DIPLOMACIA

Frenesí diplomático 2022: de la cima con la OTAN a la sima con Argelia

 La política exterior española se ha "presidencializado" este año, con mucho protagonismo de Pedro Sánchez

Se ha conseguido mantener la coalición a salvo de las desavenencias por la guerra de Ucrania o el apoyo de Sánchez al plan marroquí para el Sáhara Occidental

Al éxito de la cumbre de la OTAN se contrapone la tensión con Argelia y las dudas sobre el acercamiento a Marruecos o el Tratado de Gibraltar

Pedro Sánchez ofrece una cena en el Museo del Prado

Pedro Sánchez ofrece una cena en el Museo del Prado / EFE/Juanjo Martín

Mario Saavedra

Mario Saavedra

Este ha sido un año trepidante para la diplomacia española. No siempre se tienen abiertas a la vez una negociación clave para derribar la histórica Verja que separa Gibraltar del resto de la Península, una crisis diplomática con Marruecos que se transmuta en otra crisis con Argelia, o se reúne a los máximos líderes de los países de la OTAN en una cumbre en Madrid, y todo ello en medio de una invasión a gran escala rusa de un país europeo. 

Este frenesí diplomático ha dejado a un lado los que venían siendo los habituales de la política exterior española, como Venezuela o Cuba. Su lugar lo han ocupado también las cumbres europeas de alta tensión, literalmente, en la cuestión de la energía. 

“En realidad, la trepidación diplomática comenzó en verano del año pasado, cuando la salida repentina de los aliados de Afganistán y la toma de Kabul llevó a una intensa actividad de la acción exterior española”, opina para EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Eduard Soler, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Barcelona. 

Desde entonces, destaca el analista, se ha ido produciendo una progresiva “presidencialización” de la política exterior del país. El jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, ha estado cada vez más presente, aunque sin desplazar al ministro de Exteriores, José Manuel Albares, que “ha tenido muchísima proyección”. “Moncloa, entendida como el presidente del Gobierno más el entramado internacional de La Moncloa, ha tenido una posición fundamental a la hora de fijar las políticas y supervisar su implementación”, opina. También en el impulso personal al más alto nivel, y esto no siempre ha sido así, y pone como ejemplo el poco interés en la agenda internacional de Mariano Rajoy.

Esa presidencialización se notó especialmente en el tema de Marruecos. Todo comenzó en marzo, cuando, por sorpresa, la Casa Real de Marruecos publicó una carta que había enviado Sánchez al monarca alauíta, Mohamed VI. Le expresaba su apoyo al plan marroquí para dar al Sáhara Occidental ocupado una situación de autonomía sin llevar a cabo ningún referéndum de independencia, que es la vía propuesta por Naciones Unidas. Esa era, en palabras de Sánchez, la solución “más seria, realista y creíble” para solucionar el diferendo. 

El PSOE se quedó solo. Ni siquiera su socio de coalición de Gobierno le apoyó. El portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, calificó de “lamentable” la nueva posición del Gobierno hacia el Sáhara. La del PP, Cuca Gamarra, de “chapuza”. En la misma línea se pronunciaron Vox y el resto de los grupos, de los grandes a los pequeños, tras un debate parlamentario sobre el asunto que encendió los ánimos. También en Argel. Tras escuchar al presidente español en sede parlamentaria, y después de haber retirado al embajador en España, el Gobierno argelino (valedor del Frente Polisario saharaui refugiado en los campos argelinos de Tinduf) suspendió el tratado de Amistad con nuestro país. Emprendió una serie de represalias comerciales que han hecho perder decenas de millones de euros a las empresas exportadoras españolas y que todavía persisten. Albares fue a Bruselas a pedir ayuda, pues es la Unión la que debe velar por que se cumpla el acuerdo comercial entre la UE y Argelia. Hasta la fecha, la Comisión no ha ejecutado ninguna de las salvaguardas contractuales que le permitirían defender la posición española, discriminada por Argelia al imponer un veto de facto a sus mercancías. En el balance que ha hecho el Ministerio de Exteriores de la actividad diplomática del año ni siquiera menciona el conflicto con el vecino magrebí.

