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Digitalización sin barreras

Una oficina de Unicaja Banco. / LA OPINIÓN

Una oficina de Unicaja Banco. / LA OPINIÓN

En las últimas semanas ha resonado por todo el país una campaña iniciada por Carlos San Juan, médico jubilado de 78 años, bajo lemas como “No somos tontos, somos mayores” o “Soy mayor, no idiota”. La recogida de firmas en change.org acumula más de medio millón de firmas en apenas un par de semanas, y los ecos de la campaña han alcanzado al Gobierno, a la banca y a los medios.

Me siento apartado por los bancos.”, afirma Carlos. Creo que todos y todas conocemos, en nuestro día a día, a personas mayores de nuestro entorno que han tenido problemas para hacer cualquier tipo de gestión bancaria.

Esta situación se ha agravado notablemente con la pandemia, con el cierre de miles de oficinas y con muchas gestiones relegadas únicamente al ámbito digital. Lo que se pide es, sencillamente, un trato humano.

La banca es un servicio esencial, y por tanto, su accesibilidad, un derecho fundamental. Estamos en deuda con nuestras jubiladas y jubilados, y dejarles desamparados con la excusa del avance tecnológico es una forma extraña de pagárselo.

Para muchas personas también es un drama viajar. Coger un avión, tanto al comprar un billete como en la propia gestión en el aeropuerto, se convierte en un auténtico engorro. Para parte de la población esto es un impedimento para viajar, salir del país o su comunidad, sumado al propio riesgo de contagio de la pandemia y al propio certificado digital COVID.

Y la brecha digital no se trata únicamente de la edad, y lo venimos reivindicando en UGT desde hace años. En 2020 ya escribía en mi blog que “En una sociedad cada vez más desigual, hay familias que no disponen de dispositivos o acceso a internet para acceder a este modelo de banca. Y el sistema no permite una alternativo a vivir sin banco y no morir en el intento.”

En algunos casos, esta digitalización ni siquiera significa un mejor servicio para la ciudadanía: Aplicaciones lentas e interfaces poco intuitivas hacen que incluso para las personas más jóvenes y nativas digitales sea un engorro sacar el móvil para hacer la gestión más sencilla.

Esta transformación digital es ideal para los directivos de los bancos, que se suben los sueldos mientras reducen costes fusionándose y firmando despidos colectivos que afectan a miles de trabajadores, cerrando oficinas por todo el país y dejando la atención presencial en un estado residual. La pregunta sería: ¿La digitalización, para quién es?

Se prometió que la digitalización crearía empleos, pero de momento destruye más puestos de los que crea, y los que genera son precarios. Cuando hablamos del cambio que el modelo productivo de nuestro país necesita, no nos referimos a esto.

Por supuesto que la digitalización es necesaria. Por supuesto que hay que seguir trabajando para que las competencias digitales lleguen a toda la población. Pero los beneficios de la digitalización deben ser para toda la sociedad, y no para unos pocos y pocas personas privilegiadas. Se trata de democratizar la digitalización.