Opinión | LA HOGUERA

Una mona racista

En cuanto pasa por encima la apisonadora de la interpretación de un grupo de gente vigilante y moralista, la cagamos: entonces la cosa, el dulce con forma humanoide, ya no es inocente

Figura de chocolate negro retirada de una pastelería de Sant Cugat.

Figura de chocolate negro retirada de una pastelería de Sant Cugat.

El colectivo que ha logrado que retiren una mona de pascua de un escaparate en Sant Cugat se llama Hora Bruixa. La razón que alega Hora Bruixa es que la mona de Pascua evoca la esclavitud, y además es sexista.

Evoca la esclavitud porque es una figura de chocolate, y por tanto negra, y tiene un platillo en cada mano. Es sexista porque no es obesa ni se la ve empoderada, por ejemplo con un lazo violeta o amarillo en la solapa, y porque le han puesto un delantal y un gorro de chef. La fantasía erótica de todo catalanet: una mujer negra con delantal y gorro de chef.

Nadie que haya pasado por ese escaparate de Sant Cugat se ha ido desexualizado, ni poco relleno de odio racista, ni con una idea correcta sobre la esclavitud. Suerte que lo vieron las del colectivo Bruixa, porque todos estos mensajes dañinos para los Derechos Humanos son sutiles. Yo, hasta el momento de conocer la polémica, hubiera jurado que era una prestigiosa chef africana sosteniendo sus últimos descubrimientos culinarios.

No, bromeo: simplemente había visto una mona de Pascua. Reconozco, eso sí, que hay riesgo cuando se llama “mona” a la figura de una mujer negra. Ay, que se nos complica la festividad de los conejos ovíparos a cada paso.

La fantasía erótica de todo catalanet: una mujer negra con delantal y gorro de chef

Lo más interesante de estas polémicas intrascendentes es cómo la interpretación cuando alguien ve una mona X pasa a ser Y desde el momento en que, según la opinión particular de un pequeño grupo de gente, el signo remite al terreno simbólico del racismo, el machismo o lo que sea. Es decir: la cosa todavía no interpretada estaba ahí, en el escaparate, papando moscas, inocente, y supongo que despertaba diversas reacciones o ninguna reacción.

Sin embargo, en cuanto pasa por encima la apisonadora de la interpretación de un grupo de gente vigilante y moralista, la cagamos: entonces la cosa, el dulce con forma humanoide, ya no es inocente, ya no es interpretable, y se queda adherido a una sola forma de verlo. A partir de ahí arranca el típico debate que no lleva a ninguna parte.

El miedo al señalamiento o la acusación categórica hacen el resto, y la pastelería, por no meterse en líos, retira el dulce. Pero ¡mucho cuidado aquí! ¿Qué fue de la chica-mona de Pascua? Si la fundieron para hacer otra mona con ese chocolate o se la comieron, mejor que no trascienda. Ambas opciones podrían verse como terriblemente monstruosas por el mismo grupo que la condenó.

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