Opinión | DEMOCRACIA

Algo hay que hacer

En esas cuatro palabras está la esencia de la política (democrática), la capacidad de actuar colectivamente para mejorar la situación a partir de unas premisas como justicia y solidaridad

Varias personas hacen cola para contratar Letras del Tesoro, en el Banco de España, a 3 de febrero de 2023, en Madrid (España).

Varias personas hacen cola para contratar Letras del Tesoro, en el Banco de España, a 3 de febrero de 2023, en Madrid (España). / Carlos Luján - Europa Press

Me gusta disfrutar el despertar del sueño, ese momento en que no sabes en qué mundo estás, si es realidad el universo del que vienes o una película que se borrará en breve. Entre la noche y el día, entre el sueño y la luz, hay un espacio extraño, difícil de definir, segundos de gloria y paz, donde nada importa ni pesa, donde los sueños se agarran con uñas para no dejarse ir. 

La pareja de viejos acude al banco de toda la vida, aunque le han cambiado el nombre y la decoración: antes era azul y ahora negro y amarillo, las personas también son otras. Les han llamado, quieren presentarle a su nueva ‘asesora financiera’. El término suena excesivo para quien aún no ha aprendido a valerse con el cajero automático. Como suele pasar, la visita no era solo para conocerse, sino para atraerlos a invertir. Han visto que tienen un dinero y que sería bueno sacarle ‘provecho’, tienen ‘productos’ que pueden ser interesantes. Ella escucha porque le acaban de poner un audífono. Él no se entera de casi nada y mira con un ojo entornado, sin terminar de fiarse, como si al cerrar un ojo pudiera abrir un poco más unos oídos que ya fallan. 

La vieja no sabe de cuentas ni de cajeros, pero el tiempo le ha dado demasiadas lecciones de sentido común. Sin rodeos le dice: "Chica, no enredes. Somos mayores, ya ves, no sé hasta cuando vamos a poder valernos y el dinero lo queremos a mano porque lo más seguro es que pronto necesitemos que alguien nos cuide". "Hasta que llegue ese momento lo que les ofrezco es que puedan aumentar lo que tienen con un mínimo riesgo". "No sigas. Quién sabe si dentro de seis meses tendré que ir yo, o él, a una residencia y entonces todo serán problemas con el dinero si hacemos lo que nos decís".

La asesora financiera (empleada de banca mal pagada, a pesar del cargo) va a replicar, pero calla, piensa en sus padres, baja la cabeza y no insiste. Una comisión menos y un día más de dignidad. La asesora piensa en la vida cuando lo que tienes por delante son años de deterioro o simplemente la muerte. Años de pérdidas. La asesora aun no sabe qué es la fuerza de la vida.

La vieja no sabe mucho, se las ve y se las desea cuando tiene que escribir algo, no sabe de las ganancias escandalosas de los bancos mientras van reduciendo personal y servicios, no sabe que han disparado beneficios hasta la vergüenza ajena con la subida de las hipotecas. No sabe que hay una polémica política sobre si meter mano o no a los bancos para reducir sus márgenes en tiempo de estrecheces generales. Algo ha oído, pero la tele dice tantas cosas.

"Algo hay que hacer, no todo puede seguir como si nada", escuchas en la radio al tertuliano de guardia (siempre queda alguno) mientras el sueño continúa vivo.

Algo hay que hacer. En esas cuatro palabras está la esencia de la política (democrática), la capacidad de actuar colectivamente para mejorar la situación a partir de unas premisas como justicia y solidaridad. Parece que todo son bullas, más ahora que se acercan elecciones, pero la política (y los políticos) es la responsable también de los ERTE de la pandemia, de las vacunas, de que hayamos salido tocados, con muchas bajas pero a flote, de uno de los periodos históricos más difíciles. Lo es también de la reforma laboral, de dignificar el salario mínimo y antes, del matrimonio homosexual. 

Es verdad que el futuro nos juzgará por este tiempo de epopeyas y nuevas guerras. Es verdad que sobra gesticulación y faltan compañeros de viaje. Es verdad que el populismo prospera, pero el día a día lleva también a la injusticia con la política, con la que vale la pena. Hoy, en tiempo de inflación y desigualdades al alza, el día a día son los beneficios de la banca y las grandes corporaciones surgidas de monopolios públicos. Y algo hay que hacer, una vez más.

El sueño se ha borrado. No sabes si lo que ronda en tu cabeza fue lo que te contaron tus padres ayer. Algo hay que hacer, te dices mientras pones los pies en el suelo.