Opinión | ANÁLISIS

La policrisis

Dentro de España sería lógico que la crisis económica tendiera puentes en lugar de prestar armas arrojadizas para la aniquilación del adversario

Soldados ucranianos posan en un tanque T-80 en una ubicación sin determinar, en el este de Ucrania. /

Soldados ucranianos posan en un tanque T-80 en una ubicación sin determinar, en el este de Ucrania. / / AFP

La palabra de moda en el último año según el Financial Times ha sido “policrisis”, que ha descrito la acumulación de factores negativos que se han aglutinado tras la pandemia y con el estallido de la guerra de Ucrania. Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, ha hablado de “confluencia de calamidades” y Roubini, asesor económico de la Casa Blanca con Clinton, ha utilizado el concepto de “megaamenazas”. En un artículo reciente, este publicista explica que el estancamiento secular heredado de la vieja crisis financiera se ha convertido en estanflación, en tanto el mundo se sumía en una compleja crisis de oferta…. Además, las nuevas amenazas geopolíticas aumentan el riesgo de nuevas guerras frías y calientes; el cambio climático se acelera; los avances en inteligencia artificial amenazan con producir más desigualdad y desempleo, así como armas más mortíferas; por añadidura, estos contratiempos alimentan una reacción populista de gran violencia contra el capitalismo democrático que da lugar al surgimiento de movilizaciones extremistas autoritarias y militaristas de extrema derecha y de extrema izquierda…

La mayoría de los analistas coincide en que la situación actual tiene poco que ver con la crisis de posguerra de la Segunda Guerra Mundial, con estos 75 años de gozosa creatividad que venimos de vivir desde 1945: más bien conecta con el trágico periodo de entreguerras, entre 1914 y 1945. Roubini, en concreto, recuerda que a la primera gran guerra sucedió una pandemia (la gripe española), el crack de 1929, la Gran Depresión, guerras comerciales y de divisas; inflación, hiperinflación y deflación; crisis financieras e incumplimientos masivos; y tasas de desempleo superiores al 20%. Fueron estas condiciones de crisis las que sustentaron el ascenso del fascismo en Italia, del nazismo en Alemania y del militarismo en España y Japón, que culminaron en la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto.

Tenemos pues la obligación de luchar contra esta acumulación de precedentes que podrían arrastrarnos al abismo. Quizá por ello, la pasada cumbre de Davos llevaba por título “cooperación en un mundo fragmentado”. La situación actual llama racionalmente a la cooperación, el concierto, el refuerzo de la globalización. También dentro de España sería lógico que la crisis económica tendiera puentes en lugar de prestar armas arrojadizas para la aniquilación del adversario.