TRIBUNALES

El martirio de las víctimas del medicamento Agreal: "Nos han destrozado la vida"

Paqui Gil y Manuela Victoria Díaz Martín relatan sus años de depresión y temblores tras tomar un fármaco que fue retirado en 2005 y les dejó graves secuelas.

Imagen de archivo Luchadoras Agreal

Imagen de archivo Luchadoras Agreal / Facebook Asociación Agreal Luchadoras

Hay luchas que no cesan. Por años que pasen. Por escollos que aparezcan en el camino. Como la que desde hace años mantienen las afectadas por el medicamento Agreal -recetado entre 1983 y 2005 a miles de mujeres españolas para los sofocos de la menopausia, y después, retirado del mercado tras advertirse efectos psiquiátricos adversos-, sin duda uno de los episodios más funestos de la historia reciente de la sanidad española. El fármaco dejó incontables víctimas por el camino que llevan años batallando en los tribunales para que las autoridades sanitarias reconozcan los daños que les provocó. Las mujeres afectadas lo comparan con la colza. Desde Las Palmas, Paqui Gil y, desde Móstoles (Madrid), Manuela Victoria Díaz Martín, relatan su martirio de años de depresión y temblores. "Nos robó la vida", coinciden al unísono.

Las dos mujeres ponen rostro a otras cientos afectadas por el consumo de un medicamento antipsicótico, el Agreal (Veralipride), que fue recetado entre 1983 y 2005 para hacer frente a los sofocos de la menopausia, y después, retirado del mercado tras advertirse efectos psiquiátricos adversos. Ahora, el Tribunal Constitucional ha admitido a trámite un recurso de la Asociación Agreal Mujeres Luchadoras que puede dar un vuelco a su situación frente a la Administración sanitaria. El recurso, al que ha tenido acceso EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, lo ha presentado el Bufete Almodóvar & Jara, que defiende los intereses de la asociación frente a unas resoluciones concretas de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo que han rechazado sus reclamaciones ante el Estado. 

A Manuela Victoria Díaz Martín, ochenta y tres años y medio -que el medio también cuenta, apostilla-, Agreal le retiró la alegría con la que nació. Natural de Ayamonte (Huelva), de donde salió hace ya décadas, -pero donde siguen sus raíces, dice orgullosa-, Manuela nació con un don -el de las ganas de vivir- que ni enviudar a los 40 (su marido murió en un accidente de coche); ni criar sola a tres hijos, ni la lucha por sacarlos adelante, le robaron. "Nací así", asegura. Tuvo que ser un medicamento que le recetó su médico a los 48 años, el que vino a "apagarla", resume. El que la mantiene postrada en la cama por las mañanas y el que, afirma con mucha contundencia, a ella, siempre tan animosa, "le ha destrozado la vida".

No tiene cura

Paqui Gil, el alma de la Asociación Agreal Mujeres Luchadoras, atiende a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA desde su casa de Las Palmas a media tarde de un jueves. "Acostada como siempre", describe en alusión a que podría ser otro día y otra hora cualquiera: "Yo salgo para ver a los especialistas y, del baño a la cama. Esto no sé por qué va a peor. Mis especialistas tienen mucha confianza conmigo y me hablan claro: el sistema central nervioso está dañado por una sustancia química y esto no tiene cura".

Paqui empezó a tomar el fármaco en 1998, hasta septiembre de 2005, cuando lo retiraron. Tenía 47 años. La depresión fue el primer síntoma y, a los meses, ya estaba temblando.

Paqui tiene 73 años. Lectora empedernida, admite, sabe cómo nadie el periplo que han vivido las afectadas. Cuenta, por ejemplo, que la primera comunidad autónoma en notificar efectos adversos del fármaco fue Cataluña. "Lo pusieron en un cajón, y nada. Castilla y León, otro tanto de lo mismo. España no hizo nada pese a que Europa pidió su retirada inmediata porque hicieron un estudio con 600 mujeres y, desde la primera caja, ya cayeron en picado", recuerda. Empezó a tomar el fármaco en 1998, hasta septiembre de 2005, cuando lo retiraron. Con 47 años. Por los sofocos de la menopausia.

La depresión fue el primer síntoma y, a los meses, ya estaba temblando. Hasta la fecha. ¿Toma ahora mucha medicación?. "¡Ay, madre!", espeta Paqui. Y relata: "Ocho pastillas por la noche, cuatro por la mañana, otras cuatro a mediodía y dos de reemplazo cuando tengo mucha ansiedad". Va "tan a peor que el neurólogo me ha puesto en lista de espera -en España todavía no existe esa terapia, dice- para colocarme unos electrodos en la cabeza. Si tú me ves, no me ves temblando, pero sigue por dentro. Con esa terapia tendría una mejor calidad de vida", explica. 

Paqui se lamenta de los "daños colaterales" que su padecimiento ha ocasionado "no sólo a mi marido, sino a mis tres hijos, que han sufrido lo suyo. Eso no se paga con nada".

La mujer nunca ha dejado de pleitear. Siente que le escucharon más cuando acudió a las autoridades sanitarias europeas que las españolas que, asegura, siempre contestaban lo mismo: "Una vez eliminado del organismo la sustancia del Agreal, desaparecerán las secuelas. 17 años después, sigo a peor", cuenta. Se lamenta de los "daños colaterales" que su padecimiento ha ocasionado "no sólo a mi marido, Pedro, sino a mis tres hijos, que han sufrido lo suyo. Eso no se paga con nada. Ahora son hombres, pero siempre están pendientes". ¿Tiene esperanza de que los últimos movimientos en los tribunales supongan un nuevo impulso a su lucha?. "Yo, personalmente, quiero que reconozcan mi derecho fundamental, que me devuelvan mi salud, algo que no me van a dar", asegura Paqui a quien, cuando se le pregunta a qué sería comparable lo que han vivido dice: "Dios me perdone, pero a la colza".

