Opinión | LA VENTANA LATINOAMERICANA

Chile republicano

La amplia participación, para los estándares chilenos, y la victoria por más de 11 puntos porcentuales, han sido básicos para consolidar la legitimidad de origen del nuevo gobierno

El presidente de Chile Sebastián Piñera (d) recibe al presidente electo Gabriel Boric, en el palacio de La Moneda, en Santiago (Chile).

El presidente de Chile Sebastián Piñera (d) recibe al presidente electo Gabriel Boric, en el palacio de La Moneda, en Santiago (Chile). / EFE

El lunes al mediodía, el presidente en funciones Sebastián Piñera recibió en el Palacio de la Moneda, la sede del Ejecutivo chileno, al presidente electo Gabriel Boric. La reunión se celebró en un clima de normalidad y cordialidad, similar al que presidió la jornada electoral del domingo y que esa tarde/noche se reprodujo en tres momentos cruciales posteriores al cierre de las urnas. Antes de profundizar en ellos, quizá habría que destacar, en la misma línea de eficacia institucional visible en todo el desarrollo de la elección, la rapidez del escrutinio, que permitió disipar en menos de una hora la identidad del ganador.

El primer gesto es la continuidad de una consolidada tradición republicana, la llamada telefónica de felicitación del candidato derrotado, en esta ocasión José Antonio Kast, al futuro presidente. Esta se produjo a las 19,14 (hora local), lo que supuso el reconocimiento prácticamente inmediato de la victoria de su rival. Poco después quien habló con Boric fue el presidente Piñera, que cumplimentó igualmente al ganador, con quien intercambió palabras amables y respetuosas. Finalmente, el otro momento importante de la noche ocurrió durante el discurso de Boric ante miles de seguidores enfervorizados para celebrar su triunfo. En su transcurso, enfatizó su voluntad de ser el presidente de todos los chilenos.

Todo esto en una jornada electoral con un incremento más que notable de la participación popular, superior al 55% del censo. Todo un récord en un sistema de voto voluntario como el chileno. Esta fue, precisamente, una de las claves que explica la victoria del candidato de la izquierda. No solo fue capaz de articular alianzas con buena parte de los partidos y grupos que formaban parte de la antigua Concertación, incluyendo a la Democracia Cristiana, sino también de movilizar a sectores muy amplios de la sociedad chilena, comenzando por los menores de 35 años y por los habitantes de las grandes ciudades, en primer lugar, de los conglomerados metropolitanos de Santiago y Valparaíso.

La amplia participación, para los estándares chilenos, y la victoria por más de 11 puntos porcentuales, han sido básicos para consolidar la legitimidad de origen del nuevo gobierno. Sin embargo, tendrá mucho más complicado asentar la legitimidad de ejercicio, dada la fragmentación del Parlamento y la situación de minoría en que se encuentra la coalición “Apruebo dignidad”.

Si bien de cara a la segunda vuelta tanto Boric como Kast iniciaron una rauda carrera al centro, vital para ganar la elección, las posturas iniciales de ambos candidatos eran mucho más radicales, compartiendo el rechazo a los méritos y fundamentos de la transición. Aquí radica precisamente uno de los principales problemas que debe afrontar Boric, como es la relación con sus seguidores más comprometidos y radicales. Esta podría verse frustrada si no se satisfacen sus expectativas y no se avanza en las reformas prometidas. El ritmo de revisión de las querellas contra participantes en las protestas violentas (más o menos pausado, general o individual) ya está tensionando a la coalición.

Al mismo tiempo, los compromisos de moderación asumidos por el presidente electo con las fuerzas de centro izquierda, vitales para su victoria, también pueden afectar el ritmo reformista de la nueva administración, ralentizándolo más de lo que les gustaría a algunos. Simultáneamente habrá que ver el comportamiento de los mercados, cuya primera reacción, tanto en lo que se refiera al cambio del dólar como a la cotización bursátil, fue de temor frente al cambio prometido, aunque el riesgo país prácticamente no se movió. En este sentido, son ilustrativas las palabras del presidente de la Bolsa de Valores de Santiago llamando a la cautela ante el cambio que tendrá lugar a partir del 11 de marzo.

Por eso será importante ver cuál será la relación con el Partido Comunista, que aún no ha decidido su postura en relación a si estar o no en el gobierno. En una actitud próxima a la esquizofrenia, muchos dirigentes del PCCh preferirían mantener su independencia de acción, incluso con algunos ministros en sectores muy simbólicos. La relación no será ácil. Esto ha podido verse en la campaña para el balotaje, cuando la presencia comunista se reducía a medida que aumentaba la de los líderes y referentes del centro izquierda.

Las señales emitidas estos días por el sistema político chileno y sus principales instituciones, así como por la mayoría de la ciudadanía, son claramente positivas. Y más si las comparamos con lo ocurrido en el Perú en junio pasado, con motivo de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. La demora en el recuento de los votos, un recuento bastante contestado, y el rechazo de la candidata derrotada a reconocer al ganador simbolizan esta contradicción. Si Boric es capaz de armar un gabinete con políticos y profesionales prestigiosos y da un rumbo coherente a sus primeras acciones de gobierno las diferencias con Perú serán aún mayores.