Opinión | DIVIÉRTETE AHORRANDO

Luis Medina, prestidigitador de los abismos

Tenemos más información biográfica que nunca y aun así la biografía de la vida no nos basta, la buscamos también en las novelas

Luis Medina.

Luis Medina. / Europa Press

Se ha convertido en un lugar común preguntarle a los escritores qué hay de verdad en sus ficciones. Ese interés no siempre ha existido, es un rasgo de nuestra época, marcada por y el auge de la autoficción (esa en las que se juega a confundir mentira y realidad) y por el fetiche del autor (es decir, que lo que vende es su figura y no tanto su obra). Tenemos más información biográfica que nunca y aun así la biografía de la vida no nos basta, la buscamos también en las novelas. Una pena, porque es una búsqueda bastante rollo.

Estas últimas semanas nos han demostrado que puede ser mucho más divertido preguntarle a nuestros empresarios qué hay de ficción en sus verdades. El primer hallazgo es que, así como es difícil ser un escritor sin obra, es más plausible ser empresario sin empresa. Es el caso de Luis Medina, rey de la penumbra, feriante del interregno, premio Nobel de la confusión. Si lo dantesco es lo que causa espanto y lo kafkiano lo absurdo y angustioso, lo mediniano sería lo espectral, aquello que oro parece y plátano es.

Luis Medina, lo contó en su día Vanitatis, se paseaba por las veladas de sociedad presumiendo del título de conde de San Martín de Hoyos que no tenía, lo que equivaldría a presentarte una noche en Gotham vestido de Batman, pero siendo en realidad Luis Medina. Aun así, como bien saben los aristócratas, los títulos y los apellidos no se comen, y al parecer los falsos tampoco, así que nuestro héroe montó una tienda que conectaba a firmas de ropas con famosos pero, siempre heterodoxo, olvidó pagarle 30.000€ a la empresa de transporte y acabó en juicio.

Medina, artesano de la fábula, sabe que lo mejor es servirle al lector una página en blanco para que este pueda proyectar sobre ellas actividades extraordinarias

En esa época su nombre apareció vinculado a otras dos empresas, Azulalia Essential S.L y Avicanto S XXI S.L. Azulalia y Avicanto fueron su Macondo y su Comala, territorios míticos que no presentaban cuentas ni tenían actividad conocida. Medina, artesano de la fábula, sabe que lo mejor es servirle al lector una página en blanco para que este pueda proyectar sobre ellas actividades extraordinarias y balances prodigiosos, que siempre son más sugerentes que los de verdad. En tiempos de la autoficción, si quieres huir de la cruda realidad, Medina te la cocina.

Porque aunque no presuma de ello en libros innecesarios, Luis Medina entiende la contemporaneidad mejor que Byung Chul-Han y sabe que lo que vende es el autor y no la obra y que para conseguir un contrato de la Administración no hace falta un currículum empresarial sino marcar en el orden correcto las nueve cifras mágicas del número de Primo I el Grande. Esas nueve cifras te permitirán llevar a lo más alto el título que sí ostentas, el ducado de Feria, y que distingue a tu familia desde 1567. Solo que ninguno podíamos imaginar que lo más alto para ti, Medina, prestidigitador de los abismos, era estampar el nombre del ducado de la familia en el costado de un yate con bandera de Gibraltar.