Opinión | IGUALDAD

Las preguntas que deja el #MeToo

¿Qué demostró? Que si era un grito universal, que si millones de mujeres habían pasado por una experiencia de acoso y de violencia sexual, no podían ser todos casos aislados. Y que si todas las afectadas eran mujeres, tampoco era casualidad

Mujeres supervivientes de abuso y acoso sexual se manifiestan en Hollywood, California, en una protesta del movimiento #MeToo.

Mujeres supervivientes de abuso y acoso sexual se manifiestan en Hollywood, California, en una protesta del movimiento #MeToo. / REUTERS

El #MeToo fue uno de los golpes más profundos al corazón del machismo, ese que late con el silencio. Fue un grito que llegó a muchos países y a los rincones de muchas casas donde las mujeres vivían con miedo. Cinco años después de aquello, tenemos algunas certezas y preguntas.

¿Qué evidenció el #MeToo? Que romper el silencio sigue siendo molesto. Sobre todo para quienes tienen motivos para ocultar lo que hicieron. Hablar sigue siendo revolucionario porque la gente no está acostumbrada a que las mujeres cuenten sus historias de violencia sexual o acoso. Porque si el sexo sigue siendo tabú, imaginen cuando se ejerce violencia a través de él. La vergüenza, el miedo y las amenazas han sido siempre una tela de araña donde quedaron atrapadas muchas voces. Porque hombres como Harvey Weinstein y los nombres que vinieron después eran muy hábiles para ser depredadores sexuales a costa de manchar la reputación de unas víctimas elegidas con toda la intención, y de que ellos fueran de víctimas por la vida.

¿Qué demostró? Que si era un grito universal, que si millones de mujeres habían pasado por una experiencia de acoso y de violencia sexual, no podían ser todos casos aislados. Y que si todas las afectadas eran mujeres, tampoco era casualidad. El #MeToo era el ejemplo de cómo el machismo está integrado en el día a día, en una estructura social que dejaba claro dónde descansa el poder: en ellos. Ellas eran víctimas de un sistema lleno de cómplices que miraban a otro lado para dejarlas solas y todas, en mayor o menor medida, con ese silencio a cuestas o con sus denuncias, demostraron luego su lucha como supervivientes. 

¿Qué hicieron los medios? Precisamente, el buen periodismo fue el que abrió el paso para el #MeToo y se terminó llevando un Pulitzer pero, ni de lejos, ocurrió igual con el resto. Hubo quienes se aliaron con los de siempre: los que vendían a los agresores como víctimas, los que decían que todo esto no llegaría a nada o quienes hablaban de mujeres despechadas. También quienes lanzaban bulos como que acusarlos dañaba su presunción de inocencia o su honor, cuando para eso ya se han bastado siempre entre ellos mismos con sus luchas de poder. Las críticas eran para ellas. Eso sí, a ellos, había que justificarlos. Pero ojo, no todo quedó ahí. Salían cada vez más nombres, más allá de Weinstein. Y peor fue cuando llegó a los “nuestros”. ¿Recuerdan qué pasó cuando varias mujeres denunciaron a Plácido Domingo? 

¿Qué aprendieron ellas? Después de cinco años de #MeToo, la vida de muchas cambió. No sabemos con certeza a cuántas sirvió de inspiración, cuántas se han salvado, cuántas rompieron el silencio. Muchísimas, seguro. ¿Todas? No. Porque viendo la reacción de otra parte ante tanta sororidad, algunas mujeres machistas se esforzaron por restar valor a aquellos testimonios. Y eso siempre tiene consecuencias.

¿Ellos aprendieron algo? Esta es la gran pregunta. La que ahora, cada hombre, tendría que responder con sinceridad. Algunos no dudaron en apoyar a las víctimas, pero más allá de palabras, esto solo evoluciona con hechos. Que se pregunten, aquellos que antes no lo hicieron, si ahora cambiarían en algo sus reacciones cuando vieran un caso de acoso o no, si condenarían a su colega si saben que ha abusado o violado. Así es el cambio. El resto es humo.

 ¿Podría volver a darse un #MeToo? Lo dudo. Solo hay que ver qué ha ocurrido en los casos más recientes. Cómo las redes sentenciaron antes del juicio a Amber Heard, por ejemplo. Pero vayamos fuera. Las crisis son aliadas del machismo. El mundo de hace cinco años no es igual al de hoy: recordemos la lucha de las afganas que están abandonadas, otras en Irán alzando la voz, otras huyendo de guerras donde son violadas u otras que tienen más difícil abortar. La violencia contra las mujeres no ha parado. Y para que todo siga igual, hay quienes se toman muchas molestias en legitimar la violencia sexual y venderla como lo normal. La violencia no ha parado porque el machismo siempre “castiga” por romper el silencio. Pero eso ya lo sabíamos. Da igual cuántas den el paso: sea una mujer, dos o tres. Si una no puede, otra lo hará por ella. Ellos seguirán ladrando, pero estemos preparadas porque ese machismo no va a parar.