Opinión | EL TRIÁNGULO

Destruir

Lo del ataque que tuvo lugar sobre Israel el domingo fue un ataque terrorista preparado y organizado minuciosamente y con el que todavía desconozco quién sale beneficiado

Edificios destruidos por los bombardeos de Israel contra la Franja de Gaza tras la ofensiva del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás)

Edificios destruidos por los bombardeos de Israel contra la Franja de Gaza tras la ofensiva del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) / Europa Press/Contacto/Mahmoud Ajjour

Cuando era pequeña recuerdo que para mis mayores había dos tipos de dictaduras: las fascistas y las comunistas y no sé muy bien por qué , pero las de ideología bolchevique eran siempre mejor vistas, se presentían menos dañinas y con una justificación, a ojos de una niña de siete años, endiabladamente laberíntica, porque tan malas eran las unas como las otras, pero había en esos hombres y mujeres un ruego utópico que justificaba su forma de ver y entender el mundo por el que les había tocado transitar y ese ruego justificaba en ocasiones lo injustificable, haciendo que pareciera lo que no era y que la historia posteriormente nos revelaría que sí era.

El pasado domingo amanecimos con el ataque de Hamás (Movimiento Islámico de Resistencia) sobre Israel, un ataque que pilló al mundo desprevenido cuando el mundo anda intentando poner algo de cordura en esa guerra entre Rusia y Ucrania que, además de adormecer nuestras economías, nos dispone a cualquier cosa en un futuro inmediato: siempre hay un botón nuclear con el que amenazar y destruir, con el que hacer que todo salte por los aires sin saber muy bien las razones, solo el cúmulo de las mismas. Hamás de alguna forma pulsó su propio botón nuclear cuando dio la orden a ese ataque que produjo cientos de víctimas, personas desaparecidas, secuestros en domicilios particulares y el asalto a una zona donde se estaba celebrando un festival paradójicamente por la paz en medio de una guerra que acababa de iniciarse. Y digo que pulsó su propio botón nuclear porque sabía perfectamente cuál iba a ser la respuesta de Israel: destruir Gaza, dejarla reducida a cenizas, hacer que sus habitantes, que mucho han sufrido ya, sean las víctimas de la codicia de otros y de su propia pobreza.

Esa misma mañana, y ante el estupor y el terror de las informaciones, se produjeron las primeras reacciones políticas y me sorprendió ver cómo algunos de ellos hacían lo mismo que mis mayores al no calificarlo como un ataque terrorista por lo mucho que el pueblo palestino ha sufrido y por cómo ha sido maltratado por Israel y otras potencias mundiales.

Una cosa, desgraciadamente, no quita la otra y lo del ataque que tuvo lugar sobre Israel el domingo fue un ataque terrorista preparado y organizado minuciosamente y con el que todavía desconozco quién sale beneficiado. Alguien saldrá, supongo, y la historia nos lo irá revelando con su crudeza y realismo, de la misma forma que en estos días nos atraganta con la destrucción de Gaza.