Opinión | LA VENTANA LATINOAMERICANA

Argentina: se vota en dos semanas (II parte)

Con independencia de quien sea el próximo presidente, el futuro se presenta traumático, tanto económica como políticamente, y no solo en gobernabilidad

Massa y Milei votan durante las elecciones en Argentina.

Massa y Milei votan durante las elecciones en Argentina. / EFE

Completada la primera vuelta de las elecciones presidenciales argentinas, la segunda y definitiva tendrá lugar dentro de poco más de dos semanas, el 19 de noviembre. Tras la sorpresa de las primarias de agosto, cuando ganó el candidato ultraliberal Javier Milei, esta vez el libreto volvió a fallar debido, entre otras cosas, a que la cuota de lo inesperado corrió a cargo del ministro – candidato Sergio Massa, quien obtuvo la mayor cantidad de votos.

En esta ocasión Massa está mejor posicionado que Milei para ganar el premio mayor. A la espera de saber quién obtenga la llave para acceder a la Casa Rosada, no se puede excluir a priori una nueva sorpresa. La segunda vuelta, como cualquier balotaje, es una elección completamente distinta, donde todo puede ocurrir. Hay que partir de la premisa de que la mayor parte de los electores deberán decidir cuál candidato es el menos malo, y no el que concita la mayor parte de sus simpatías.

Muchos piensan que deberán elegir entre el horror y el espanto. Para resolver la ecuación es necesario saber cuánto peso tiene el anti kirchnerismo (o el anti peronismo) después de períodos tan prolongados de gobierno. O cuánto temor suscita perder la protección del aparato estatal, por mínimo que sea (aunque no lo es) y la merma de derechos y libertades. La frustración de muchos ciudadanos, su cabreo ante las promesas incumplidas por los políticos, la famosa casta, se enfrenta al clientelismo y a las cuantiosas ayudas públicas, utilizadas en esta ocasión sin ningún pudor. La forma en que se resuelvan estas cuestiones conducirá a la elección bien de Milei o bien de Massa.

Con independencia de quien sea el próximo presidente, el futuro se presenta traumático, tanto económica como políticamente, y no solo en gobernabilidad. El actual ministro de Economía, que con fines cosmético – electorales pretende no ser parte del gobierno, un objetivo similar al de la vicepresidenta Cristina Kirchner, dejará una pesada herencia para su sucesor, incluso en el probable caso de que sea él mismo.

Una inflación que ronda el 150% anual, un tipo de cambio cercano a 1.000 pesos por dólar, reservas negativas en el Banco Central, un nivel de pobreza superior al 40% y una deuda disparada con el Fondo Monetario Internacional (FMI) son parte de ese histórico legado. Sabiendo que el nuevo presidente asumirá el 10 de diciembre no se descarta una fuerte devaluación antes del final de 2023, así como duras medidas de ajuste, las mismas que fueron postergadas durante tanto tiempo por motivos políticos y electorales.

Convencido de ganar, Milei se entrega a las masas al final de su campaña en Buenos Aires

Convencido de ganar, Milei se entrega a las masas al final de su campaña en Buenos Aires / Archivo

La gobernabilidad también se antoja complicada por la fuerte fragmentación existente en ambas cámaras, Congreso y Senado, aunque en esta última la posición del actual oficialismo es un poco más confortable. También incide la nueva distribución del poder territorial, gracias a las gobernaciones conquistadas por Juntos por el Cambio (JxC). Sin embargo, lo que probablemente tenga mayor incidencia sea la reconfiguración del tablero político.

En los dos mayores bloques habrá importantes movimientos. Ya los está habiendo en JxC. El núcleo duro del macrismo, comenzando por Mauricio Macri, ha anunciado su apoyo a Milei, propiciando la ruptura con el radicalismo y otros partidos menores, más favorables a la neutralidad, aunque favorezca al candidato oficialista.

En el peronismo, Massa emerge claramente como el nuevo líder. Habrá que ver qué relación establezca con Cristina Kirchner y el kirchnerismo, dado el precedente de Alberto Fernández. Será importante saber cómo manejará la complicada agenda judicial de la expresidenta, pero también lo que decida el kirchnerismo ante un movimiento peronista que por primera vez no controlará en más de 20 años.

¿Será suficiente el poder que mantiene en la provincia de Buenos Aires? ¿Aceptará perder buena parte de las prebendas mantenidas en las últimas dos décadas, tanto en la Administración como en las empresas públicas, o se escindirá de la línea oficial para crear una corriente alternativa? La experiencia de Montoneros en los años de 1970, con su fallida puesta en marcha del Peronismo Auténtico, es un precedente a tener en cuenta.

Las encuestas, poco fiables, apuntan a una ligera ventaja del ministro – candidato Massa frente a Milei, pero sin descartar un resultado apretado, con una mínima diferencia entre ellos. Una final tan disputada, amén de la incertidumbre, restará legitimidad al nuevo gobierno. Por eso, los presidenciables buscan conquistar el centro a la vez que envían algunas señales de su disposición a constituir gobiernos de concentración nacional, aunque con obvias exclusiones.

Con todo, los dilemas y desafíos de Argentina son tan serios que podrían no tener solución salvo que quien resulte electo aporte grandes dosis de responsabilidad, se decante por defender el interés general y por abrir canales de diálogo y negociación hasta ahora inimaginables en la política nacional. Sin ellos, el futuro del país será sumamente complicado y lastrará el porvenir de las próximas generaciones.