Opinión | ANÁLISIS POLÍTICO

"Sumar" se adapta a la nueva era

La líder de Sumar y vicepresidenta segunda del Gobierno, ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, comparece para presentar el acuerdo de coalición, a 10 de junio de 2023, en Madrid (España).

La líder de Sumar y vicepresidenta segunda del Gobierno, ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, comparece para presentar el acuerdo de coalición, a 10 de junio de 2023, en Madrid (España). / Gustavo Valiente - Europa Press

Concluida la transición, la maquinaria democrática se puso en marcha sobre una base de bipartidismo imperfecto que resultó funcional, facilitó las alternancias y pareció haberse estabilizado… hasta que en 2007 se produjo la gran crisis global que mostró a los electorados que el "Washington Consensus" neoliberal había fracasado.

El ultraliberalismo, permisivo con el sistema financiero, posibilitó la quiebra de Lehman Brothers y el derrumbe posterior de todo el castillo de naipes del sistema financiero internacional. En España, la ciudadanía miró con decepción e ira a los grandes partidos, que fueron incapaces de prever, de afrontar y de resolver la gran crisis, y se tambaleó el régimen.

El “no nos representan” adquirió una envergadura temeraria y surgieron el populismo de izquierdas, aglutinado en torno a Podemos y aliado finalmente a Izquierda Unida, y el populismo de extrema derecha, que emanó de la nostalgia del franquismo, y que flanqueó al Partido Popular por estribor.

Las elecciones generales de 2015 pusieron de manifiesto el surgimiento de un pluripartidismo que sufrió diversas vicisitudes y que, tras las segundas elecciones generales del 2019, desembocó en un gobierno basado en una coalición entre el PSOE y Unidas Podemos.

Desde entonces, y mientras desaparecía del mapa Ciudadanos a consecuencia de sus propios errores, el sector político aglutinado en torno a Unidas Podemos se ha ido fragmentando y desgastando hasta que quedó muy evidente la necesidad imperiosa de volver a reunir las numerosas formaciones, muchas de ellas de dimensión local o regional, que acabaron formando un mosaico inextricable. Tras la retirada de Pablo Iglesias por un cúmulo de razones que no que cabrían en estas líneas, este tuvo el buen tino de proponer a Yolanda Díaz como impulsora de la gigantesca operación de aglutinar toda la dispersión del espacio.

La tarea era hercúlea por dos razones: de un lado, la política se ha deteriorado hasta parecerse a la de los años treinta, cuando Pérez Galdós y Blasco Ibáñez, progresistas ambos, encabezaron un manifiesto en el que se decía que todos los políticos pertenecen a "ese linaje de ambición que concita el rencor torvo y airado de todo un pueblo".

De otro lado, las fuerzas que convergieron en ese espacio ya no son inocentes: han gobernado, han cometido errores —siempre se cometen— y era necesario que mostrasen cuanto antes una oferta compacta, atrayente, bien facturada y capaz de ilusionar a la clientela natural, de esa izquierda, que tiene valores y que se beneficia de un Estado capaz de garantizar la igualdad de oportunidades. 

Yolanda Díaz, que ha asumido con inteligencia el encargo que le fue realizado, ha conseguido cumplir su objetivo, que muchos creían inalcanzable. Entre los muchos obstáculos que ha tenido que superar, estaba de convencer a Podemos de que no había vida fuera de "Sumar". Ha sido necesario que las elecciones municipales y autonómicas el 28 de mayo dieron una lección de realismo a la organización ahora dirigida por Ione Belarra, que ha experimentado un revolcón inquietante, para que las mesnadas que todavía controla Pablo Iglesias aceptasen ingresar en el aprisco de "Sumar".

El otro obstáculo que se interponía en el camino de Yolanda era el que le impedía incluir en su propuesta una rendición de cuentas del pasado reciente y una recapitulación modernizada de objetivos. Irene Montero ha sido un eficaz motor de las reformas encaminadas a colocar a la mujer en el lugar que le corresponde en la sociedad y en la vida, pero ha cometido errores involuntarios que en política solo se saldan con un paso al lado. 

Superados estos escollos, Yolanda Díaz y su equipo tendrán todavía que cohesionar el conjunto de las más de 17 organizaciones que forman su conglomerado, que solo será operativo si se establecen unas normas de decisión y de funcionamiento confederales, basadas en la buena fe y en la fijación de un programa que recoja las tareas pendientes no ejecutadas en la legislatura que concluye, los pasos siguientes en la tarea de reforma y modernización de este país, y la revisión de lo realizado desde 2018 hasta hoy por si hubiera que resolver alguna disfunción.

A estas alturas, todos los partidos son posmodernos o profesional-electorales, según las conocidas teorías de Pannebianco y Claus von Beyme. Son posteriores a los "partidos catch-all" o partidos de integración, y su componente ideológico se difumina pues intentan atraer a todo el electorado.

Pero esta neblina intelectual, que en el fondo evita el excesivo radicalismo, ha de explicarse: la izquierda de la izquierda ha de asegurar los logros progresistas de la ultima etapa —el nuevo sistema de pensiones, el ascenso del salario mínimo, la reforma laboral, la ley trans, las atenciones sociales a las rentas más bajas, etc. etc.— y ha de ofrecer un catálogo de conquistas pendientes que quede a disposición de futuras coaliciones de gobierno, que, por el momento, en tanto no regrese —si regresa— el bipartidismo, seguirán siendo la fórmula por la que la izquierda llegue al poder.