Opinión | ELECCIONES 13-F

Notas ante la catástrofe (que aún no es)

La ultraderecha ha crecido, sí, pero a día de hoy es una muleta de otras fuerzas políticas. Muleta tóxica, pero muleta.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al candidato socialista a la Junta de Castilla y León, Luis Tudanca.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al candidato socialista a la Junta de Castilla y León, Luis Tudanca. / Europa Press/Claudia Alba

El sol ha salido una mañana más. Casi parecía imposible a la vista de los mensajes apocalípticos, que no ayudan. Tampoco lo ha hecho el empeño de algunos en plantear las elecciones en Castilla y León como un plebiscito al Gobierno. Esas posiciones engrandecen a la ultraderecha. Que ha crecido, sí, pero es una muleta a día de hoy de otras fuerzas políticas. Muleta tóxica, pero muleta. Y queda la esperanza de que aparezca la carcoma cuando toque la gestión de lo público. Es un riesgo serio para la democracia, pero la catástrofe no ha llegado. Al menos, aún. La mañana ha vuelto a ser luminosa.

Inutilidad. Estas notas nacen desde la conciencia de su esterilidad. Casi nada de lo que se hace desde el sistema afecta a la embravecida ultraderecha, que ha desarrollado sus propios cauces de comunicación a través de grupos de mensajería y redes sociales, unas formas que infunden fiabilidad y fidelidad. Crean una sensación sectaria (de grupo) que aúna y aísla. Están salvando España. Y lo que venga del exterior entra en esa dinámica de ataque y defensa.

Mensaje a los dos lados. Recado para la derecha. La línea yenkera de Pablo Casado no neutraliza la amenaza ultra. El programa de un día moderado y dos exacerbado ha demostrado su inutilidad. Díaz Ayuso tiene algo que ofrecer. El discurso de Casado opera en función de otros (Abascal y Ayuso). Pero mensaje también para progresistas. La izquierda antipática, dogmática, que impone (que regula qué se come, qué se bebe, qué se ve y cómo se ha de circular por las ciudades) agrupa y moviliza a la derecha ante lo que percibe con facilidad como estrecheces a la libertad.

Identidades en crisis. La idea de que la izquierda moderna es una suma de minorías de identidades entra en crisis. No suma. Una izquierda constreñida en esa mirada de miradas no atrae amplias mayorías. Necesita un proyecto global, comunal, de Estado, no conformarse con un batiburrillo de reivindicaciones, y mucho menos si cada una de ellas espera ser llevada a su suprema expresión. Espanta al elector medio.

Crisis de la política. Se mantiene corregida y aumentada la crisis de la política sistémica. PP y PSOE no recuperan posiciones (ni de lejos) para soñar con nuevas alternancias. Pero además, aquello que se llamó la nueva política no soporta el envite de gestionar y contaminarse del sistema. Ciudadanos y Unidas Podemos, con 1 diputado cada uno en Castilla y León, quedan como formaciones residuales. Mientras, los votantes siguen expresando su frustración por lo que se les ofrece desde la política convencional y se van a lo desconocido: la ultraderecha y los partidos localistas.

El peligro de la fragmentación. Se consolida la tendencia hacia los partidos locales como forma de salir de la marginación frente a los centros de poder (no solo Madrid). 

Gran coalición. Un gobierno PP-PSOE sería un mensaje potente ante el resto de España y Europa y tendría las bendiciones del Ibex-35 y el mundo empresarial. Hay dos peligros: no sería comprendido por muchos de los votantes del PP, que no ven a Vox como una amenaza sino como una fuerza próxima, y daría una fuerza mayor a la derecha radical incluso, señalada como el gran peligro para los poderes establecidos.

Dudas sobre la legislatura. Desde la perspectiva de la Moncloa puede ser rentable para Pedro Sánchez un gobierno de PP y Vox. Puede aparecer como la alternativa útil para frenar a la ultraderecha. Pero esta opción vale si aleja la imagen de radicalidad de su gobierno. Si se tiene en cuenta que la lectura que hace Unidas Podemos de los resultados es que hay que acelerar el proceso de reformas, la convivencia puede ser complicada. Hoy tengo más dudas que hace tres días sobre la durabilidad de este gobierno.

Posible solución. La más realista para el embrollo tras el adelanto electoral sería un gobierno en solitario e inestable del PP. Gobernar buscando apoyos para cada iniciativa legislativa. Puede ser una oportunidad de legitimar la política si esta funciona. Si hay diálogo sincero y no vetos desde Madrid. Quizá así, día a día, la aversión al sistema pierda fieles. A mí me falta fe.