REMODELACIÓN EN FRANCIA

Macron designa a Gabriel Attal, de 34 años, como primer ministro para dar oxígeno al Gobierno

El presidente espera insuflar oxígeno a su segundo mandato con la vista puesta en las elecciones europeas del próximo mes de junio

Gabriel Attal, de 35 años, se convierte en el primer ministro más joven de Francia

Agencia ATLAS | Foto: EFE

El presidente francés,  Emmanuel Macron, apuesta por regenerar su Ejecutivo. Ha nombrado este martes al hasta ahora ministro de Educación, Gabriel Attal, como nuevo primer ministro. Con esta designación, Attal, de 34 años, se convierte en el responsable del Gobierno más joven en la historia de la Quinta República. Releva en Matignon a Élisabeth Borne, de 62 años, cuya dimisión había sido forzada el lunes y quien pagó los platos rotos de un segundo mandato de Macron especialmente complicado en la política interna, desde la impopular reforma de las pensiones hasta la dura ley migratoria.

"Cuento con su energía y compromiso para aplicar un proyecto de rearme y regeneración", ha asegurado Macron en la red social X sobre el nuevo primer ministro. Muchos comentaristas de la política gala ven en Attal como una especie de "Macron bis". Esta comparación se debe tanto a su juventud como su trayectoria con un pasado en el Partido Socialista, pero que se ha ido derechizando constantemente.

“El presidente más joven de la Quinta República ha nombrado al primer ministro más joven”, ha destacado Attal durante el traspaso de poder en el patio del Hotel de Matignon, en la rive gauche de París. “Nunca he retrocedido ante ningún obstáculo y ante ninguna reforma”, ha defendido la primera ministra saliente durante el mismo acto.

Para sustituir a Borne, el presidente apuesta por un dirigente con un estilo antagónico al de la segunda mujer que ha llevado las riendas gubernamentales en la historia de Francia. De un estilo más tecnocrático y focalizado en la gestión como el de Borne, se pasa al de un hábil y ambicioso comunicador como el del nuevo primer ministro. Su presencia constante en los medios de comunicación convirtió en los últimos meses a Attal, quien llegó a Educación el pasado mes de julio, en el ministro que generaba una menor antipatía entre los franceses: 39% de opiniones positivas y el mismo porcentaje de negativas, según un sondeo reciente del instituto Elabe.

El ascenso fulgurante de Attal

Su designación en Matignon supone un nuevo hito de una carrera fulgurante. Tras haber militado en el sector moderado del Partido Socialista afín a Dominique Strauss-Khan —defenestrado de la política por las acusaciones de violación y proxenetismo— y haber formado parte como colaborador del Ministerio de Sanidad durante la presidencia de François Hollande, Attal se involucró en la candidatura de Macron desde su lanzamiento en 2016.

Después su elección como diputado en junio de 2017, logró un rápido ascenso en el Gobierno en 2018 como secretario de Estado de la Juventud. Lo que le convirtió, con 28 años, en el dirigente más joven que forma parte de un Ejecutivo galo. Algunos de sus principales detractores, como el polémico y mediático abogado Juan Branco, vieron en esa designación el fruto de su relación sentimental con Stéphane Séjourné, entonces consejero político de Macron en el Elíseo y actual presidente de Renaissance (el partido presidencial). De hecho, Attal es el primer dirigente abiertamente homosexual que asume el cargo de primer ministro en Francia.

En el verano de 2020, le designaron portavoz del Gobierno y en la primavera de 2022, responsable de las Cuentas Públicas. Desde el pasado verano, llevó las riendas de la administración educativa. Durante los últimos seis meses, no ha impulsado grandes reformas sobre el alicaído sistema educativo galo, lastrado por los bajos salarios y la falta de profesores. Pero sí que multiplicó los anuncios sobre medidas diversas y fáciles de aplicar, como un plan sobre el acoso escolar o la polémica prohibición de la abaya (una túnica tradicional que visten algunas mujeres musulmanas) en los centros de primaria y secundaria. Todo eso le sirvió para hacer correr ríos de tinta y llevarse las portadas de los grandes medios.

La apuesta de Macron por los sondeos

Con la designación de Attal, Macron toma una decisión que parece motivada por los índices de popularidad y la voluntad de darle un perfil más político y comunicativo al responsable del Ejecutivo. Lo hace a unos 150 días de unas elecciones europeas que se auguran difíciles para el macronismo. Según los sondeos, que se deben coger con pinzas, la ultraderecha de Marine Le Pen obtendría el 30% de los votos y la coalición presidencial, apenas el 20%. Los comicios del 9 de junio amenazan con debilitar el macronismo en este 2024, marcado en Francia por grandes acontecimientos, como los Juegos Olímpicos de París o la reapertura en diciembre de Notre Dame.

Sin embargo, ¿el nombramiento de Attal resultará suficiente para resolver los problemas de fondo que sufre el dirigente centrista, como la falta de mayoría absoluta en la Asamblea Nacional —algo poco habitual en la presidencialista Quinta República— y de un proyecto que encandile a buena parte de la población de un país crispado y dividido en tres bloques con un peso electoral prácticamente idéntico (el macronismo, la derecha radical y la izquierda)? Según el politólogo Luc Rouban, "el problema es la manera en que se ha planteado este remaniement, ya que no servirá para resolver el problema" de una falta de una mayoría parlamentaria estable.

"Attal recupera su cargo de portavoz. La función de primer ministro desaparece", ha criticado Jean-Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa, sobre el perfil más comunicativo que de un político experimentado y con un proyecto propio del nuevo inquilino de Matignon. "La comunicación permanente debe dejar paso a una política de claridad y firmeza", ha defendido Éric Ciotti, presidente de Los Republicanos (LR, afines al PP). El hecho de designar a un primer ministro poco experimentado y con un perfil tan parecido al suyo resulta una decisión arriesgada por parte del presidente. Macron corre el riesgo de que tarde o temprano muchos consideren que el problema no era Borne, sino su personalidad y sus políticas.