GIMNASIA ARTÍSTICA

Del abismo a la gloria olímpica, el viaje de la gimnasta Ana Pérez: "No podía ni caminar, nadie se acordaba de mí"

La atleta se rompió los dos tobillos en el mejor momento de su carrera, lo que le mantuvo apartada durante tres años y al borde de dejarlo todo: "Me vi con una mano delante y otra detrás"

Ana Pérez, gimnasta olímpica

Ana Pérez, gimnasta olímpica / Cuenta de Twitter @APerezPodium

Isabel Guillén

Isabel Guillén

"Es probable que no vuelvas a la gimnasia", fueron las palabras que escuchó Ana Pérez, gimnasta olímpica, tras romperse los dos tobillos en el mejor momento de su carrera. De eso han pasado ya cuatro años. Hasta entonces, su palmarés rebosaba triunfos: cuatro veces campeona de España y el honor de haber sido la única gimnasta del equipo español en estar en la final individual de los Juegos Olímpicos de Río en 2016.

El siguiente objetivo estaba claro: ir a por la medalla en Tokio. Entonces, en enero de 2021, siete meses antes de la gran cita, sufrió un accidente en un entrenamiento en el que se rompió ambos tobillos. "Los primeros meses todo era muy bonito, todo eran mensajes de ánimo, pero después, nadie se acordaba de Ana", confiesa.

El camino de la sevillana se llenó de piedras y la única salida era dejar el tapiz. El futuro incierto se mezcló con la presión de sus seguidores. "Me decían, ¿cuándo vas a volver? Y yo no podía ni caminar", cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. "Me vi con una mano atrás y otra delante y dije: 'Ana, búscate la vida'". Tres años, que se dicen pronto, en los que las dudas y la incertidumbre se apoderaron de ella y que acabaron con una operación nunca antes hecha a una gimnasta.

"Me planteé seriamente dejarlo, ¿cómo me iba a imaginar volver a unos Juegos?", explica la sevillana. Porque sí, la misma persona a la que le dijeron que no volvería a competir volvió a proclamarse campeona de España y será nuestra representante este verano en París. ¿Cómo? Ni ella misma sabría explicarlo, pero sí que podría resumirse en una sola palabra: resiliencia.

Su primer podio llegó con el brazo escayolado

La historia de Ana Pérez empezó con tan solo seis años, su hermano iba a gimnasia y un día fue a ver lo que él hacía. "Los vi dando vueltas en la barra y pensé 'yo quiero hacer eso'". Desde el primer momento su cabezonería y ganas de competir hicieron saltar las alarmas de sus entrenadores: Ana quería volar alto. "Yo quería competir si o si siempre, así que el primero podio que recuerdo es con el brazo escayolado. Quedé tercera y fue en barra de equilibrios, recuerdo perfectamente esa sensación de tener ganar de llorar cuando me dieron la medalla", cuenta.

Estas ganas de crecer en el deporte que le apasionaba la llevaron a salir de su ciudad con tan solo 16 años, cuando recibió una beca para ir al Centro de Alto de Rendimiento de Madrid. Allí se consolidó como una de las mejores gimnastas del panorama internacional, proclamándose campeona de España en 2015, 2017, 2018 y 2019. En los Juegos de Río aterrizó con apenas 18 años y fue la única española en hacerlo en solitario, aunque no obtuvo "el resultado que esperaba".

Sin embargo, sus actuaciones durante el ciclo olímpico previo a Tokio la llevaron a clasificarse sin problemas para esos Juegos, tanto en solitario como por equipos. Y es que la sevillana consiguió una medalla de plata en el Campeonato del Mundo de Budapest en 2021, dos quintos puestos en Campeonatos de Europa en categoría absoluta y un bronce en el Campeonato de Europa sub 23.

“Yo me sentía en mi mejor momento, madura gimnásticamente y dominando lo que hacía". Y entonces, se rompió. Y se inició en su vida un calvario que puso a prueba su resistencia física pero, sobre todo, psicológica.

"No podía ni caminar"

"Lo primero que pensé fue 'adiós a Tokio', pero conforme iba avanzando la lesión me planteé seriamente dejar la gimnasia porque llegó un punto en el que yo no podía ni caminar del dolor que sentía en el pie". En un principio, parecía que la dolencia era menor, pero la gravedad de la rotura en el pie izquierdo le obligó a pasar por quirófano. “Hay que operar, pero no te garantizo que vuelvas a hacer gimnasia”, le dijo el médico. A lo que ella respondió "pues no me opero".

Fueron tres meses "metida en la cama sin querer saber nada de nadie, después, me pusieron una bota ortopédica y empecé a caminar y a entrenar como podía. Yo sabía que era imposible llegar a Tokio, pero me agarraba a algo que me diese un poco de vida", recuerda la gimnasta.

Al ver que estaba lidiando con una guerra interna entre su cuerpo y su mente, Ana Pérez decidió ser realista y dejarlo todo: "Necesitaba tomarme un tiempo porque estaba muy mal psicológicamente". En septiembre, aun negada a someterse a una operación que la apartara para siempre del deporte que "le da la vida" volvió a intentar entrenar. "Me di cuenta de que era un querer y no poder. Lo estaba pasando super mal y dije 'se acabó, me opero y punto', la gimnasia es una etapa en mi vida, se va a acabar antes o después", explica.

