TURISMO

El convento abandonado de las Hoces del río Duratón al que sólo se puede acceder por una pista de grava

El camino, de cuatro kilómetros y que serpentea entre pinares, parte de la localidad de Sebúlcor hasta llegar a un mirador en el borde del cortado

Vista de las ruinas del convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, en las Hoces del río Duratón.

Vista de las ruinas del convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, en las Hoces del río Duratón. / Alba Vigaray

Roberto Bécares

Roberto Bécares

A la salida de Sebúlcor por la pista de grava un cartel advierte que se entra en el Parque Natural de las Hoces del Duratón (Segovia), resultado de millones de años de evolución geológica en las que el río fue excavando la roca caliza creando un espectacular cañón con paredes de más de 100 metros de altura.

Imagen de la pista forestal que te lleva a las ruinas del convento abandonado del Duratón.

Imagen de la pista forestal que te lleva a las ruinas del convento abandonado del Duratón. / Alba Vigaray

El camino, de unos cuatro kilómetros de largo y no en excesivo buen estado, serpentea entre los pinares de la localidad hasta llegar a un parking de arena. Es este camino el único que permite llegar hasta el Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, construido en el siglo XIII -aunque podría haber habido ya en ese emplazamiento una ermita en el siglo VIII- y que fue abandonado en 1835 debido a la desamortización de Mendizábal.

Varios buitres sobrevuelan las Hoces del río Duratón.

Varios buitres sobrevuelan las Hoces del río Duratón. / Alba Vigaray

"No se entiende que este camino este así, debería asfaltarse, pero la Diputación parece que pone pegas cuando, además, el polvo que sale de los coches está afectando a las copas de los pinos", aprecia un vecino de Sebúlcor, que cree que el turismo aumentaría si se acometiera la obra. 

Tras recorrer unos 250 metros desde el parking, uno llega al abrupto precipio donde hay un mirador al convento. Decenas de buitres leonados de las más de 700 parejas censadas en el Parque Natural sobrevuelan el desfiladero, en el que hay que tener cuidado para no precipitarse al vacío.

Abajo, en el fondo, quedan las ruinas del convento, construido en el año 1231 por la orden franciscana, que lo ocupó hasta su abandono. En la actualidad son perfectamente visibles las ruinas del convento, que sufrió un derrumbe en 1495, en el que no llegó a morir ningún monje al estar rezando en la iglesia, que permaneció intacta. 

Vista del abrupto desfiladero de las Hoces del río Duratón.

Vista del abrupto desfiladero de las Hoces del río Duratón. / Alba Vigaray

La reina Isabel La Católica financió su reconstrucción, ya que había llegado a visitarlo durante su estancia en Sepúlveda, siendo princesa de Castilla. En el siglo XVII, el convento vivió su etapa dorada, ya que fue el primer colegio de Misioneros de España. En el recinto vivían unos 30 religiosos franciscanos que vivían de las huertas, la ganadería y la pesca y caza.

Tras su abandono, el convento vivió un gran deterioro que lo llevó a estar prácticamente en ruina en la actualidad, lo que no evitó que en 2012 fuera declarado Bien de Interés Cultural. Si uno quiere visitar las ruinas tiene que acceder en piragua -hay una embarcadero muy cerca-, aunque si hay sequía el nivel del pantano de Burgomillodo puede permitir el acceso a las ruinas. 

Vista del meandro del Duratón donde se alza el convento.

Vista del meandro del Duratón donde se alza el convento. / Alba Vigaray