Opinión | EL REVÉS Y EL DERECHO

Contra el insulto y contra la vileza

Ahora que he querido escribir sobre el insulto que ha recibido Pedro Sánchez por parte de Santiago Abascal tuve la tentación de buscar en el libro Contra el insulto alguna referencia del pasado que me sirviera para explicarme raíces o síntomas de ese vocabulario que unió, de parte del líder de Vox, al presidente del Gobierno con Mussolini

Pedro Sánchez

Pedro Sánchez

En un libro que se titula Contra el insulto guardé el último quince de junio, recortado, un artículo imperdible de Antonio Muñoz Molina, publicado ese día en El País. Contra el insulto (Turpial) recoge recuerdos escalofriantes de insultados españoles de los años 80 y noventa, cuando aquí la democracia se mezcló con la maledicencia y tanto los medios de comunicación, la judicatura o las personas nos desviamos de la buena costumbre de ser sobrios y respetuosos.

Para hablar de ese fenómeno del insulto y de la mala educación, el autor de aquel libro (que es quien ahora lo recuerda) se sirvió de la opinión y los juicios de importantes personalidades de la filosofía de la ética y del periodismo, Emilio Lledó, el maestro de las aulas y de los parques y de la calle, y de la literatura de pensar, e Iñaki Gabilondo, el maestro aún no superado del periodismo.

El capítulo en el que ambos expresaban las razones de su alarma sobre la facilidad de insultar, de desear el mal y de hacer de la burla, y del escarnio, un modo de ser de los medios y de la ciudadanía en general, se titulaba El insulto como chantaje y como asesinato moral. Entre los protagonistas agraviados (insultados) que protagonizaron las distintas estancias de ese libro, publicado en 2012, estaban Jacinto Pellón, Pilar Miró, Teddy Bautista y Luis Montes.

Éste último, Montes, era el doctor Montes, médico que ayudó a morir a personas de salud irrecuperable, que fue insultado salvajemente por gente de rango público que pagaron (poco, parece) por ello. Teddy Bautista fue el director de la Sociedad General de Autores; mucho antes de que fuera juzgado fue arrimado al ascua donde habitan los malos, y recibió tanto insulto como el que cabe en el basurero mayor de la historia del insulto. Cuando todo lo que se dijo contra él fue sobreseído, los diarios pasaron por alto de la sentencia para que quedara memoria solo de la llaga. Pilar Miró fue perseguida por un asunto de malversación, magnificado por quien, o quienes, la odiaban, y purgó todo tipo de bajezas y de burlas, hasta que, rehabilitada por la justicia, reivindicó su nombre y lo restituyó para el bien de su memoria. Jacinto Pellón era un ingeniero que hizo de la Expo de Sevilla de 1992 un éxito mundial. Como era el que administraba aquella mina de oro, y lo hacía como mandaba la ley y sin concesiones bastardas, fue vilipendiado con descaro, e insultado hasta el “asesinato moral”.

Aquel 15 de junio reciente Antonio Muñoz Molina escribía en el diario donde colabora un artículo (La era de la vileza) que, como muchos de los suyos, quise guardar en un sitio que no permitiera pérdida. Y ahora que he querido escribir sobre el insulto que ha recibido en Buenos Aires el presidente del Gobierno español por parte de Santiago Abascal tuve la tentación de buscar en aquel Contra el insulto alguna referencia del pasado que me sirviera para explicarme raíces o síntomas de ese vocabulario que unió, de parte del líder de Vox, a Pedro Sánchez con Mussolini.

En la entrevista que publicó Clarín, el gran diario de Buenos Aires, él no se asiste de ese nombre propio tan vilipendiado por la historia, pero su portavoz en Barcelona, Ignacio Garriga, se sintió inclinado a rebuscar en la referencia histórica que sitúa a aquel dictador en su peor momento de la vida, la muerte, y la muerte siendo colgado, por los pies, en la plaza pública.

Interrogado por sí mismo, el señor Garriga remitió a ese hecho en particular para darle naturaleza de la historia al insulto con el que su jefe, en Buenos Aires, decidió abrir este nuevo frente de la mala idea, contra la que, naturalmente, hemos de estar hasta los que se sientan mirando de lado cada vez que alguien se manifiesta de esta forma contra quienes han sido elegidos (por seres como ellos) como el peor, el más fácil, de insultar, de todos los presentes protagonistas de la historia.

En aquel Contra el insulto que señalé más arriba don Emilio Lledó, mi maestro, me dijo sobre esta horrible manera de tratar al adversario o, simplemente, al prójimo:

“He leído libros interesantísimos, y otros no tan interesantes, sobre Azaña, por poner un ejemplo de lenguaje. Un día, hace años, me fui a la Hemeroteca Nacional y consulté los periódicos de aquella época y me di cuenta de cómo estaban matando a don Manuel Azaña a golpe de palabra. A golpe de insulto. Estaban preparando un posible –por suerte no llegó a tener lugar, no el suyo, pero sí el de muchos otros—homicidio. El desprecio, la violencia contra ese personaje, que tendría sus problemas pero es un grande de la cultura y de la vida española, fue un paradigma de la construcción de aquel odio, de aquel proceso vil contra personajes de alto valor civil y moral”.

Don Emilio añadió: “Después de esas palabras aniquilantes el que se pronto alguien llegue y lo elimine físicamente, pues es una consecuencia”. En el libro está guardado aquel texto de Muñoz Molina, y ahora lo he puesto en las páginas donde don Emilio habla con Iñaki. Ahí están esos testimonios. A golpe de palabra, esta vez para el bien.