Opinión | UNA IBICENCA FUERA DE IBIZA

David contra Goliat

Nadie dijo que David venciera a Goliat todas las veces. Lo que tiene de epopeya no es la victoria, sino el intento cuando la victoria es improbable pero la causa es justa

Los palestinos llevan el cuerpo de un hombre muerto en ataques israelíes contra casas, en medio del conflicto en curso entre Israel y el grupo islamista palestino Hamas, en el campo de refugiados de Magazi, en el centro de la Franja de Gaza, el 5 de noviembre de 2023.

Los palestinos llevan el cuerpo de un hombre muerto en ataques israelíes contra casas, en medio del conflicto en curso entre Israel y el grupo islamista palestino Hamas, en el campo de refugiados de Magazi, en el centro de la Franja de Gaza, el 5 de noviembre de 2023. / REUTERS/Mohammed Salem

Abraham Johannes Muste fue un clérigo y activista estadounidense de origen holandés. Un pacifista a quien la Guerra de Vietnam pilló ya anciano y no obstante, se plantó frente a la Casa Blanca noche tras noche durante años sosteniendo una vela encendida. Una noche lluviosa un periodista intrigado por aquella protesta de un solo hombre se acercó y le preguntó:

—¿Realmente cree que va a cambiar las políticas de este país quedándose aquí solo de noche con una vela?

—Oh —respondió Muste— no lo hago para cambiar el país. Lo hago para que el país no me cambie a mí.

Suya es la frase “No hay un camino a la paz, la paz es el camino”. Murió sin ver el final de la guerra.

Hördur Torfason, un actor y activista islandés, al estallar la crisis financiera en su país, se plantó frente al Parlamento. Cada día. Al principio solo, pidiendo a los transeúntes que se unieran. Después junto a miles de personas que sin más armas que unas cacerolas y cucharas derrocaron al gobierno. En lugar de rescatar los bancos, los banqueros acabaron en prisión y el ex primer ministro de Islandia, el conservador Geeir Haarde, juzgado por negligencia grave en la gestión de la crisis.

Aunque el Tribunal lo consideró culpable de inacción ante la situación que acabó en el colapso del país, no fue sentenciado. Más adelante sería nombrado embajador en Washington.

Esta semana conocíamos la renuncia presentada por Craig Mokhiber, director de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en Nueva York. Abogado en derechos humanos y que trabajaba en la ONU desde 1992. Entre otros cargos desempeñó el de Asesor Principal de Derechos Humanos de la ONU en Palestina. Se despedía con una carta dirigida al Alto Comisionado, Volker Türk: "Alto Comisionado, volvemos a fracasar. Una vez más estamos viendo cómo se desarrolla un genocidio ante nuestros ojos y la organización a la que servimos parece incapaz de detenerlo". "La actual matanza masiva del pueblo palestino, arraigada en una ideología colonial etnonacionalista de colonos, continuación de décadas de su persecución y purga sistemáticas, basadas enteramente en su condición de árabes, y unida a declaraciones explícitas de intenciones por parte de dirigentes del gobierno y el ejército israelíes, no deja lugar a dudas ni a debate.

Campo de refugiados de Al-Maghazi, en  la Franja de Gaza.

Campo de refugiados de Al-Maghazi, en la Franja de Gaza. / Europa Press/Contacto/Omar Ashtawy

En Gaza, se atacan sin miramientos hogares civiles, escuelas, iglesias, mezquitas e instituciones médicas y miles de civiles son masacrados. En Cisjordania, incluida la Jerusalén ocupada, se confiscan casas y se reasignan en función de la raza", señalando que "los gobiernos de Estados Unidos, el Reino Unido y gran parte de Europa son totalmente cómplices de la terrible agresión". Incumpliendo los Convenios de Ginebra y "de hecho, armando, proporcionando apoyo económico y cobertura a las atrocidades de Israel". Pero se marcha. Mostrándonos que abandonar no es tirar la toalla, que la lucha a veces es dar un golpe sobre la mesa, decir no en mi nombre.

Nadie dijo que David venciera a Goliat todas las veces. Lo que tiene de epopeya no es la victoria, sino el intento cuando la victoria es improbable pero la causa es justa.

La misma semana que Mokhiber se marcha, la delegación israelí ante la ONU osa presentarse luciendo una estrella de David en la solapa. La misma maldita insignia con la que los nazis marcaron a los judíos. Agarrándose al papel de víctima que convalide como defensa lo que es ataque, y si se trata de la legítima batalla del Holocausto, de David contra Goliat, ¿quién puede no respaldarlo?

¿Pero quién fue, y sobre todo, quién es hoy David? Como todas las sagradas escrituras, se ha —las han— corrompido tanto bajo las manos de los hombres que el verdadero pecado es creer ciegamente en ellas.

La Biblia hebrea narra que los filisteos —antiguos habitantes de Palestina— estaban a un lado del valle y los de Israel al otro cuando Goliat, que medía 6 codos y un palmo, les gritó: "¡Hoy yo afrento al ejército de Israel! ¡Dadme un varón que luche contra mí!". Pero al ver llegar a David, "lo despreció, porque era un mozalbete rubio y bien parecido". Valiéndose de nada más que una honda y una piedra, David mató a Goliat y le cortó la cabeza. Después, los filisteos huyeron y los hijos de Israel saquearon sus campamentos.

El Corán cuenta una historia tan distinta como la misma, donde Jalut (Goliat) era un pagano que tenía sitiada parte de aquellas tierras oprimiendo a sus habitantes. Lo venció el joven Dawud por la voluntad de Alá, quien lo nombró rey y bendijo con sabiduría. "Porque si no fuera porque Alá controla a unos por medio de otros, la tierra se habría corrompido, pero Alá es Misericordioso con todos".

Por eso, a veces, entre el ruido de las piedras, sobre todo cuando el adversario mide muchos codos, es fácil pensar: ¿Y para qué? ¿Qué puedo cambiar yo si apenas cuento con una vela, una cacerola o la garganta afónica de repetir no en mi nombre? La respuesta es: nada. Pero habrá que seguir… Para que el mundo no me cambie.