Opinión | EL OBSERVATORIO

A las puertas de la presidencia española de la UE

El refuerzo en la alianza birregional con América Latina y el Caribe es una prioridad de entre todos los retos en una nueva oportunidad para fortalecer el liderazgo internacional

Bandera de la UE frente a la sede de la Comisión Europea.

Bandera de la UE frente a la sede de la Comisión Europea.

España se encuentra prácticamente a las puertas de asumir, por quinta vez, la presidencia del Consejo de la Unión Europea, una nueva oportunidad para fortalecer el liderazgo internacional, encabezar respuestas comunes a los retos globales cada vez más complejos y afianzar objetivos geoestratégicos relevantes.

El mundo ha cambiado mucho desde la última presidencia española (durante el Gobierno de Zapatero en 2010). La Europa de entonces estaba claramente condicionada por la crisis financiera, con un enorme impacto en sus cimientos financieros y socioeconómicos y una respuesta marcada por la austeridad y el control férreo del gasto público. La de hoy es una Europa que recién despierta de una pandemia, cuyo fin oficial como emergencia ha sido decretado por la OMS hace tan solo unos días y que ha supuesto todo un reto para el estado del bienestar europeo y su capacidad política de respuesta conjunta. 

Hoy, la Unión Europea debe fortalecer su capacidad de anticiparse, prepararse y responder con mayor eficacia y unidad ante futuras crisis sanitarias y climáticas. Así mismo, la Europa del 2023 vive una guerra a las puertas de su territorio, lo que ha desencadenado una imperante necesidad de reforzar su política de defensa, incrementar su autonomía energética y estratégica y luchar contra la inflación.

Por último, somos hoy una Europa demográficamente envejecida, con necesidad de población joven proveniente de otros países (a pesar de no tener un sistema de movilidad humana eficaz) y que sobrevive en un mundo multipolar donde son más necesarias que nunca las alianzas sólidas y estratégicas. 

En este contexto, son muchos los asuntos negociados en este periodo legislativo que ahora acaba y que serán previsiblemente aprobados bajo el liderazgo español. De todos ellos, el refuerzo en la alianza birregional con América Latina y el Caribe es, sin lugar a dudas, una prioridad.

América Latina y el Caribe es hoy por hoy la región más compatible con los valores y las aspiraciones de la Unión Europea, así como el aliado natural en las necesarias transiciones social y ecológica, un compañero deseado en la transición digital y un buen socio en los debates internacionales que se sucederán en el ámbito multilateral en los próximos años. Todas ellas son razones suficientes, además, lógicamente, de nuestros lazos históricos, para aprovechar esta nueva oportunidad y recalibrar una relación estratégica birregional más necesaria que nunca. 

La cumbre UE-CELAC a celebrar en Bruselas el próximo julio marca el inicio de la presidencia y tiene la responsabilidad de estrechar la relación enfriada en los últimos siete años como consecuencia de diferentes factores y tendencias geoestratégicas, así como por la influencia que otros países como China y Rusia han venido ejerciendo desde el punto de vista comercial y político durante los últimos años.

La cumbre de jefes de estado debe ser un punto de partida y no de llegada, generando nuevas estrategias verdaderamente útiles para ambas sociedades, aprovechando las sinergias existentes y siendo capaces de aprobar una agenda política concreta, ambiciosa y generosa, que permita responder juntos a los retos planteados.

Es el momento de desbloquear los acuerdos de asociación, de transitar juntos hacia una sociedad más verde y digitalizada basada en una fuerte cohesión social, el momento de trabajar juntos por instituciones sólidas y democráticas, de ofrecer instrumentos de cooperación realmente útiles a los países en transición, de aumentar el intercambio de estudiantes, fomentar proyectos culturales conjuntos y construir puentes en diferentes ámbitos. 

Para que consigamos resultados óptimos, la cumbre, al más alto nivel, deberá estar acompañada de otros procesos de participación ciudadana si queremos que la relación birregional se enraíce en nuestras sociedades, como pretenden los diferentes foros de sociedad civil convocados previamente. Al final conviene no olvidar que en política, como en la vida, aprovechar las oportunidades únicas y gestionar bien las expectativas que se generan en una relación son la clave de su durabilidad, así como tener la capacidad para entenderse en las discrepancias, la confianza para hablar con claridad y el deseo firme de construir un proyecto conjunto.