EN MADRID | A FONDO

Cuando el templo de Debod fue El Cairo con dromedarios

La capital de España se ha transformado en el cine en Moscú, París, México o Teherán, a veces con discutible éxito. Un capítulo del libro 'Madrid desde el cine' aborda algunos ejemplos de estas suplantaciones

Fotograma de 'El hombre del traje marrón', de 1989, rodada en el templo de Debod.

Fotograma de 'El hombre del traje marrón', de 1989, rodada en el templo de Debod. / EDICIONES LA LIBRERÍA

Víctor Rodríguez

Víctor Rodríguez

Madrid es tan grande que además de Madrid ha sido París, México o El Cairo. La Casa de Campo ha sido Roma. El Palacio Real, San Petersburgo. Y el barrio de Campamento, las Ardenas, donde tuvo lugar una de las batallas decisivas de la II Guerra Mundial. Con un rico pasado cinematográfico, la capital de España ha sido escenario de varios miles de rodajes, solo el año pasado 41. Y en no pocas ocasiones, por motivos generalmente de ahorro de costes, sus calles o edificios emblemáticos han pasado en la pantalla por ser otro lugar del mundo.

"Pasa en muchas ciudades, no solo en Madrid", explica Carlos Manuel, profesor de Geografía en la Universidad Carlos III y coautor, junto a Luis Deltell y Agustín Gámir del libro Madrid desde el cine, recién publicado por Ediciones La Librería con el apoyo de Madrid Film Office. En ocasiones por cuestiones políticas, por ejemplo, en tiempos de la Guerra Fría, la necesidad narrativa de ambientar una historia en una ciudad soviética y la imposibilidad de rodarla allí, pero sobre todo por razones presupuestarias y técnicas, la industria cinematográfica ha recurrido en multitud de ocasiones a la suplantación, con más o menos fortuna.

"En el caso de Madrid ha sido normalmente por cuestiones de índole financiera y práctica", detalla Manuel. "A partir sobre todo de los años 50 las producciones internacionales empezaron a llegar a España por lo económico. Durante el franquismo no había sindicatos que velaran por los derechos de los trabajadores, los sueldos eran baratos y los equipos técnicos iban adquiriendo cada vez mayores niveles de eficacia y calidad". El aeropuerto de Barajas era el punto de entrada y muchas producciones se acababan quedando en las proximidades. El profesor de la Carlos III estima que en las inmediaciones se han podido rodar tantos westerns como en Almería. "Y en ese sentido la ciudad de Madrid ofrecía un espacio urbano que permitía ambientar historias de corte histórico en el siglo XX, el siglo XIX o incluso más allá".

Y tan más allá. Uno de los ejemplos más divertidos que encuentra Manuel, impulsor además del grupo Geocine, dedicado a investigar la relación entre las producciones audiovisuales y el espacio, es el del edificio del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el 117 de la calle Serrano. Levantado por Miguel Fisac en 1943, con sus monumentales columnas y un hábil uso del encuadre sirvió para recrear el exterior de una edificación de tiempos de la Roma imperial en Marco Antonio y Cleopatra, dirigida y protagonizada por Charlton Heston en 1972, con sus centinelas egipcios y unos falsos leones de piedra añadidos en los laterales de las escaleras.

Más de 30 largometrajes

Está lejos de ser el único ejemplo que recogen los autores de Madrid desde el cine. El libro es mucho más hondo, toda una reflexión de la presencia de Madrid en el cine que aborda muchos otros aspectos. Pero las páginas que dedican a estas suplantaciones no dejan de ser simpáticas. Solo un espacio como la Estación de Delicias ha sido a la vez Rusia, EEUU, la localidad mexicana de Monterrey o incluso Pekín. El hecho de que dejara de estar en uso a partir de 1971 y su conversión en museo ha facilitado allí los rodajes. Más de 30 largometrajes se han filmado allí y, al fin y al cabo, una estación de tren es fácil y verosímilmente suplantable.

David Lean la transformó en la estación de Moscú en 1965 para una de las secuencias de Doctor Zhivago y Warren Beaty hizo lo propio 16 años después en Rojos. En 1972 el tren de Pánico en el transiberiano, protagonizada por Christopher Lee, Peter Cushing, Silvia Tortosa y Telly Savalas, partía de la estación de Pekín, cuando en realidad echaba a andar en Delicias. En el spaghetti western El kárate, el colt y el impostor, de Antonio Margheriti (1974), se transmutaba en Monterrey. Y en 1975 el director John Milius, con banderas americanas, sombreros canotier y letreros en inglés recreaba allí los andenes de una ciudad de EEUU para El viento y el león.

