marlin o al Juan y Andrea", o alquilar yates "de 20 y 30 metros".

Según Richter, los rusos apenas compran aquí villas. Prefieren alquilar. El magnate Mikhail Prokhorov, que adquirió la península de sa Ferradura (Sant Miquel) hace nueve años, es una de las excepciones. La vivienda y las dos piscinas que hay en sus 12.000 metros cuadrados se alquilaban hasta antes de la pandemia por más de 250.000 euros a la semana, precio en el que iba incluido su personal (22), entre ellos un chef privado.

"Hay que preocuparse por el impacto de esta crisis en Europa"

José Antonio Roselló, vicepresidente de la Confederación de Asociaciones Empresariales de Balears (CAEB), no le preocupa tanto que "no vengan los rusos" (parafraseando el título de la película de Norman Jewison) como la manera en que la guerra y las sanciones afectarán en breve a la economía de la Unión Europea. "Se cree -explica Roselló- que la economía mundial podría entrar en recesión. La europea quizás no, pero tendrá un crecimiento más débil y con inflación más alta, la estanflación». El crecimiento del conjunto de la UE podría no pasar del 3%, pero con una inflación del 7%, "eso nos conduce a una estanflación, tras la caída producida por la pandemia de un 10% del PIB. Así no se recuperará la economía: la situación será de estancamiento».

"Debemos preocuparnos por lo que pasa en las economías de nuestros clientes. Puede tener un efecto directo en las decisiones del consumidor y, por tanto, del turismo"

El panorama es de "sacrificio económico en Europa", eufemismo con el que los economistas tratan de edulcorar que habrá que apretarse el cinturón. Y fuerte. Y es posible que, en ese escenario, el turismo se resienta. "Debemos preocuparnos por lo que pasa en las economías de nuestros clientes. Puede tener un efecto directo en las decisiones del consumidor y, por tanto, del turismo», apunta Roselló al respecto. La tan cacareada recuperación podría verse, pues, trastocada por la guerra en Ucrania.

Pero el vicepresidente de la CAEB no ve el futuro del todo negro: "Ahí entramos en el estrecho filo de la navaja en el que se mueve el turismo. Siempre se ha dicho que ante situaciones de crisis o dificultades económicas, este sector suele sobrevivir porque la gente renuncia a otras cosas. Eso está por ver. Seguramente el turismo seguirá siendo importante y asistiremos, si las hostilidades no pasan de las actuales fronteras, a una buena corriente turística, pero hemos de estar vigilantes, pues es muy preocupante el efecto de las sanciones sobre el territorio europeo". Roselló recuerda que Eivissa también recibe "polacos y viajeros de Europa Oriental que se pueden ver afectados» por el desarrollo de los acontecimientos: "Esperemos que el turismo haga el papel de sustitutivo en un contexto de retraimiento del consumo. Hay que estar preocupados por los impactos que tenga esta situación en Europa, más que por que no vengan los rusos".

"Esperemos que el turismo haga el papel de sustitutivo en un contexto de retraimiento del consumo"

Verónica Juan, presidenta de la Asociación de Restauración de la Pimeef, incide en la incertidumbre que se crea y en los efectos en la economía, por ejemplo por la inflación: con el petróleo al alza, es posible que el precio de viajar en avión se dispare, avisa.