Opinión | PARTIDO DE GOBIERNO
Vitaminas urgentes para un PSOE 'grogui'
Sánchez ha hecho una apuesta interna para sacar a su partido del coma político, devolverle foco y tratar de que apoye las políticas gubernamentales
"Somos conscientes del cabreo e incertidumbre de la gente", sostiene la nueva portavoz del PSOE, la también ministra Pilar Alegría, en una entrevista publicada este lunes en este diario. Esa frase explica la urgencia con la que el líder socialista, Pedro Sánchez, ha tomado la decisión de reforzar el núcleo duro del partido con personalidades de peso como María Jesús Montero, Patxi López, Miquel Iceta y la propia Alegría. Con este paso, Sánchez trata de sacar a su organización del coma político en el que estaba sumido en los últimos tiempos, recuperar su presencia en el debate público español y convertirlo de nuevo en un instrumento eficaz para defender las iniciativas del Gobierno. Con esta revolución interna, el líder socialista intenta rescatar ese PSOE que fue durante mucho tiempo una máquina de ganar elecciones. Una ardua tarea cuando los socialistas se enfrentan al desgaste de la pandemia, la guerra en Ucrania y sus consecuencias en una inflación disparada y unas negras perspectivas energéticas, a lo que se suma el ruido interno de la coalición en el Ejecutivo.
Es por ello que Sánchez necesita más que nunca un PSOE fuerte, que transmita mensajes estimulantes para movilizar a sus votantes que, como se vio en junio en las elecciones andaluzas y se aprecia en todos los sondeos, incluido el último del CIS, se mueven entre el desánimo y el desinterés, mientras el PP ha disparado sus expectativas electorales con el cambio de liderazgo.
El radical movimiento realizado en el partido refleja hasta qué punto el presidente del Gobierno es consciente de que necesita frenar la idea de cambio de ciclo electoral que se está extendiendo día a día y atajar la sensación de que esas perspectivas funestas para el PSOE pueden marcar también el final de su ciclo político personal, al menos en la política española. Los cambios en la cúpula del PSOE, que suponen una completa autoenmienda a lo decidido hace tan solo nueve meses en el último congreso federal, significan también el fin del sanchismo interno, entendido como el de aquellos incondicionales que le apoyaron en la reconquista del liderazgo, la moción de censura contra Rajoy y la formación del Gobierno con Unidas Podemos. Esos, ahora, se sienten huérfanos. Pero no la inmensa mayoría de los dirigentes socialistas que aplauden el esfuerzo de Sánchez por reunificar, revitalizar y levantar el ánimo del partido y de sus seguidores y su intención de buscar un buen resultado en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023, que les sirva de lanzadera para volver a ganar las generales a finales de ese mismo año.
Con la incorporación de estos pesos pesados a la cúpula del PSOE, que formarán a su vez parte del comité de nueve personas que se reunirán cada lunes en Moncloa con el presidente, se acabarán (o eso se intenta) también las disociaciones entre el Gobierno y el partido. Serán esos nueve dirigentes, entre los que estará el director del gabinete de la Presidencia, Óscar López, rescatado en la remodelación gubernamental de hace un año, quienes en la práctica dirigirán y coordinarán la acción del Ejecutivo y del PSOE. En ese grupo tendrán un papel significativo Iceta y la portavoz en el Senado, Eva Granados, dos influyentes dirigentes del PSC, el partido hermano, que ha salido fortalecido de este reajuste.
Las andaluzas fueron un serio aviso sobre cómo el PP de Feijóo está logrando que cale la idea de cambio de ciclo"
La presencia de Iceta y Granados, al igual que la de Montero, no solo va dirigida a mejorar y reavivar el discurso socialista general, también a incrementar su presencia en Cataluña y Andalucía, dos territorios donde necesitan conseguir un buen resultado en las elecciones municipales pero, sobre todo, en las generales. Es casi imposible gobernar en España si no se tiene el apoyo de los electores de esas dos comunidades –y de Madrid, que se da por perdida– y Sánchez lo sabe. Pero tampoco debería olvidar que dar la vuelta a la situación que afronta el partido no es tan fácil ni depende solo de un cambio de nombres, sino también de las políticas que se adopten.
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