Opinión | LA SUERTE DE BESAR

La sopa, el esparadrapo, el árbol y el tetrabrik

¿Qué lleva a que un podólogo investigue cómo mejorar el esparadrapo para que no sea incómodo e irrite la piel del paciente? Las ganas de cuidar

La sopa, el esparadrapo, el árbol y el tetrabrik

La sopa, el esparadrapo, el árbol y el tetrabrik / INGIMAGE

Dice mi amigo Francesc Grimalt que no hay nadie como una madre para elaborar una buena sopa. No se refiere a la técnica culinaria o a los ingredientes. Se refiere al mimo y cariño que una madre le pone al hacer una receta para un hijo. Grimalt, enólogo maravilloso de 4Kilos, hace esta reflexión cuando cuenta la historia de Gallinas & Focas, el vino que elabora junto a la fundación Esment y en el que participan personas con diferentes necesidades de apoyo.

Esta anécdota sirve para que, quienes le escuchamos, caigamos en la cuenta de que el resultado de hacer las cosas con atención y dedicación es mejor que cuando hacemos las cosas al tuntún y con desapego. A mí me recuerda a lo mucho que me gustaba tener la gripe de pequeña. Primero, porque me sentía infalible y sabía que me curaría y, segundo, porque me quedaba en casa y mi madre me mimaba al volver del trabajo. Me hacía esa sopita famosa con fideos y me arropaba. Hay pocas sensaciones más placenteras que el que tu madre te arrope y te cuide, a pesar de que eso se valore cuando ya eres mayor y ya nadie lo hace.

Hice latín hasta COU. Mientras mis compañeros estudiaban Biología o Matemáticas, cuatro chavales y yo nos dedicábamos a traducir textos de Julio César y a hablar sobre orígenes de vocablos. Recuerdo cuando el padre Estelrich (a quien le doy mil veces las gracias por haber sido tan buen referente) nos habló sobre la etimología de la palabra ‘cuidar’, que proviene del término ‘cogitare’, que significa ‘pensar’. Para cuidar, primero, hay que pensar. Pensar en el otro. En uno mismo. Hay poesía en todo eso. Al margen de las situaciones de dependencia, en las que todos sin excepción, necesitaremos recibir atención, admiro a quienes aportan su grano de arena a esto de hacer la vida más agradable a los demás, aunque sea a través de detalles nimios que apenas percibimos.

Tienen la habilidad de observar y de detectar un problema y la capacidad de dilucidar cómo resolverlo. Pensé en esto al leer la historia de un podólogo que se emperró en mejorar el esparadrapo. Un enser que no salvará vidas, pero que es útil y necesario. El especialista quería evitar la irritación de la piel y la incomodidad de ponerlo (y no hablemos de quitarlo). Su inteligencia para ver la oportunidad y plantear una solución han perfeccionado el producto. Quienes sufren vendajes, seguro lo agradecen.

No hay ciudadano que no se beneficie de la regla 3/30/300 del investigador Cecil Konijnendijk. Ver 3 árboles desde casa, vivir en un barrio con un 30% de cobertura vegetal y a menos de 300 metros de un parque. La temperatura bajaría y nuestra salud mental subiría. Sombras, verde, lugares para sentarse, charlar y, ya puestos, semáforos inteligentes para vehículos y peatones. Adaptan los tiempos de espera a las necesidades y facilitan la reducción de emisiones.

Haré una ola a quien invente la forma de abrir un tetrabrik de leche, una botella de agua o una lata de sardinas sin dejarme los dedos y las uñas en el intento. Como aún estoy en edad de merecer, me las apaño como puedo, pero ¿qué sucede con los mayores o con quien tiene problemas psicomotrices? Pensar para cuidar.