Opinión | 'CASO NEGREIRA'

Las cuestionables prácticas del Barça

Los datos desvelados por una investigación de Hacienda sobre las relaciones del club con el estamento arbitral exigen explicaciones y no excusas

Jugadores del Barça protestan al árbitro durante un partido en 2017.

Jugadores del Barça protestan al árbitro durante un partido en 2017. / EFE

Una investigación de Hacienda sobre la facturación entre 2016 y 2018 de una empresa propiedad del entonces vicepresidente del Comité Técnico de los árbitros de fútbol español, José María Enríquez Negreira, ha desvelado unas prácticas cuestionables que arrojan dudas sobre las relaciones del Fútbol Club Barcelona y el estamento arbitral. Durante un largo periodo, que abarca las presidencias de Joan Gaspart, Joan Laporta, Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu, el club pagó a esa sociedad siete millones de euros. Según el excolegiado, por asesoramientos verbales para obtener un trato "neutral", lo que justificaría la ausencia de pruebas documentales disparando las alarmas de Hacienda. Según su hijo y administrador de la empresa, en concepto de vídeos técnicos sobre las características particulares de los equipos arbitrales antes de cada partido. 

No se trata solo de una actuación estéticamente incómoda, como querrían que fuese considerada los responsables del club en estas etapas. Salvando la presunción de inocencia y reconociendo que muchos de los hechos hoy estarían prescritos, la relación económica entre un club de fútbol y alguien con cargos de responsabilidad en el estamento arbitral es susceptible de ser considerada una falta muy grave según la ley del deporte. También según el reglamento de la Real Federación Española de Fútbol, que impide ofrecer y aceptar "dádivas", "beneficios" e incluso "invitaciones a terceros". Y lo que es más significativo, podría llegar a ser considerado un delito de corrupción entre particulares, según la fiscalía. Múltiples casos de corrupción política han demostrado que cuando un pago no corresponde a un servicio efectivamente recibido sino a informes fantasmas o de los que nadie sabe nada, es porque hay una contraprestación inasumible públicamente.

Laporta ha reaccionado de forma más acorde a los tiempos de Guruceta que a los del ‘dream team’

Las cantidades manejadas son demasiado altas y el periodo temporal demasiado sospechoso –dependiendo de la versión, los pagos se suspendieron cuando el Barça de Bartomeu tuvo que ajustarse el cinturón o justo cuando Enríquez Negreira dejó su cargo– como para que el club no explique con claridad en qué consistían esos servicios. Debería aclararse si su valor se correspondía a lo que le ofrecía la empresa en cuestión o a quién era quien se beneficiaba de una transacción económica más que sustanciosa. 

La respuesta de la actual directiva del Barça, asegurando que las informaciones coinciden sospechosamente con un buen momento deportivo del club, han sido simplemente impresentables. Tanto como cínicas son las acusaciones llegadas desde otras instancias inmersas en más de un conflicto de intereses o uso de influencias opacas. Pero los datos que han trascendido exigen explicaciones y no excusas. Si Joan Laporta, en su primera etapa, consiguió hacer realidad la imagen de un Barça triomfant y enterrar el eterno victimismo quejumbroso de etapas anteriores, hoy ha reaccionado de una forma más acorde a los tiempos de Guruceta que a los de cualquiera del dream team. Un signo más de regresión que de reconstrucción del club.

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