Opinión | ELECCIONES

España, gran democracia que merece reformas

Los partidos minoritarios y los nacionalistas -que tienen todo el derecho a existir y a influir, por supuesto- tratan de imponerse, a veces incluso de forma despótica; los dos grandes partidos están condenados a aceptarlo o a quemar sus posibilidades de gobierno

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, la última vez que coincidieron, en el único cara a cara de las elecciones generales del 23J en Atresmedia.

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, la última vez que coincidieron, en el único cara a cara de las elecciones generales del 23J en Atresmedia. / José Luis Roca

Algo habrá que hacer en el futuro para mejorar el sistema democrático; entre otras cosas, modificar la ley electoral para que los partidos minoritarios no puedan imponer sus exigencias y sus programas sobre el deseo de mayorías que los multiplican en votos y escaños. España no tiene elecciones presidenciales como Estados Unidos, sino legislativas. Ni tampoco segunda vuelta, como en Francia, donde concurren los dos más votados en la primera. Aquí hacen falta 176 diputados -la mitad más uno del Congreso- para investir a un presidente. O menos si alguien se abstiene constructivamente; pero por desgracia eso no suele ocurrir ya que la tensión entre los dos bloques parece irreconciliable. También esa actitud debe revisarse.

En esa dinámica es cuando los minoritarios y los nacionalistas -que tienen todo el derecho a existir y a influir, por supuesto- tratan de imponerse, a veces incluso de forma despótica. Los dos grandes partidos están condenados a aceptarlo, o a quemar sus posibilidades de gobierno. Ahí es cuando Vox, por ejemplo, impone en el parlamento valenciano a una presidenta antivacunas; o a declarados negacionistas del cambio climático en puestos de responsabilidad; o cuando exige modificar los programas electorales del Partido Popular y se le acepta. O por ejemplo, cuando la ministra de Igualdad, de Podemos, se empecina en no admitir rectificaciones del efecto indeseado de rebajar penas a los violadores sin reconocer el error legislativo echando la culpa a los jueces exclusivamente. Cuando el goteo de excarcelaciones ya era insoportable, el presidente Pedro Sánchez aceptó pactar una rectificación de esa ley con el PP. Y en la campaña se disculpó por la tardanza en corregirlo.

¿Qué hubiera sucedido de haber cesado desde el principio a la ministra de Igualdad que se negaba a rectificar? ¿Qué hubiera pasado si el Partido Popular se planta ante las exigencias desaforadas de Vox? Seguramente, en ambos casos, la ciudadanía se lo habría agradecido en las urnas. Y al límite, para eso está el recurso a la repetición de elecciones.

Aún con esos y otros reajustes pendientes, España es, definitivamente, un gran país también en el plano democrático. Solo los malos perdedores siembran dudas. Con todos sus problemas de desigualdad, de la avería en el ascensor social que especialmente perjudica a los jóvenes y del encaje siempre pendiente de Cataluña en el Estado, esta es una democracia sólida y con un sistema de voto limpio -entre los diez mejores países del mundo- y con una ciudadanía tremendamente responsable. Se diría que más que algunos de sus representantes políticos. Se le colocan por sorpresa elecciones anticipadas en pleno 23 de julio abrasador y acude a votar masivamente, cambiando planes familiares de vacaciones, porque sabe lo que se juega. Se dobla el voto por correo -habría que aplaudir también a los carteros- y se ejerce ese derecho. Se le ofrecen tres debates electorales televisados y la audiencia reitera que también lo considera un derecho y que no perdonaría su incomparecencia. Quizás habría que legislar su obligatoriedad.

Sobre esas certezas, la campaña electoral ha resultado casi folclórica pasando de largo sobre los debates económicos, energéticos y sociales. Ha habido demasiadas mentiras, despistes hasta divertidos y dialéctica superficial recosiendo eslóganes. De la campaña en sí misma lo que ha quedado es la oportunidad de crear una Liga Nacional de Metepatas y una clasificación de personajes distinguidos por su inoportunidad. Igual que existen encuestas, debería publicarse ese ranking de torpes para deleite de los ciudadanos. Los hay en todas las casas. Se admiten propuestas.