Opinión | A PIE DE PÁGINA

España se agita

"PP y el PSOE han entrado en una dinámica de destrucción mutua, hurgando en las debilidades del adversario, mientras los independentistas van imponiendo en compacto pelotón sus exigencias, sin asumir responsabilidad alguna de ningún tipo"

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en un pleno del Congreso.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en un pleno del Congreso. / JUAN CARLOS HIDALGO / EFE

La semana previa a la sesión de investidura en la que Feijóo hará el papel de aspirante iba a transcurrir en una espera anodina. Estaba siendo, se decía, una pérdida de tiempo. Pero no fue así. La política agita de nuevo a la sociedad española, a pesar del cansancio acumulado en todos estos años. Y a buen seguro la excitación irá a más en las próximas semanas. El uso de las lenguas cooficiales en el Congreso caldeó el ambiente.

El alegato de Felipe González y Alfonso Guerra al unísono contra la amnistía, acusando a Pedro Sánchez de deslealtad hacia el partido de los tres, encendió la polémica. El tono de la misma se volvió agrio desde el momento en que el presidente del Gobierno, en Nueva York, dio a entender que está dispuesto a aprobar una ley de amnistía con el apoyo de la mayoría parlamentaria progresista que se obstina en decir que él representa. Sus palabras corrieron como la pólvora y reanimaron la controversia en torno al asunto, a las condiciones de la investidura y, en fin, a su manera de entender y ejercer el oficio de la política.

La posición de Pedro Sánchez respecto a las demandas del independentismo catalán era presentida. Unos las aguardaban con impaciencia y otros con una ira contenida. Pocos dudaban. Solo faltaba que las verbalizara para iniciar el cruce de acusaciones y exabruptos en todas las direcciones.

Del aburrimiento hemos pasado al alboroto. Donde debía tener lugar un debate argumentado hay una melé que no contribuye a esclarecer la cuestión y adoptar una decisión fundada en razones y sujeta a las formas propias de una democracia. La formación del Gobierno ha provocado una trifulca, que arroja un primer balance: todos los grandes partidos estatales sufren tensiones internas, y el PP y el PSOE han entrado en una dinámica de destrucción mutua, hurgando en las debilidades del adversario, mientras los independentistas van imponiendo en compacto pelotón sus exigencias, sin asumir responsabilidad alguna de ningún tipo.

La política agita de nuevo a la sociedad española, a pesar del cansancio acumulado en todos estos años

Esta descripción no es completa si no queda debidamente anotado el hecho de que el Gobierno en funciones, con el PSOE en silencio, esté negociando su continuidad con líderes políticos, como ocurre en el caso de ERC y Junts, que no desempeñan un cargo en su partido y están pendientes de ser juzgados por la justicia española. El panorama, en su conjunto, refleja un desajuste general y grave en el funcionamiento de la democracia española.

La encuesta poselectoral del CIS deja claro que los españoles no permanecen impasibles ante la situación política. Realizada en los primeros días de septiembre a una muestra muy amplia, en la que son mayoría los votantes del PSOE, confirma que el 20% de los electores cambiaron su voto durante la campaña y, de ese porcentaje, uno de cada tres lo hicieron en la jornada de reflexión o el día de la votación. El dato que mejor ilustra el estado de ánimo y la actitud de los españoles revela que el 71% de los votantes no está satisfecho con el resultado de las elecciones. Un 35% incluso es partidario de repetir las elecciones.

PP y el PSOE han entrado en una dinámica de destrucción mutua

Esta opción tiene el apoyo de una mayoría de votantes del PP y VOX. Pero también la respalda un 20% de los votantes socialistas y el 15% de los de Sumar. Los votantes de Bildu y de Junts son, por el contrario, los que declaran sentirse más satisfechos con el resultado. Pensando en unas eventuales elecciones, el mayor trasvase de votos detectado en las respuestas supondría una pérdida para Vox en beneficio del PP. Más allá del escrutinio y la distribución del voto, los españoles ven en la política el primer problema del país, aunque no perciban que les afecte personalmente en igual medida. La mitad de los encuestados, con predominio de los votantes del PP y Vox, manifiestan no tener simpatía por ninguna sigla. La desafección hacia los partidos está en el origen de nuevas organizaciones políticas, cuya creación ha sido ya anunciada.

En las próximas semanas, se resolverá el trámite de la investidura y podremos tener una visión más concreta de la situación. Le toca a Feijoo abrir camino. De ahí la importancia de su discurso. Sin olvidar que es su obligación presentar un programa de gobierno, tendrá la oportunidad de enviar un mensaje ajustado a la realidad y conciliador a todos los españoles, que solo desean sentirse respetados por los políticos, instituciones que funcionen con limpieza, una predisposición de los partidos al diálogo, y menos juego sucio. La sociedad española está en trance de experimentar una profunda división por el que muchos consideran el asunto más problemático de su historia sin resolver y necesita, tanto como en la Transición, un buen liderazgo político.