Portada del libro 'Madrid desde el cine'.

Portada del libro 'Madrid desde el cine'. / AYUNTAMIENTO DE MADRID

En ese mismo filme, protagonizado por Sean Connery y rodado también en varias provincias andaluzas, el Retiro se convierte en Washington. Más conocido es el caso de El maravilloso mundo del circo, película de Charlton Heston de 1964 en la que el céntrico parque, en concreto el paseo de Fernán Núñez y el entorno del monumento a Alfonso XII pasan por los Campos Elíseos de París.

La otra gran zona verde de la ciudad, la Casa de Campo, también ha servido para rodar largometrajes, en algunas ocasiones hecha pasar por lugares distintos de Madrid. Es el caso de Campanadas a medianoche, en la que en 1965 Orson Welles recurre al Falstaff de Shakespeare, durante el reinado de Enrique IV, entre los siglos XIV y XV. ¿Dónde, en Inglaterra? No, en el lago del pulmón verde de Madrid. El antiguo pabellón de Toledo es un rancho fronterizo en Por un puñado de dólares, de Sergio Leone. Y al menos otra película, Golfus de Roma, de 1966, se rodó en la Casa de Campo tratando de hacer ver que era la capital del imperio, con el descuido, como recuerdan los autores de Madrid desde el cine, de que en una de sus escenas se puede ver al fondo la ciudad.

En el Palacio Real se filmaron escenas de Nicolás y Alejandra en 1971 como si fuera el Palacio de Invierno de San Petersburgo. Más recientemente las calles de Santa Isabel, en Lavapiés, y Río Ulla, en Ciudad Lineal, fueron utilizadas para recrear una localización mexicana para algunas partes de Destino oscuro, la sexta y por el momento última película de la saga Terminator, estrenada en 2019. Aunque quizás las más estrafalarias de estas suplantaciones hayan sido las que han tenido como escenario el templo de Debod. Dos adaptaciones de novelas de Agatha Christie se han rodado allí. En la primera, Diez negritos, de 1974, se identificaba con la capital de Irán, Teherán. En la segunda, El hombre del traje marrón, de 1989, era El Cairo. Para hacerlo más creíble se llegó a llevar un dromedario.

Fotograma de 'La estanquera de Vallecas', filmada, en realidad, en Malasaña.

Fotograma de 'La estanquera de Vallecas', filmada, en realidad, en Malasaña. / EDICIONES LA LIBRERÍA

Otra forma de suplantación es la que se da dentro de la propia ciudad. La mayoría de los exteriores de La estanquera de Vallecas, de Eloy de la Iglesia, no se rodaron en el barrio que da título a la película sino en la plaza de San Ildefonso, en Malasaña. Y un caso muy curioso es el de una escena de Beltenebros, la cinta de Pilar Miró basada en la novela de Antonio Muñoz Molina, en la que una mujer sale de la boca de metro de Portazgo. Pero no de la real, sino de una reconstrucción de la misma construida como atrezo en la otra punta de la ciudad, en la calle Pirineos, junto a la Dehesa de la Villa.

En sentido contrario: Madrid en Buenos Aires

El juego a veces es inverso. Madrid ha sido Buenos Aires en el cine, concretamente el aeropuerto de Barajas ha sido el de la capital argentina en Lugares comunes, de Adolfo Aristarain. Pero Buenos Aires, como recuerda Manuel, también ha sido Madrid. Lo fue en 2009, cuando en el barrio porteño de Constitución se recrearon las calles de la capital de España para el rodaje de Encontrarás dragones, película sobre el fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá de Balaguer, dirigida por Roland Joffé, el realizador de La misión.

La magia del cine, dicen, pero también algo más. "Ya sabemos que el cine es engaño, que tiene esa capacidad de hacer que un lugar parezca lo que representa", concluye el profesor de la Carlos III. "Pero más allá de ese juego de descubrir que una ciudad es otra, estas suplantaciones tienen para nosotros mucho interés como geógrafos. Estos engaños al espectador, esta especie de darle gato por liebre, alimenta los imaginarios geográficos de las personas con realidades falsas. Y eso es parte de lo que nos sucede hoy mismo".