SOCIEDAD

Autorizan la eutanasia para el pistolero que tiroteó a sus compañeros en Tarragona

Hirió a cinco personas, entre ellas dos agentes de policía

Fue neutralizado tras atrincherarse en un cobertizo

El exvigilante de seguridad autor del tiroteo frente a la sede de Securitas en Tarragona.

El exvigilante de seguridad autor del tiroteo frente a la sede de Securitas en Tarragona. / EL PERIÓDICO

Vestido de negro, armado hasta los dientes y disfrazado con una gorra y una peluca para ocultar su identidad, Marin Eugen Sabau, de 46 años, decidió cobrarse venganza por su despido el pasado 14 de diciembre. Aquél día disparó contra tres ex compañeros en la oficina de Securitas en Tarragona e hirió a otros dos agentes de policía, pero terminó siendo neutralizado por la unidad de élite de los Mossos d'Esquadra. Desde entonces, Sabau ha perdido una pierna a causa de las heridas y convive con una lesión medular incompleta e irreversible que “desde hace seis meses le genera importante dependencia y dolor neuropático”, según un informe al que ha tenido acceso la Cadena Ser. Por eso, el pistolero de Tarragona pide ahora la eutanasia para acabar con su vida.

El mismo juzgado de instrucción que ordenó su prisión provisional, el número 5 de Tarragona, es el que ahora  tiene ante sí la solicitud de muerte asistida realizada por el investigado.

El equipo médico que le trata, por el momento, ya habría dado el visto bueno a iniciar el procedimiento, pero, según la Cadena Ser, representantes de los heridos por Sabau ya han anunciado que van a presentar escrito para intentar paralizar el proceso.

Soltero, socio de un club de tiro de Tarragona y empleado de Securitas, una empresa de seguridad, Marin Eugen Sabau aseguró que había vivido un “infierno” en su trabajo y que sus jefes, que le sometían a explotación laboral y a discriminación por racismo, le habían hecho “la vida imposible”. 

"Haré justicia con mis manos"

Por esa razón, el 14 de diciembre de 2021 Sabau cumplió la amenaza que hizo a la empresa por correo electrónico: “Voy a salir en las noticias con Securitas. No me queda otra, haré la justicia con mis manos. Las lecciones que se aprenden con sangre no se olvidan pronto. Securitas se acordará de mí unos cuantos años. Voy a vacunar a los jefes de Securitas con tres dosis de Glock-Pfizer de 9 milímetros. No quiero matarles, les dejaré jodidos (...) No estoy loco, lo he planeado a la perfección”.

Ese día, camuflado bajo una peluca y una gorra, Sabau entró en la oficina de su ex empresa en Tarragona, de donde había sido despedido hacía poco. Disparó primero contra el gerente, que quedó en estado crítico, después contra otro empleado que intentó frenarle, y finalmente contra la jefa de servicio. Todos ellos quedaron gravemente heridos, pero ninguno falleció.

Tras consumar sus amenazas, abandonó el lugar de los hechos en un Citroën Xsara gris e hirió a dos agentes de los Mossos que le identificaron en un control en una rotonda. Consiguió llegar hasta una masía abandonada en el municipio de Riudoms, a pocos kilómetros, donde se atrincheró en un cobertizo armado con varias armas largas y cortas, con casco y con un chaleco antibalas. 

Tras fracasar la vía de la negociación con el GEI, el Grupo Especial de Intervención de los Mossos, los agentes tuvieron que distraerle con ayuda de un francotirador apostado en una torre cercana, pues el agresor disparaba contra todo aquel que se le acercara. Finalmente, acabó neutralizado y gravemente herido por los disparos de respuesta en brazos y piernas de los Mossos.