América Latina

Lula asegura que ha recibido un Brasil en situación de "ruina"

En su primer discurso ante el Congreso, Lula aseguró que el país debe ser reconstruido frente a las amenazas del fascismo | El presidente entrante dijo no tener revanchas personales pero aseguró que sus antecesores deberán responder ante la justicia

"Ole, olé, olá, Lu-la, Lu-la", corearon en el Congreso cada vez que Luiz Inacio Lula da Silva levantaba emotivamente su voz para hablar por primera vez al país como presidente en funciones. Lo hizo con una severidad que pareció poner en un segundo plano la alegría que la multitud que había inundado Brasilia, y con la cual se reencontró más tarde en la explanada de los Ministerios. "Después del terrible desafío que superamos debemos decir democracia para siempre", aseguró en su discurso inaugural, en inequívoca alusión a los cuatro años de la ultraderecha en el poder. "Si estamos hoy aquí es gracias a la conciencia política de la sociedad brasileña y al frente democrático que hemos formado a lo largo de una histórica campaña electoral".

Lula prometió "responder a la esperanza de un pueblo sufrido. Con su fuerza y la bendición de Dios vamos a reconstruir este país". Su intervención frente a los parlamentarios, sus 37 ministros y ministras, las autoridades judiciales y militares, así como los jefes de Estado invitados a la toma de posesión, incluyó un amargo diagnóstico de la herencia de Jair Bolsonaro. Lula habló claramente de "ruina" y "desastre" en los planos social, ambiental, educativo, cultural y político. "Nunca se han malversado tanto los recursos del Estado en beneficio de un proyecto autoritario", dijo. Para derrotar a la ultraderecha se enfrentó "la más objetiva campaña de mentiras y odio urdida para manipular y avergonzar".

El tiempo de la justicia

La parábola temporal de Lula tiene cierto componente épico. Pasaron 664 días entre el día que entró a prisión y el momento en que recuperó plenamente sus derechos políticos. Luego vino la campaña electoral. El triunfo y la nueva oportunidad de gobernar Brasil. El mandatario entrante aseguró iniciar su tercer Gobierno sin "revanchas personales". No obstante, recordó que Brasil ha atravesado una "tragedia" marcada por el covid-19, que provocó casi 700.000 muertos, y el terror ejercido desde las alturas del poder, en especial mientras duró la pandemia.

Según Lula, en esos difíciles momentos, prevaleció la "actitud criminal de un Gobierno negacionista e insensible a la vida". Y subrayó: "esa responsabilidad no debe quedar impune". Los que se equivocaron, "responderán de sus errores, con amplios derechos de defensa, dentro del debido proceso legal". Frente a la posibilidad latente de una actitud antidemocrática de la ultraderecha señaló: "A la amenaza del fascismo responderemos con los poderes de la democracia, al odio, con amor".

Retroceso

En otro 1 de enero, el de 2002, Lula había expresado el deseo de concluir su presidencia garantizando a los brasileños tres comidas diarias. "Tener que repetir hoy ese compromiso ante el avance de la miseria y el retorno del hambre que habíamos superado es el síntoma más grave de la devastación que se ha impuesto al país en los últimos años". El Gobierno de coalición, en el que converge la izquierda, el centro, encarnado en el vicepresidente Geraldo Alckmin, e, incluso, sectores de derecha moderada, tratará de promover el equilibrio fiscal, el crecimiento económico sustentable y los acuerdos con empresarios y sindicatos para que "la rueda de la economía vuelva a girar" y, de esa manera, "impulsar el consumo popular". Pero desde el primer minuto, remarcó, existe una urgencia: 33 millones de brasileños con hambre. "No es justo pedirles paciencia a quienes soportaron la más dura carga del proyecto de destrucción nacional".

La era Bolsonaro estuvo marcada por el "individualismo" y la promoción de la "ley del más fuerte", cercana a la "barbarie". El presidente prometió revocar rápidamente una de las leyes claves de la ultraderecha: el acceso libre a las armas y municiones. Esas medidas, dijo, "han causado mucha inseguridad y daño a las familias brasileñas. Brasil no quiere más armas; quiere paz y seguridad para su pueblo, quiere libros y educación".

El nuevo rol de Brasil

Fiel a su estilo, Lula rompió en más de una oportunidad los rigores del protocolo. El tono coloquial no estuvo reñido con la formulación de una hoja de ruta ambiciosa. "Brasil es muy grande para renunciar a su potencial productivo. Podemos y debemos estar en la primera línea de la economía global. Necesitamos promover otra vez la integración sudamericana y, sobre esta base, dialogar con EEUU, China y la UE". El presidente advirtió que "no vamos a tolerar una mayor degradación del medio ambiente". A su vez, anunció que derrumbará todas las normativas que provocaron grandes "injusticias cometidas contra los pueblos indígenas".

Su Gobierno, sostuvo, retomará una "política cultural democrática, sin censura ni discriminación, que fue destruida por el oscurantismo". Estimó que es "inadmisible" la persistencia de una matriz racista que discrimina a afrobrasileños. También se comprometió a avanzar en políticas de género e igualdad, la lucha contra el crimen organizado y las milicias parapoliciales de Río de Janeiro, que nunca ocultaron sus lazos con el bolsonarismo. "La fe podrá estar presente en todos los templos y cultos. Todos podrán ejercer libremente su religiosidad"¸ dijo, con una mano tendida hacia las iglesias evangélicas que ha sostenido al excapitán del Ejército.

Enseñanzas de la historia

"Unión y reconstrucción", será el lema de su tercera presidencia. Su retorno al poder lo emparenta con otro mito de la política brasileña. El 29 de octubre de 1945, Getúlio Vargas fue destituido después de 15 años de vigencia del llamado 'Estado Nuevo'. Cinco años más tarde volvió a ganar una elección. Lula no tiene ninguna intención de seguir todos los pasos de Getulio. En medio de una crisis política, marcada por la difamación mediática, Vargas se suicidó el 5 de agosto de 1954 con un disparo en el corazón. Lula quiere cumplir a rajatabla su tarea y pasar a la historia de otra manera.

"Los primeros 100 días son esenciales para el nuevo Gobierno. Lula tiene que trabajar con una base más amplia que la del Partido de los Trabajadores (PT) y, además, mantener el apoyo popular", recordó el diario 'Estado'. Le tocará, en adelante, negociar con el centro político e, incluso, exbolsonaristas, si quiere cumplir con los aspectos nodales de su ambiciosa agenda.