POLÍTICA GLOBAL

“Fin de la abundancia” o “invierno durísimo”: los líderes mundiales endurecen preventivamente su discurso

¿Tienen los líderes globales información que justifique el catastrofismo en sus mensajes, o simplemente preparan a la población para el peor escenario?

EL PERIÓDICO DE ESPAÑA lo analiza con tres expertos en comunicación política

Los líderes de los países de la OTAN, en la cumbre extraordinaria de Bruselas.

Los líderes de los países de la OTAN, en la cumbre extraordinaria de Bruselas.

Mario Saavedra

Mario Saavedra

Los alemanes temblaron allá por marzo de 2020 cuando su canciller, Angela Merkel, les dijo que el 70% de ellos se infectaría de coronavirus y que la pandemia suponía el mayor reto para el país desde la II Guerra Mundial. Fue un discurso solemne, atípico, retransmitido por televisión a todo el país. Tuvo críticas de algunos de sus socios europeos por lo pesimista del mensaje. Acertó parcialmente: aunque el número de contagiados alemanes es de un 39% y la crisis económica y política se ha superado con ayudas públicas, por el camino se han quedado 150.000 compatriotas. 

Dos años después, la situación del mundo no termina de mejorar. Algunos pronosticaron unos “felices años veinte” (poblaciones entusiasmadas por haber superado una pandemia, con dinero ahorrado y ganas de vivir, que se lanzarían a viajar y consumir). Pero la realidad se ha impuesto con un un nuevo “cisne negro”, un factor inesperado que da al traste con las previsiones: la guerra de Vladímir Putin en suelo europeo, una inflación desbocada en Europa y Estados Unidos y escasez de algunas materias primas, sobre todo de gas y grano.

Algunos líderes políticos han decidido emprender el camino de Merkel, y pintar un futuro muy oscuro para sus ciudadanos. 

Emmanuel Macron dio su primer discurso tras el verano en un tono grave. "Creo que asistimos a una gran convulsión, un cambio radical. En el fondo, lo que estamos viviendo es el fin de la abundancia, de la liquidez sin coste", dijo el presidente francés, tradicionalmente optimista en sus mensajes. Habló de la escasez de ciertas materias primas o del agua y del “fin de evidencias” asumidas como “la democracia o los derechos humanos”. La guerra ucraniana ha provocado "el fin de la despreocupación" en Europa, dijo.

Mensajes similares han llegado de otros estamentos. El Banco Central Europeo ha advertido de que “harán falta sacrificios” para curvar la inflación. La Reserva Federal de Estados Unidos ha dicho que lograrlo provocará “sufrimiento en empresas y hogares”. Los bancos centrales regulan el precio del dinero, y han estado manteniendo los tipos de interés de los préstamos artificialmente bajos, inyectando indirectamente centenares de miles de millones de euros en la economía, desde la crisis de 2008. Ahora tienen que retirar esos estímulos a la economía, enfriarla, porque su objetivo fundacional y prioritario es controlar la inflación, y eso no lo están logrando.

En España, el Gobierno ha mezclado mensajes duros con otros esperanzadores. La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha advertido de que las perspectivas son “muy pesimistas” y que el invierno va a ser largo y “durísimo, con mucho sufrimiento”. Este miércoles, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha rebajado el tono: “No habrá racionamientos ni escenas apocalípticas" respecto a la energía, aunque ha advertido de que “no sabemos lo que va a pasar” ni podemos “leer la mente” del presidente ruso Vladímir Putin. Y ha contradicho a Macron: “Comprendo la intencionalidad de esa afirmación, que no es otra sino invitar al fin del derroche. Pero no comparto ese criterio si se quiere pronosticar que Europa ha tocado techo en su progreso", dijo Sánchez en su cara a cara con el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, en el Senado. 

