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La bolsa gana fuerza como fuente de financiación para las pymes

El BME Growth tiene el doble de empresas cotizando que hace cinco años y nunca habían coincidido tantas compañías preparándose para dar el salto

Joatham Grange y Antoni Gasch, consejero delegado y vicepresidente de ingeniería y operaciones de Enerside en el toque de campana en la Bolsa de Madrid.

Joatham Grange y Antoni Gasch, consejero delegado y vicepresidente de ingeniería y operaciones de Enerside en el toque de campana en la Bolsa de Madrid.

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Paula Clemente

"Hasta ahora nos hemos financiado fundamentalmente a partir de ampliaciones de capital privadas, pero la empresa está en un momento muy maduro y necesita realizar inversiones más relevantes". Tras 15 años de perfil bajo y de trabajo silencioso en varios proyectos internacionales, Enerside Energy, una empresa con un volumen de negocio de unos 10 millones de euros, salía hace unos días a cotizar a bolsa. Esta compañía que construye instalaciones solares fotovoltaicas para otras empresas, perseguía pasar a explotar sus propios parques, y para eso, tal como resumió su fundador, Joatham Grange, al anunciar sus intenciones, la bolsa de las pymes se postulaba como la opción más factible.

Fuera cual fuera su meta, la decisión evidencia que lejos quedan aquellos tiempos en que la bolsa era una opción solo contemplable para la gran empresa. A cierre de 2021, el BME Growth (antiguo Mercado Alternativo Bursatil –MAB-) tenía 127 compañías cotizando, casi el doble que cinco años atrás. De hecho, solo el año pasado se incorporaron una decena de pymes, la mejor marca de los últimos años, y en lo que llevamos de 2022 ya ha habido otros dos anuncios (junto al de Enerside, el de Vytrus Biotech) y una de las veteranas, Atrys Health, ha pasado al mercado continuo. 

"Hace ya un par de años que ha habido un cambio de actitud importante del mercado, y eso se ve en los números", afirma el director gerente de BME Growth, Jesús González Nieto. "Hay trayectorias que son ejemplares: compañías que en cinco años consiguen ampliar su capital hasta 14 veces, que compran otras compañías, que crecen mucho más rápido…", ejemplifica. "Esto es como un Wall Street en miniatura", sintetiza.

Su balance anual muestra efectivamente que crece la valoración conjunta de todas las "empresas en expansión" -sin contar sicavs y socimis- que cotizan en este mercado (5.000 millones de euros a diciembre del año pasado, un 61,8% más que en 2020) y que se dispara el dinero que captan hasta los 440 millones de euros, un 230% más que el año anterior y el mayor dato anual hasta la fecha.

Además, nunca antes el Entorno Pre-Mercado había estado tan concurrido. Hasta finales del año pasado había 18 empresas en esta especie de programa de preparación para salir a bolsa, de las cuales la mitad eran incorporaciones de 2021. 

Consecuencia de la crisis financiera

González Nieto atribuye este creciente interés a varios factores. El primero, la crisis financiera del 2008, que puso de manifiesto la importancia de diversificar fuentes de financiación e ir más allá de los préstamos bancarios. El segundo, que el mundo de la inversión empresarial ha madurado en general.

"El mundo del capital riesgo ha cambiado mucho y ha habido un impulso espectacular: todo tiene que ver", reflexiona este directivo, que explica que la diferencia entre cerrar una ronda de financiación o salir a bolsa radica tanto en el tamaño como en la diversificación. "En lugar de tener un accionista que tenga el 30, 40 o 60% de tu capital, vas a tener cientos de accionistas, que el más grande va a tener un 4%", defiende el director gerente del BME Growth. "Esta diversificación permite crear un plan a largo plazo para la compañía, que seguirá vinculada al grupo de fundadores", sostiene. 

Para el Manager de Start-ups de Acció, la agencia para la competitividad de la empresa de la Generalitat, Oriol Sans, que una empresa pequeña salga a bolsa es importante y positivo por varias razones. La principal es que da liquidez a los inversores. "Esto hace funcionar el motor del ecosistema: todo fondo lo que quiere es hacer líquida su inversión para devolver el dinero a los inversores o para volver a hacer operaciones", plantea este experto. A esto suma que para salir a bolsa hay que cumplir con una serie de requerimientos que aseguran el cumplimiento de una serie de formalismos. "Entendemos que la salida a bolsa es un sello de calidad", resume Sans.

El contra, para este responsable de Acció, es que el valor de la compañía deja de estar vinculado a lo que establezcan las rondas de inversión y pasa a depender de la cotización diaria, que igual de rápido que sube, baja.

Último recurso

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De hecho, el economista también miembro de Acció, Albert Torruella, advierte que en Estados Unidos hay un fenómeno similar en evidente auge que son las salidas a bolsa de las SPAC (empresas que se crean solo para captar dinero para comprar a otras empresas), que se multiplicaron por 5 aproximadamente entre 2019 y 2020 al otro lado del Atlántico. Sin embargo, este experto recurre a un artículo de Bloomberg para avisar que, de momento, esta estrategia no les está funcionando del todo bien: dos tercios de las compañías que fueron adquiridas por SPACs y que salieron a bolsa un año antes de la pandemia, están perdiendo valor. La mayoría, más de un 15%.

"Ojo, porque la bolsa también es un recurso de financiación cuando se han agotado otras vías", contrapone Torruella, que piensa sobre todo en compañías a quien el banco niega ya préstamos. "Por eso algunas empresas, al poco de salir caen estrepitosamente", remata. 

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