GUERRA EN UCRANIA

Temor en el Donbás a que las tropas ucranianas no puedan mantener las líneas por falta de munición

A diferencia de hace un año, los habitantes de las ciudades próximas a la recién caída Avdiivka se muestran inquietos ante futuros avances de las fuerzas del Kremlin, y piden al mundo que envíe armas a su Ejército

Ataque de Rusia al este de Ucrania que ha acabado con la vida de once ucranianos -entre ellos, cinco niños- en el distrito de Pokrovsk.

Ataque de Rusia al este de Ucrania que ha acabado con la vida de once ucranianos -entre ellos, cinco niños- en el distrito de Pokrovsk. / EFE

Es una inquietud que se escucha en toda la región del Donbás aún en poder de las tropas ucranianas, desde localidades como Hrodivka o Pokrovsk, situadas a apenas un puñado de la línea de frente tras la reciente caída de Avdiivka, hasta grandes ciudades como Sloviansk o Kramatorsk, a un centenar de kilómetros de las líneas rusas, comparables en tamaño a una capital de provincias en España y asentamientos urbanos donde residen decenas de miles de personas. Con vocabularios, entonaciones y énfasis diferentes, todos los civiles consultados durante estos días se muestran inquietos en extremo ante la posibilidad de que, dada la carestía de municiones y armamento que afecta a su Ejército, las líneas de defensa ucraniana no resistan el empuje de las tropas del Kremlin, una actitud muy diferente a la que hacían gala hace solo un año, durante el primer aniversario de la ofensiva rusa, cuando descartaban que las tropas invasoras pudieran hacerse con el control de territorio adicional en esta región.

"Sí, los sentimos mucho más cerca", explica Lena, una mujer de 40 años que rehúsa fotografiarse o revelar su apellido y que trabaja de dependienta en una tienda de comestibles de Hrodivka, a una quincena de kilómetros de Avdiivka, el suburbio industrial de Donetsk de donde las tropas ucranianas acaban de retirarse. Durante la noche, los bombardeos "son constantes" y reconoce que hasta le impiden dormir. Hace 12 meses, vivía tranquila y descartaba por completo que las fuerzas que atacaban su país pudieran alcanzar su hogar. Ahora "solo podemos esperar que no lleguen hasta aquí, pero no lo podemos descartar por completo", admite. Tiene esposo y dos hijas, y en el caso de que se planteara la evacuación definitiva por el avance ruso, no sabe qué haría: "para irnos necesitamos dinero". "Nosotros solo queremos vivir en paz; que nos den armas y pelearemos para echar a los rusos", rememora en la lengua de Tolstói, sin apenas acento ucraniano, antes de admitir que, por edad y educación, conoce precisamente mejor el idioma del atacante que la de su propio país.

Kristina, de 20 años, recién salida de un supermercado que tiene los ventanales cubiertos de placas de corcho para limitar los efectos que puedan tener en el vidrio las ondas expansivas originadas por las explosiones, admite con amargura que la reciente ofensiva rusa ha forzado la huida, según sus cálculos, del 60% de los alrededor de 60.000 habitantes con que cuenta Pokrovsk. "Al principio de la guerra, mucha gente huyó, pero luego volvieron al estabilizarse el frente; ahora la ciudad está volviendo a quedarse sin gente", explica, inquieta a todas luces. No duda en calificar la situación de "muy preocupante" y no oculta sus dudas ante la posibilidad de que los ocupantes logren avanzar hasta el mismo punto donde se reside en estos momentos.

Grandes ciudades

Los habitantes de las grandes ciudades de Sloviansk y Kramatorsk, relativamente lejos de los frentes de guerra y hasta fecha reciente relativamente al abrigo del conflicto, están constatando estos días una marcada intensificación de los bombardeos que a menudo impactan en objetivos civiles y que a los veteranos de la guerra de Ucrania comienza a recordarles a los meses previos al arranque de la batalla de Bajmut, cuando regularmente esa ciudad era objeto de ataques aéreos y bombardeos. Olena Malyr, directora de la escuela número 18 de Sloviansk, apenas oculta su indignación cuando contempla, este domingo por la mañana, el enorme agujero y los destrozos causados por un bombardeo la noche anterior, que acabó con la vida de Volodímir, de 65 años, quien trabajaba como guardián de las instalaciones. "Han encontrado el cuerpo, aunque aún no lo han podido sacar de los escombros", relata, entre un intenso frío reinante que augura una potente nevada.

Olena, quien vive en los alrededores del colegio, escuchó una potente explosión a eso de las 8 de la noche, y en seguida, fue informada por otro guarda de que era su institución educativa era la afectada por el último bombardeo, y sin lograr explicarse hasta el momento los motivos que empujaron a los rusos a destruirla. "Los alumnos siguen las clases a distancia, y aquí habíamos instalado un comedor social y un punto de reparto de ayuda humanitaria", recusa. De entre las estancias del edificio que no han sido destruidas por la explosión, colegas que miran con recelo a la prensa extranjera extraen cajas de alimentos destinados a los lugareños más desfavorecidos. "Esperemos que (los rusos) no consigan llegar hasta aquí", apostilla, sin atreverse a garantizar que semejante mal augurio no acabe finalmente materializándose en un futuro no lejano, algo que comprometería sin remedio la capacidad de Ucrania de salir airosa del conflicto con Rusia.