Opinión | MACONDO EN EL RETROVISOR

Peros y peajes

El fútbol femenino ha demostrado que no solo gana mundiales y es superior en el terreno de juego, sino también, por sus arrestos y su solidaridad a la hora de defender con uñas y dientes la dignidad de las jugadoras

Salida de Luis Rubiales de la Audiencia Nacional en septiembre de 2023.

Salida de Luis Rubiales de la Audiencia Nacional en septiembre de 2023. / JOSÉ LUIS ROCA

La semana pasada conocimos la noticia de que la Fiscalía ha pedido dos años y medio de cárcel para Luis Rubiales, por su beso no consentido a Jenni Hermoso y por el acoso al que le sometieron tanto él como su entorno tras los hechos, para intentar librarse de la que se le vino encima. Y no hay más que mirar las reacciones que generó el titular en redes sociales para darse cuenta de que España continúa dividida entre los que han hechos los deberes y los que siguen sin enterarse de qué va la película.

A estos últimos, con algunos iluminados como Toni Cantó como voceros, les parece "exagerada" la pena. Debemos suponer que porque desde que sucedieron los hechos, hace ya más de medio año, no han tenido tiempo de indagar o enterarse de todo lo que revolvió y destapó el famoso ‘piquito’, que en realidad, no fue solo una vergüenza, sino la punta de un iceberg, que el movimiento Se Acabó logró exponer a la luz pública.

El fútbol femenino es mejor desde entonces, porque ha demostrado que no solo gana mundiales y es superior en el terreno de juego, sino también, por sus arrestos y su solidaridad a la hora de defender con uñas y dientes la dignidad de las jugadoras. Pero sin duda ha sido Jenni la que ha tenido que pagar el mayor peaje, personal y profesional, para lograrlo.

Porque cada final supuestamente ‘feliz, que acaba con el ‘malo’ condenado por hechos probados, lleva a menudo aparejada la persecución, el desgaste, y el calvario público, de muchas de las damnificadas, que durante el proceso sufren un juicio paralelo del que casi nunca salen intactas.

Hay una frase en el documental sobre el caso de La Manada, disponible en Netflix desde principios de marzo, que se me ha grabado a fuego en la memoria y que describe el proceso a la perfección: "Lo peor no fue la situación vivida, sino todo lo que vino después", cuenta la víctima rememorando los hechos.

Su valentía para denunciar lo sucedido es indiscutible, pero quizás lo más admirable fue su resistencia para bregar con todo lo que sucedió luego. El cómo las leyes de los hombres (nunca mejor dicho), le fallaron; la exposición pública, el maltrato, por parte de algunos medios, pero también por un porcentaje ruidoso de la sociedad, que le despellejó sin filtros ni piedad.

Resulta contradictorio e inexcusable un sistema que pide y anima a las víctimas a que levanten la voz y denuncien, mientras todos somos testigos de cómo a diario se dictan sentencias, que después quedan en aguas de borrajas, ya sea por dinero o por la ‘letra pequeña’ de la ley.

La flagrante salida de la cárcel de Dani Alves, a golpe de talonario, es el último ejemplo de que la justicia, además de ciega, es fácil de ‘comprar’, aunque no esté al alcance de todos los bolsillos. De manera que lo que un día es un celebrado triunfo para los derechos de la mujer, al siguiente, desaparece de un plumazo. Y así se escribe la historia y se repite.

No nos engañemos, las condenas judiciales no garantizan ningún avance social, a menos que vayan de la mano de la educación, en las casas, en los colegios y en los medios.

Hacen falta muchas jennis, muchas nevenkas, y muchas chicas contra las manadas de ignorantes y desalmados que siguen creyéndose impunes, porque muchas veces lo son. Pero sobre todo hace falta mirarse al espejo y revisar nuestros principios y creencias. Para que la primera respuesta no sea siempre quitarle importancia a los ‘piquitos’, a las agresiones, a las humillaciones o a los ninguneos.

De nada nos valen las penas judiciales, ni las indemnizaciones económicas, si no van acompañadas del repudio social. El otro día, cuando el millonario futbolista salía de prisión tras pagar una ‘anecdótica’ cantidad como fianza, después de pasar poco más de un año entre rejas, pese a la sentencia de cuatro y medio, se podía escuchar claramente a un hombre increpándole y llamándole "puto violador de mierda".

Esas son las voces que hacen falta. Unánimes y rotundas. Sin censuras y sin complejos. Porque hasta que no nos demos cuenta de que valientes tenemos que ser todos y no solo ellas, las víctimas seguirán pensándoselo muchas veces antes de levantar la voz, porque saben, como lo sabemos todos, que el camino va a estar lleno de ‘peros’ y de ‘peajes’, que no todas están dispuestas a pagar con justa razón.