Bajar las expectativas


¿A qué se debe el catastrofismo en los mensajes a una población exhausta tras la pandemia? ¿Es puro mensaje, gestión de las expectativas, para preparar a la población para lo peor, mientras se espera lo mejor? ¿O mero realismo?

“Ante un escenario de posible crisis, algunos líderes pueden intentar blindarse mediante mensajes que anticipan las razones de medidas económicas más duras (en el caso de Francia, especialmente, pues Macron debe definir si mantiene o no los descuentos en el combustible)”, opina para EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Xavier Peytibi, consultor de comunicación política en Ideograma. 

Consiguen bajar las expectativas y con ello que, si llega la crisis, se tenga la percepción de que estos líderes no tienen culpa (o no del todo), puesto que ya lo avisaron, argumenta el experto. También logran que la ciudadanía se prepare. Sería algo parecido al concepto de “There Is No Alternative” y su acrónimo TINA, popularizado por Margaret Thatcher en la década de los ochenta. No hay alternativa a lo que hay. “Si va a llegar, cuando ocurra, lo estaremos esperando, no culparemos tanto a los gobiernos, y será más sencillo de entender lo que pasa. A menos incertidumbre, menos quejas airadas cuando lo notemos en nuestros gastos, comida, gasolina, familia…”, argumenta Peytibi. 

Por supuesto, también se logra que, si no hay crisis o es menos dura de lo que las expectativas indican, “el gobernante pueda mostrarse como el ‘salvador’ o buen gestor, que gracias a sus políticas ha evitado lo peor”.

Miles Kahler, profesor de la Universidad Americana de Washington DC, dice que probablemente los líderes globales pequen de precavidos: “Mejor ser pesimista que pasarse de optimista y luego ser desacreditado por los hechos”. Justifica a este diario el pesimismo de los líderes “por el nivel de incertidumbre sin precedentes en el que vivimos: la guerra en Ucrania que podría escalar o producir un desastre nuclear en Zaporiyia; los problemas económicos de China podrían agravarse; la pandemia de covid podría desarrollarse con la llegada del otoño y del invierno; o una posible inestabilidad en las cadenas de suministro o de energía”. 

En la misma línea incide Jorge Santiago, profesor de comunicación política de la Universidad Camilo José Cela. “Nos están preparando poco a poco para la más que posible recesión en la mayor parte de los países de Europa; en Reino Unido se habla de año y medio de contracción”. 

Al adelantarlo, tratan de que no nos llegue “de sopetón y cause un shock”. Deben, eso sí, medir sus mensajes, porque de lo contrario pueden contribuir a una profecía autocumplida. Que el miedo lleve a la parálisis del consumo y la inversión y esto a la recesión.

"Creo que las advertencias pesimistas de los líderes cumplen dos objetivos: preparar a los ciudadanos para unos tiempos muy difíciles derivados de las políticas monetarias seguidas durante los últimos años, el efecto de la respuesta al Covid y la guerra en Ucrania" dice a este diario André Azevedo, profesor de estudios políticos de la Universidad Católica de Lisboa. "El segundo objetivo es eludir su responsabilidad y protegerse políticamente cuando se deteriore la economía".

Tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008 y el terremoto financiero posterior, llegó una crisis social y laboral como no se había visto en el mundo avanzado en décadas. Después, la población ajustó cuenta con sus líderes, y buena parte de los gobernantes que tuvieron que manejar aquellos tiempos aciagos fueron despedidos por los votantes. Al mismo tiempo, surgieron nuevos movimientos y populismos. En España, el bipartidismo implosionó. En Francia desapareció el histórico Partido Socialista. Reino Unido acabó saliendo de la Unión Europea. 

“Vivimos tiempos oscuros”, le decía un diputado alemán a este periódico hace unos meses. Se refería a la tensión bélica y económica en suelo europeo. La que es probablemente la zona más pacífica y próspera del planeta se encuentra en medio de la zozobra, y sus líderes han optado, unos más que otros, por advertir de lo que puede venir.