Opinión | MACONDO EN EL RETROVISOR

De puertas y llaves

Ojalá que las puertas no vuelvan nunca más a cerrarse y que lo logrado por estas chicas con estrella no quede en agua de borrajas. Que los medios y los periodistas no nos olvidemos nunca de su esfuerzo y su valía

Jenni Hermoso se arrodilla en el Estadio de Sídney, durante la final del Mundial femenino de fútbol.

Jenni Hermoso se arrodilla en el Estadio de Sídney, durante la final del Mundial femenino de fútbol. / EFE

En Irlanda, donde el fútbol (soccer, le llaman ellos) es un deporte minoritario, los medios y la opinión pública beben los vientos por nuestra selección femenina. Llevo semanas intentando explicarle a mi familia política cómo es posible que un equipo de semejante calidad haya tenido una repercusión tan templada y lejana a los ecos de la pasión que despierta la mítica Roja, masculina, que irónicamente tan pocas alegrías nos ha dado en los últimos años. 

Para ellos es un sinsentido. Aunque claro está, parten de un caldo de cultivo distinto. Aquí las mujeres llevan décadas jugando los deportes gaélicos de forma normalizada y aunque todavía les queda, para ser totalmente equiparables a los hombres, las niñas, entrenan y juegan desde pequeñas, alentadas por sus familias y por las gradas de seguidores. 

De manera que les es complicado entender la idiosincrasia del deporte rey en España y el por qué, durante muchos años, las chicas no han tenido ni referentes ni valedores, que las sacaran de las plazas y los complejos deportivos y las llevaran a llenar los estadios.

Pero hace unos días, me topé con una entrevista de Jennifer Hermoso, para RTVE, antes de la fantástica final en Sídney, y escuchándola entendí, que el mejor ejemplo para ilustrar la evolución del fútbol femenino en nuestro país es su propia trayectoria y su actuación en el partido de la victoria. 

Que una chiquilla de barrio (Carabanchel, Madrid) que compartía con su abuelo, seguidor del Atleti, su pasión por el balompié, haya logrado ganar una Champions y un Mundial, es sin duda un hito, no sólo para ella y las otras 22 campeonas, sino para todas las que vendrán detrás, para la afición y para la Historia de este deporte.

Pero no ha sido un camino de rosas. La jugadora aseguraba que han "abierto muchas puertas sin llaves". Aunque en realidad, sí que las tenían: ellas, con su tesón y su valentía. Partido a partido, levantándose física y psicológicamente muchas veces, han derribado infinidad de muros cimentados en años de prejuicios y ninguneos. Por derecho, sin contratos millonarios ni grandes titulares, pero de forma imparable. 

Contaba Jenni que han tenido que pelear, sufrir y "callar muchas bocas" para que simplemente les dejaran "disfrutar jugando al fútbol". Y los 113 minutos que luchó por el título frente a Inglaterra, fueron la epítome de la evolución de la categoría femenina y de su equipo en el torneo.

Falló un penalti, que hubiera aligerado la tensión y casi garantizado la victoria, y sufrió dos entradas contundentes. Por un momento, le vimos tambalearse y dudar. Pero se recuperó y junto a sus compañeras jugó con coraje hasta el último minuto de partido, para poder lograr levantar el merecido trofeo junto a su equipo, con la camiseta cambiada con su inseparable Alexia Putellas y con los ojos llenos de lágrimas y de orgullo.

Partido a partido, levantándose física y psicológicamente, han derribado años de prejuicios y ninguneos

Es difícil justificar ante nadie que en un país, donde contamos con las infraestructuras, los medios, los seguidores e indudablemente la pasta, a las mujeres les haya costado tanto alcanzar el reconocimiento y los laureles. 

Hay quien todavía defiende que el feminismo ya no es necesario. Que ya no quedan luchas pendientes, que es todo ruido y política. Pero valorando los años que han tenido que pasar, las generaciones perdidas de jugadoras que colgaron las botas, las críticas y las zancadillas físicas y morales, hasta lograr tener un equipo de campeonas del mundo, lo mismo hay que revisar los discursos, pero sobre todo, las acciones.

Espero que España reciba a Hermoso y a sus compañeras como las heroínas que son. Todavía recuerdo el aterrizaje de Casillas y los suyos en Madrid después de ganar el mismo título en África. Aquél arco de agua y la pancarta: Bienvenidos a un país más feliz. 

Esta otra Roja no sólo nos ha hecho disfrutar, lo ha cambiado todo. Será siempre recordada como la primera selección en convertirse en referente y santo y seña de todas las niñas que sueñan con ser futbolistas y que ahora podrán seguir sus pasos. 

Ojalá que las puertas no vuelvan nunca más a cerrarse y que lo logrado por estas chicas con estrella no quede en agua de borrajas. Que los medios y los periodistas no nos olvidemos nunca de su esfuerzo y su valía. Que los clubes y las federaciones les den su lugar. Y también que todos los aplausos se traduzcan en cambios y mejora de condiciones, también económicas, que de palmaditas en la espalda no se vive.