ELECCIONES GENERALES

Coalición Canaria: brevísimo manual para peninsulares

No es una organización que se construye para llegar a gobernar, sino una fuerza política creada desde el Gobierno para instrumentalizar una continuidad en el poder

Coalición Canaria.

Coalición Canaria.

Alfonso González Jerez

Durante la pasada campaña electoral, pero con más intensidad desde la noche del domingo, numerosos periodistas, presentadores, augures y todólogos se han referido al partido Coalición Canaria como un obvio sumando en la muy inverosímil investidura de

Alberto Núñez Feijóo

. Se ha asimilado a la Unión del Pueblo Navarro y en algunos casos se ha podido escuchar que la define un nacionalismo muy conservador y siempre escorado hacia el PP. Pero

Coalición Canaria

es un artefacto político e ideológico que no responde a esta imagen lejana y apresurada y que ha rechazado categóricamente su respaldo a un gobierno del que formara parte Vox. Así se lo ha reiterado al propio Núñez Feijóo en la primera ronda de contactos con el líder gallego.

En el origen está el verbo. Coalición Canaria se llama así porque se constituyó inicialmente como el fruto de la apresurada federación de un conjunto de organizaciones (las Agrupaciones Independientes de Canarias, el Centro Canario Nacionalista, Iniciativa Canaria Nacionalista, Asamblea Majorera, Partido Nacionalista Canario) que también tienen unos orígenes complejos. En Iniciativa Canaria, por ejemplo, confluyeron una parte sustancial del PCE en las islas, bajo el liderazgo de José Carlos Mauricio, con fuerzas nacionalistas y autogestionarias de izquierda de Gran Canaria y Tenerife. Otra organización de orígenes izquierdistas, que en la actualidad que sigue siendo el partido más potente en Fuerteventura es Asamblea Majorera, hoy hibernada en Coalición Canaria, que hasta hace muy poco incluía el derecho de autodeterminación de Canarias en sus estatutos. Esta confluencia entre regionalistas y nacionalistas, entre centroderechistas procedentes de la extinta UCD que superaron el insularismo y centroizquierdistas que abandonaban el comunismo y la izquierda autogestionaria, encontró en Coalición Canaria un nombre lo suficientemente cauto y neutral para no molestar a ninguna de sus fuerzas fundadoras.

El momento inaugural fue la primavera de 1993. Gobernaba entonces la Comunidad autónoma un pacto entre un

PSOE

liderado por Jerónimo Saavedra y las Agrupaciones Independientes de Canarias, federación de partidos insulares que tenían como principal referente a Manuel Hermoso. Entonces varios líderes (Hermoso, Lorenzo Olarte, Mauricio) sufrieron una epifanía colectiva y echaron cuentas. O tal vez fue al revés. En cinco de las siete islas sus respectivos partidos eran la primera o la segunda fuerza política. Si armaban una plataforma político-electoral inteligente ocuparían la centralidad del sistema político canario y, previsiblemente, futuras mayorías parlamentarias. En ese momento sumaban justo mayoría absoluta y le propinaron una

moción de censura

a Saavedra. Hermoso se convirtió en presidente.

Coalición Canaria no es una organización que se construye para llegar a gobernar, sino una fuerza política creada desde el Gobierno para instrumentalizar una continuidad en el poder y desarrollar una agenda política dirigida a superar la miseria inversora del Estado y la calamitosa situación de las infraestructuras y los servicios públicos que padecía Canarias a principios de los noventa. Después se ha transformado en un partido unificado, en una cultura propia y en una memoria compartida por tres generaciones de militantes.

En estos treinta años, CC, contradiciendo a desdichados tertulianos madrileños, ha pactado tanto con el PP como el PSOE, cogobernando con los socialdemócratas en la Comunidad autónoma –lo hicieron dos presidentes coalicioneros, Paulino Rivero y Fernando Clavijo, entre julio de 2015 y diciembre de 2020– y en numerosos cabildos y ayuntamientos de las islas. El anterior presidente socialista,

Ángel Víctor Torres

, por ejemplo, fue alcalde de su municipio local, Arucas, gracias al apoyo de CC hace veinte años. En Madrid Coalición Canaria votó a favor de la investidura de Rodríguez Zapatero en 2004 como antes lo había hecho con

José María Aznar

en 1996 –sumándose al PNV y a CiU–.

Por alguna extraña razón, lo que en el caso del PNV, como ocurría con los antiguos convergentes, se considera una astucia admirable o un ejemplar sentido de Estado, en el caso de Coalición se señala como un oportunismo entre grotesco y despreciable. También ha existido una colaboración parlamentaria –en especial en el último año y medio de la finiquitada legislatura– con los socialistas, respaldando con el voto de Ana Oramas la ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI o la ley de garantía integral de la libertad sexual (la del

sí es sí

). Otrosí: los presupuestos generales del Estado actualmente en vigor fueron apoyados, asimismo, por CC en el Congreso de los Diputados y en el Senado.

Con sus abundantes errores, insuficiencias y torpezas –la principal sigue siendo haber alimentado la escisión de la mayoría de la organización en Gran Canaria que derivó en la creación de Nueva Canarias en 2005– no parece desacertado admitir entre los dirigentes de CC cierta inteligencia política. Es la que les lleva, precisamente, a rechazar cualquier contacto con Vox. Y no solo por ser Vox un partido antiautonomista y reaccionario, sino porque su mera presencia –por primera vez ha entrado en el Parlamento canario con cuatro diputados–fragmenta el espacio de la derecha, debilita consensos, amenaza mayorías. Vox no solo es políticamente impresentable e irreconciliable: es un engorro y una molestia añadida en el espacio político isleño.