Opinión | INTERNACIONAL

Moscú y Washington, cara a cara

Cualquier esperanza de un posible alto el fuego se ha alejado más de lo que ya lo estaba

U.S. President Biden visits Poland

U.S. President Biden visits Poland / EVELYN HOCKSTEIN

El cara a cara a distancia que mantuvieron ayer Vladímir Putin, en Moscú ante las dos cámaras de la Duma, y Joe Biden, en Varsovia ante un público entusiasta, representa un punto crítico en la gestión de la guerra de Ucrania a 48 horas de que se cumpla un año de la invasión. El presidente ruso ha dado un paso más al retirarse del tratado START para la reducción de los arsenales estratégicos; el de Estados Unidos ha proclamado que "Ucrania nunca será una victoria de Rusia" y que los aliados occidentales no se cansarán de apoyar a Volodímir Zelenski.

Una atmósfera de tensión sin atenuantes, alimentada por la presencia en Moscú del ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi, cada vez más dispuesto Pekín a decantar la balanza del lado de Putin. Cualquier esperanza de un posible alto el fuego se ha alejado más de lo que ya lo estaba.

La lógica militar sigue siendo la única en ambos bandos. Lo ha sido para Putin, que hace un año quiso engañar al mundo hasta el mismo día de cruzar la frontera de Ucrania. Lo ha sido para Occidente, que ha pasado a considerar al presidente ruso como un autócrata ante quien cualquier intento de apaciguamiento acabará siendo burlado y frente a quien, en palabras de Biden, ya solo sirve un "no" y proclamar que "no hay libertad sin solidaridad". Y lo sigue siendo también para una Ucrania que no está dispuesta a renunciar a su soberanía, y más cuando las promesas de ayuda militar se siguen cumpliendo y las debilidades rusas siguen quedando al descubierto en una guerra convencional.

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Nada hay nuevo en todo ello más que la confirmación de que es ilusorio esperar en los próximos meses un cese de las hostilidades. Si las izquierdas equidistantes no han encontrado razones en los actos de Putin para ver quién es el agresor, es dudoso que las proclamas nacionalreligiosas de ayer contra los valores de las sociedades occidentales les hagan reflexionar. Ni siquiera la retirada rusa del tratado START, un gesto irresponsable y desafiante, cambia los datos de la ecuación: desde mucho antes del anuncio de Putin era pura entelequia pensar que Rusia estaba dispuesta a someter a control sus armas nucleares de largo alcance.

El Kremlin se ha fijado como objetivo liquidar el statu quo heredado de la caída de la URSS y acordar directamente con EEUU, sin intervención europea, uno nuevo respaldado por China. Para la UE, que ha resistido con más dificultades que EEUU el impacto económico del conflicto pero mucho mejor de lo que se esperaba, la situación es de una gran complejidad porque, mientras prevalezca la lógica militar, estará a expensas de lo que la Casa Blanca disponga para la OTAN. Y hasta que la situación sobre el terreno deje claro a ambos bandos que tan inimaginable es una victoria o una derrota sin paliativos, tanto de uno como del otro, difícilmente cambiarán las cosas.

El mundo necesita que lleguen hasta ese punto, pero aún no se adivinan atajos que eviten la prolongación del conflicto durante un tiempo que, con la información de que ahora disponemos, es imposible pronosticar. Sí cabe esperar que al menos, mientras, siga pudiéndose evitar una escalada mayor.