Opinión | PENSAMIENTO PERIFÉRICO

La soledad del PSOE

Los socialistas han vuelto a constatar no solo la fragilidad del bloque de investidura sino también la división interna existente en el seno del Gobierno

Pedro Sánchez en su escaño del Congreso.

Pedro Sánchez en su escaño del Congreso. / Eduardo Parra / EUROPA PRESS

 Estos últimos días la discusión política en España se ha centrado en dos cuestiones de ámbito internacional de importancia claramente desigual que prácticamente han monopolizado la atención mediática. Por un lado, el rifirrafe entre el presidente de Argentina, Javier Milei y el gobierno de España a raíz de declaraciones, réplicas y contra-réplicas poco afortunadas e impropias de gobernantes responsables y que han dado lugar a una crisis diplomática sin precedentes entre ambos países y que ha acabado provocando la retirada de la Embajadora de España en Argentina. Y por el otro, el anuncio del presidente del Gobierno de que el próximo día 28 de mayo el Consejo de Ministros dará luz verde al reconocimiento de Palestina como un Estado, una decisión no exenta de polémica con la que se pretende avalar la tesis de los dos Estados, a pesar de que esta no es una postura unánime en el seno del gobierno habida cuenta que la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, ha hecho suyo el lema del nacionalismo palestino adoptado por Hamás ‘desde el río hasta el mar’ que supone la negación del Estado de Israel y avala su destrucción.

Ambos asuntos, de acuerdo con la clásica idea muy bien expresada por el historiador Jean Baptiste Duroselle según la cual no existe ningún acto de política extranjera que no tenga un aspecto de política interna, además de ayudar a fijar la posición del PSOE de cara a las elecciones europeas -adalid de la resistencia frente a la derecha y abanderado de la causa palestina en la Unión Europea en un momento de gran cuestionamiento de las prácticas de Israel en Gaza- sobre todo han permitido al PSOE desviar la atención de una gestión doméstica que le está resultado especialmente problemática.

Es cierto que el PSOE logró contra pronóstico la investidura y que puede exhibir como suya la reciente victoria de Salvador Illa en Cataluña, pero una cosa es lograr el gobierno y mantenerse en él y otra muy distinta es gobernar. No hay que olvidar que el PSOE ha renunciado a aprobar un presupuesto en 2024, la ley que permite exhibir y ejecutar la obra de gobierno, y que a día de hoy el balance de la actividad legislativa es muy pobre, a pesar del ambicioso Plan Anual Normativo presentado por Félix Bolaños que pretendía aprobar casi 200 normas este año.

En lo que va de legislatura solo se han aprobado cinco Reales Decretos, y no sin dificultades, y esta misma semana ha tenido lugar la retirada del orden del día de la modificación de la Ley del Suelo y Rehabilitación Urbana para evitar que decayese por falta de apoyos parlamentarios y que propuesta para abolir la prostitución y endurecer la persecución del proxenetismo ha sido rechazada, con el voto en contra incluso de su socio de gobierno Sumar. Estos fracasos legislativos han supuesto un nuevo revés para el PSOE que ha vuelto a constatar no solo la fragilidad del bloque de investidura sino también la división interna existente en el seno del Gobierno.

El día 30 de mayo está prevista la aprobación de la Ley de Amnistía en la que, previsiblemente, se volverá a materializar la mayoría del bloque de investidura y sin duda y dada la relevancia de la cuestión eso será exhibido como un gran éxito político. Sin embargo, esa es una mayoría ficticia que solo se sustenta porque no hay alternativa, no al menos de momento. Pero la ausencia de alternativa no evita que el PSOE, a pesar de la tan cacareada mayoría progresista, esté muy solo. Y posiblemente más lo estará a partir del momento en que se apruebe la amnistía, algo que unido a las elecciones europeas podría marcar un fin de ciclo.