Paqui Gil, de Agreal Luchadoras.

Paqui Gil, de Agreal Luchadoras. / epe

Porque, incide la portavoz de la asociación de mujeres afectadas, lo sucedido fue "un hecho premeditado por los laboratorios porque sabían lo que iba a producir, pero lo que querían era dinero, siempre apoyados por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios y los sucesivos gobiernos de España". Hoy, se muestra ciertamente esperanzada: "Si el Constitucional nos da nuestros derechos fundamentales, eso será un ejemplo, no sólo para Europa, sino a nivel mundial".

Una vida robada

Paqui y Manuela coinciden: Agreal -del laboratorio Sanofi Aventis- les ha robado la vida. Lo cuentan con dificultad. Como si revivir la pesadilla de tantos años fuera todavía más duro. A medida que las entrevistas avanzan, las dos mujeres recobran fuerza. La primera no tiene inconveniente en que aparezca su foto. Manuela, pide que no. Dice que está muy estropeada y mejor que nadie la vea. Lo explica allá por las diez de la mañana. Desde la cama. Por las tardes, dice, se viene un poco más arriba y consigue levantarse.

Manuela empezó a tomar el fármaco a los cuarenta y muchos. Para los sofocos. "Hubiera preferido tener sofocos toda mi vida, antes que eso", asegura.

Su historia es de batalla constante. "Siempre he sido valiente. Me he caído cuarenta veces y cuarenta que me he levantado. No me ha dado por decir: 'Me quiero morir'. No, no. Quiero estar aquí, para ver lo que hay", sentencia. Durante toda su vida ha trabajado muchísimo. Pero, sobre todo, ha sido modista. Cosía para El Corte Inglés, sólo haciendo vestiditos de niña, bordando el nido de abeja. "Me lo mandaban cortado y yo lo hacía en mi casa. Ahí estuve bastante bien, me pagaban bien. Después, en un sitio y en otro, cosiendo vestidos para las señoras. He bordado a máquina y a mano... Llevo mucha lucha encima. Sólo me ha parado la enfermedad. Si estuviera bien, haría de todo. No sé estarme quieta, pero me han destrozado la vida totalmente. Nunca pensé que fuera a pasarme a mí", se lamenta.

Cuando a Manuela le recetaron Agreal vivía en la localidad madrileña de Fuenlabrada. Las pastillas se las indicó su doctora de cabecera. "¡Ella qué iba a saber! Ni yo tampoco. Yo le decía: 'No me encuentro bien, cada día estoy peor, tengo que tener algo'. Hasta que pasa el tiempo, estoy en la cocina viendo la tele y escucho algo del Agreal. Es cuando me informo y resulta que, claro...", esquematiza. La mujer empezó a tomar el fármaco a los cuarenta y muchos. Para los sofocos -"hubiera preferido tener sofocos toda mi vida, antes que eso", aclara- e insiste: se enteró de las razones de su malestar viendo la televisión. Ni su propia médico sabía nada.

A Manuela lo que le hace feliz son las sevillanas: "Nací escuchándolas y me viene muy bien. Esa es mi vida ahora. No quiero que sea triste. Pero lo es".

La modista tomó Agreal durante cinco años. Le provocaba un cansancio enorme. "Sin ganas de salir a ningún sitio. Nada más que estar acostada. Apagada. Esa es la palabra. La verdad es que en mí me extrañaba porque siempre he sido muy alegre, muy rociera, con mucho sentido del humor. Para venirme abajo, a mí me tienen que machacar mucho. Y, claro, notaba que no era yo. Y sigue y sigue, con una temporada un poco mejor, porque me fui a vivir a la playa, a Matalascañas, y parece que me sentó bien, pero tuve que volver y no sé si cogí una depresión, o algo parecido, y cuanto más mayor, peor estoy". La tele le aburre. Y leer, le cuesta. Así que lo único que le hace revivir son las sevillanas. "Nací escuchándolas y me viene muy bien. Esa es mi vida ahora. No quiero que sea triste. Pero lo es".

Una de las afectadas por los supuestos daños provocados por el fármaco Agreal , a la salida del juicio de responsabilidad civil que se sigue en un juzgado de València. 

Una afectadas por los supuestos daños provocados por Agreal, a la salida de un juicio. / MIGUEL LORENZO

Manuela se medica desde hace muchos años para sobrellevar esa depresión. No le gusta. Tampoco esos bajones que le van y vienen y la obligan a tumbarse. "Siempre he tenido mi casa muy limpia y muy brillante y ahora, sufro", reconoce. Son muchas pastillas las que lleva tomadas para contrarrestar esos efectos que le provocó Agreal y cree que ninguna le ha hecho nada. "Una casi me mata. Acabé ingresada. Me la quitaron y me volvieron a dar las que tomo hoy, que fueron las primeras", relata. Dice que se le fue dinero en abogados, y que "después de tantos años y tanto que he movido", está "rendida", que ya ha dejado esa lucha en los tribunales y ha perdido, casi, la esperanza de que algún día se haga justicia.