Opinión | EL PULSO DE ESPAÑA
ETA
Los terroristas no dejan de serlo porque a la campaña del Otxandiano le convenga ni debe ser sencillo para un PSOE con memoria soportar la pusilanimidad de Bildu
“Por favor, cuando termine el acto del candidato agrúpense y sigan las indicaciones de mis compañeros para volver con rapidez al hotel”. La frase es de uno de los muchos miembros de los cuerpos de seguridad que, durante años, la repitieron expresada de una u otra forma en presencia de quien firma este texto. El temor a atentados también formaba parte de las comitivas periodísticas en las campañas electorales en España de hace unas décadas, especialmente en el País Vasco. Allí, la apresurada retirada de la prensa de las zonas habilitadas para que pudieran informar sobre los mítines –normalmente espacios elegidos con cuidado por equipos de seguridad y vigilados desde las alturas por francotiradores-, era lo normal. No es que se mencionase o no a ETA, es que ETA estaba en todo. En todas partes. En la cabeza de todos.
Aquellos eran los tiempos en que José María Aznar estaba en el poder (1996-2004) y él, que fue víctima de un atentado, intentó negociar sin éxito con la banda en alguna etapa para después pasar a una dura ofensiva política, policial y judicial que saltó fronteras y que realmente cogió carrerilla cuando, de la mano de un pacto crucial con el PSOE –con un reguero de víctimas dramático también-, todo el Estado a una (y sin atajos ilegales o paramilitares como en otras eras) se enfrentó a la banda. Con la ciudadanía a la cabeza.
Después llegó el relevo y el mandato de Zapatero –aparco en este pequeño relato el 11-M y el escalofriante error del expresidente popular de ligar a los etarras con los atentados de Madrid-y la negociación con ETA para terminar con ETA. Fue la puntilla, aunque seguramente hubiera sido tan infructuosa como los intentos previos impulsados por otros gobiernos si la unidad de la sociedad y las instituciones no hubiera ido desgastando a la organización y a su entorno como lo hicieron. Con gran valentía, pero también con lágrimas de sangre y entierros forzados por la sinrazón.
Llegaron después Mariano Rajoy y Pedro Sánchez a La Moncloa. Bildu fue haciéndose un hueco en la política vasca –especialmente en la local- y tomando protagonismo en el parlamentarismo español. El punto de inflexión llegó con Sánchez y su aún cuestionada externa e internamente de darle un espacio a este partido como vinieron después Mariano Rajoy y Pedro Sánchez a La Moncloa. Bildu, los herederos de Batasuna, fueron haciéndose un hueco en la política vasca –especialmente en la local- y tomando protagonismo en el parlamentarismo español. El punto de inflexión llegó con Sánchez y su aún cuestionada decisión de darle un espacio a este partido como socio de su gobierno de coalición, un gobierno en minoría que, según recordó este mismo jueves desde Bruselas el presidente socialista, no puede permitirse renunciar a un solo escaño de sus aliados para sacar adelante políticas sociales.
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