DEBATE TERRITORIAL

Del plan Ibarretxe a Urkullu y de cómo el PNV intenta no perder la hegemonía en el País Vasco

Buscar salida a la "encrucijada actual" mediante una convención constitucional es la última fórmula del PNV para presentarse como partido útil en Euskadi de cara a las próximas elecciones vascas

El Lehendakari, Iñigo Urkullu, en la celebración del PNV del Aberri Eguna 2022

El Lehendakari, Iñigo Urkullu, en la celebración del PNV del Aberri Eguna 2022 / Europa Press

Elena Marín

Elena Marín

Cuando en otoño de 2017 Cataluña bullía tras la declaración unilateral de independencia que llevó a Carles Puigdemont a Waterloo, en el País Vasco el soberanismo estaba en stand by. En realidad, lo ha estado desde que fracasó el Plan Ibarretxe en 2005. El importante revés que sufrió el nacionalismo vasco tras el rechazo de aquel plan en el Congreso, las crisis económicas posteriores y un final de ETA que cambiaba el escenario político en el País Vasco han provocado en los casi 20 años siguientes que la estrategia política haya seguido otros caminos en Euskadi. Hasta el punto de que en las últimas elecciones municipales, incluso EH Bildu, partido independentista sin fisuras, haya preferido centrar su campaña en cuestiones sociales y no identitarias.

En aquel otoño caliente en Cataluña, en el PNV se reconocía en privado que su prioridad estaba en recuperar el empleo y la economía, cuya inestabilidad en los años previos había llevado a la clase media vasca a perder su nivel de bienestar social, y el derecho a decidir de los vascos había quedado relegado para tiempos mejores. En concreto, en una comisión, que es donde en política se almacenan los asuntos sobre los que se quiere presuntamente trabajar pero sin prisa.

Aunque el sector más pragmático y moderado del PNV trabajaba para apuntalar un mejor nivel de vida tras años de recortes, lo cierto es que en enero de aquel 2017 el Parlamento vasco presidido por el PNV había puesto en marcha una ponencia sobre el autogobierno, que a su vez coleaba de la legislatura anterior. Un año después, PNV y Bildu, en aquel momento amagando entendimiento, presentaron un acuerdo que señalaba que la futura reforma del estatuto de Gernika que saliera de las cortes autonómicas, debía ser consultada a la ciudadanía vasca. Una cuestión que serviría, en caso de lograr el apoyo social, para presentarse en las cortes generales con un argumento con el que no contó el Plan Ibarretxe. Pero en 2023, pese a que existe un borrador, Euskadi sigue sin nuevo estatuto. Han pesado otras prioridades tras una pandemia y la inflación reforzada por la guerra de Ucrania.

Última propuesta del PNV

El lehendakari Iñigo Urkullu ha propuesto en un artículo publicado en El País una “convención constitucional” como una fórmula “creativa” para encontrar una “salida a la actual encrucijada política”. En realidad, el dirigente vasco lleva buscando alternativas para la “encrucijada” del nacionalismo vasco desde que llegó a la presidencia del PNV en 2008 y a la lehendakaritza en 2012, de donde el PNV teme que le bajen en las próximas elecciones autonómicas.

“Su propuesta no es nueva”, señalan veteranos de la política española. Y aun no siendo nueva, suena como si lo fuera en el contexto actual, en el que el Gobierno de la nación depende de la voluntad de todos los grupos regionalistas, nacionalistas e independentistas. Recalca el lehendakari que "debemos tener presente de dónde venimos, ser conscientes de lo que podemos y no podemos hacer en esta coyuntura", una forma de presentarse como partido pragmático y un aviso a quienes pretenden pedir más de lo que los partidos constitucionalistas pueden conceder. Insiste también en que "el pacto no se le puede imponer al Estado" y que debe haber "un compromiso de lealtad recíproca" entre las dos partes.

Cambia el procedimiento y el contexto, pero el fin es el mismo que han defendido siempre los nacionalistas: establecer un régimen especial para País Vasco y Cataluña, ahora con Galicia en la ecuación, y borrar el "café para todos" que llevan criticando desde los años 80 en busca de una "federalización asimétrica".

Relación bilateral

Tanto el Plan Ibarretxe como el plan Urkullu reflejado en los principios del nuevo estatuto vasco que sigue sin aprobarse piden el reconocimiento de Euskadi como nación y una relación bilateral con el Estado. Es lo mismo que pide también ahora el lehendakari como punto de partida de la convención constitucional. El PNV no abandona el sentimiento identitario ni tiene intención de hacerlo. Tampoco renuncia a la idea de que el poder judicial cambie. Pero si Ibarretxe pretendía que el País Vasco tuviera su propio poder judicial independiente del Estado, el PNV de Andoni Ortuzar y Urkullu no está abiertamente en eso, aunque el lehendakari sí ha deslizado en su artículo que en esa convención constitucional habría que discutir sobre la descentralización de este tercer poder y que las comunidades autónomas tengan también representación "real" en el Tribunal Constitucional.

Sin embargo, el principal matiz respecto al plan de 2005 es que entonces se exigía el derecho de autoderminación y el derecho a decidir y en esto los jeltzales han moderado la petición. Desde que llegó a lo más alto de su partido, Urkullu no ha buscado independizarse completamente de España, como sí pretendía el sector al que representaba Ibarretxe. Su fórmula pasa por "reinterpretar" la Constitución para poder seguir acomodado en ella. Una "solución política" que incluso en los partidos constitucionalistas reconocen que calmaría a los partidos nacionalistas e incluso a los socialistas de los territorios históricos pero que, entienden, "es difícil de justificar en el resto de España". Sin embargo, si se logra eludir la cobertura jurídica como pretende el PNV, los socialistas tienen terreno ganado, reconocen estas fuentes.

Futuro del gobierno vasco

Urkullu heredó en 2008 un partido que había quedado amansado tras el fracaso del Plan Ibarretxe en 2005, pero no por eso apaciguado. Sus discrepancias con el exlehendakari fueron públicas y ninguno de los dos hizo mucho por ocultar su animadversión. El actual presidente vasco representa al ala pragmática del PNV que aventuró que tras el portazo al plan Ibarretxe no podían seguir por el mismo camino sino que debían buscar el pacto y no la confrontación.

Si los independentistas catalanes tienen en su horizonte más próximo la diada (11 de septiembre) y trabajan ya en cómo defender sus propuestas ese día, el PNV se prepara también para el Alderdi Eguna (día del partido) que cada año se celebra el último fin de semana de septiembre. Este año, previsiblemente, apenas dos días antes de la fecha fijada para la investidura de Alberto Núñez Feijóo.

La irrupción de Bildu en las últimas elecciones municipales y en las generales, donde ha conseguido un diputado más que el PNV (5 por el País Vasco y uno por Navarra), sitúan ahora al PNV en la necesidad de mostrarse de nuevo como el partido vasco útil en Madrid para que en las autonómicas del próximo año no pierda la hegemonía. El País Vasco es la plaza que le importa al partido jeltzale y la propuesta para buscar una "salida a la encrucijada actual" y avanzar en la reforma territorial es la última fórmula que ha encontrado para continuar presentandose como un partido útil ante los suyos.