Tras aquel tórrido mes de abril, a Sánchez y a Albares les llegaron en junio las mieles del éxito con la organización de la internacional de la Cumbre de la OTAN de Madrid. Quedan para la historia las imágenes de los principales líderes occidentales reunidos para una cena de gala en el Museo del Prado de Madrid. El entonces primer ministro británico, Boris Johnson, contemplando embelesado las obras de arte; Joe Biden departiendo con Sánchez y su mujer; o el también ex premier italiano Mario Draghi sentado a solas en un banco mientras le daban cuenta por teléfono de la crisis política en Roma que acabaría con su Gobierno. En lo sustancial, se firmó el Concepto Estratégico de la OTAN más importante de las últimas décadas. En el documento se definía a Rusia como la amenaza más seria para los países aliados y a China como desafío estratégico. 

Cuando estalló la guerra de Ucrania, el 24 de febrero de este año, el Gobierno de coalición vivió unas semanas de duda y roces sobre si había que enviar armas a Ucrania. La líder de Podemos, Ione Belarra, fue muy crítica en los comienzos con la postura de la ministra de Defensa, Margarita Robles. Pronto la postura de Podemos quedó diluida por la fuerza de los hechos y la presión internacional y social para dar apoyo al país invadido. 

Pedro Sánchez viajó en abril a Ucrania y se vio con Volodímir Zelenski. El presidente ucraniano ha recibido a casi todos los líderes europeos que han querido ir a verle a Kiev. El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, volvió a viajar por sorpresa a la capital ucraniana en noviembre. Allí entregó ambulancias medicalizadas, prometió más generadores para paliar la falta de luz por los bombardeos rusos y se dejó ver con Zelenski. Ahora, Ucrania parece estar menos irritada con España, país al que había criticado duramente al principio de la guerra porque sus envíos de armas “no daban ni para dos horas de combate”, en palabras del embajador en España, Serhii Pohoreltsev. 

“Hay hechos diferenciales en la política exterior actual, con un presidente del Gobierno que tiene ganas de jugar en la escena internacional”, explica Soler. Destaca, por ejemplo, que se ha consolidado el acercamiento a Estados Unidos, favorecido tras el cambio de Donald Trump por Joe Biden en la Casa Blanca. Se ha pasado de una conversación sobre la marcha de unos segundos de Sánchez con el presidente estadounidense en una cumbre de la OTAN en Bruselas en abril, a la charla distendida y cómplice de ambos en camisa regional en el G20 de Bali (Indonesia) en noviembre.

El año se ha cerrado con el acuerdo entre Francia, España y Portugal para la construcción para 2030 del hidroducto H2Med, un canal que llevará hidrógeno verde desde la Península a Francia. Fue una especie de premio de consolación, después de que el presidente francés, Emmanuel Macron, se negara en redondo a rescatar el proyecto de gasoducto MidCat que atravesaba los Pirineos, y que podría haber estado listo en un par de años para paliar las necesidades gasísticas de Alemania, que había apoyado a Madrid en el pulso con París. 

En América Latina, el paso más relevante ha sido el dado ya en la última semana del año para normalizar las relaciones diplomáticas con la Venezuela de Nicolás Maduro. España ha nombrado un nuevo embajador en Caracas, después de haber rebajado a modo de protesta la categoría de la jefatura de misión española.

Para el año que viene queda pendiente la negociación de un Tratado para derribar la Verja que separa Gibraltar del resto de España y que permita construir una “zona de prosperidad compartida”. Tráfico fluido sin control de pasaportes para las 15.000 personas que cruzan la línea de separación a diario. Los escollos parecen insalvables por el momento: dónde se ponen los policías españoles a controlar las fronteras o qué hacer con los impuestos, ahora muy bajos en el Peñón. En diciembre Albares dio una suerte de ultimátum: la propuesta española ya estaba sobre la mesa y le tocaba a Londres aceptarla o no. Hay que despejar esa incógnita rápido, porque el que viene es año electoral y toda la potencia de fuego de la acción exterior española deberá centrarse en la organización de las cumbres europeas del segundo semestre que preside España. Se plasmarán en 24 reuniones en otras tantas capitales de provincia españolas, con la gran guinda de una cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE en la Alhambra de Granada.