Aunque la claridad con la que expresa esto último no quiere que ensombrezca que "me costó noches y noches con el 'run run' en la cabeza, ahora lo digo así, pero fueron muchos días de no querer salir de la cama. Era marzo de 2022, había pasado más de un año desde la lesión y yo no tenía expectativas de nada, pensé que podía ser el final. El problema es que era una operación que nunca se había hecho antes en la gimnasia y no sabían cómo iba a reaccionar mi cuerpo".

La burbuja de la gimnasia le "estalló en la cara"

Tras la intervención, la gimnasta se limitó a hacer su rehabilitación. Un factor que considera "clave", ya que no tener expectativas fue imprescindible para un éxito posterior que ni imaginó que pudiese llegar. "La recuperación fue mejor de lo que esperaba y claro, a la mínima me volvió a picar el gusanillo. Hablé con mi fisio y le dije 'creo que voy a volver, pero no voy a intentar volver a mundiales ni a europeos ni nada' simplemente quería intentarlo porque llevo toda la vida dedicada a esto y no quería que una lesión decidiera mi carrera". Seis meses después, en septiembre de 2023, Ana Pérez regresó a los entrenamientos. Parecía que todo volvía a ser lo mismo. La realidad es que todo había cambiado, pues en términos de madurez psicológica "era otra Ana".

Ana Pérez durante una competición

Ana Pérez durante una competición / Cuenta de Instagram @anita97perez

"Los deportistas de élite vivimos en una especie de burbuja. En el Centro de Alto Rendimiento entrenaba siete horas al día, esa era mi vida. No había más allá. Cuando me estalló esta burbuja en toda la cara fue como 'otras, ¿y ahora qué?' Porque un jugador de fútbol, por ejemplo, puede alargar su carrera casi a los 40, pero en gimnasia, normalmente, acabamos mucho antes y yo me encontré perdidísima. En ese momento me dije ‘búscate la vida porque de algo te tendrás que vivir’” explica la sevillana.

Fue entonces cuando se matriculó en Periodismo, en la Universidad Complutense. Porque, a diferencia de muchos otros, no quiere ser entrenadora ni dedicarse a la gimnasia cuando acabe su carrera deportiva. "Siempre he sido la Ana gimnasta, desde que tengo uso de razón, seguir en este mundo es el camino fácil, quiero retarme en otras cosas", asegura

La sexualización de las gimnastas y la presión externa

Cuando empezó a compartir su proceso en redes sociales, la gimnasta se encontró con la cruda realidad que se vive en el mundo de la gimnasia, en el que los cuerpos de las mujeres se sexualizan constantemente. "Hacía un directo y me decían: 'Enseña tus abdominales, queremos ver tus músculos'. Es muy fuerte, las personas se creen con el derecho de hablar del físico de los demás y es muy peligroso porque no sabes por lo que está pasando cada persona", cuenta Ana Pérez.

La conversación con la gimnasta está llena de anécdotas y aprendizajes que le han enseñado estos años tan duros. “Aprendí a tomármelo todo de otra manera, sentía mucha presión porque la gente me decía 'seguro que vuelves' y yo no les podía asegurar nada. Ahí me dije ‘haces gimnasia por ti, no por nadie más’ y no miraba ni las puntuaciones de mis rivales ni nada, mi única intención era volver al tapiz", explica.

Campeona de España y a París 2024

Su última competición había sido en diciembre de 2020 y en enero de 2023 volvió a competir. Un regreso al tapiz en el que la alegría se mezcló con el miedo y la inseguridad: "Yo estaba hecha un flan, no quería que nadie me hablara porque solo quería llorar. Pensaba 'yo no sé si me acuerdo de competir'". Y vaya que si se acordaba: se proclamó campeona de España en all-around por quinta vez en su carrera y logró la medalla de plata en barra en la Copa del Mundo de Tel Aviv 2023.

Un colofón que culminó en el Mundial de Amberes cuando obtuvo la plaza olímpica. "Creo que lo que me ha beneficiado esta temporada frente a mis compañeras ha sido la veteranía y no tener expectativas. Al final te das cuenta de que estos tres años tan malos me han enseñado muchísimo, yo no esperaba ni de lejos estar a este nivel. Si me dicen que iba a estar en los Juegos ni me lo creo. En mi cabeza me decía 'bueno compito y ya vemos'", explica.

Ana Pérez tras conseguir la clasificación para los Juegos de París 2024

Ana Pérez tras conseguir la clasificación para los Juegos de París 2024 / Cuenta de Instagram @anita97perez

Quedan cuatro meses para París y ya sabe que "voy a llorar muchísimo". Al igual que es consciente de que "las medallas olímpicas están muy caras", aunque su sueño es poder disfrutar de una final. Han pasado ocho años desde que disfrutó de sus primeros Juegos Olímpicos, pero sobre todo, como ella recalca, han pasado muchas noches en vela preguntándose "¿Por qué a mí?".

Unas horas muertas que le ayudaron a entender lo que a muchos deportistas de élite les cuesta asimilar: hay vida más allá de la alta competición. Ahora es muy consciente de ello y regresa tras unos años en los que lo psicológico superó a lo físico y en los que tuvo que lidiar día tras día con los demonios de su mente.

Dice ser consciente de "no tener 18 años" y a sus 26, no cree que llegué a Los Ángeles 2028. Aunque, entre risas, reconoce que también aseguró que no llegaría a París. Y aquí está. Esto también lo ha aprendido de la adversidad: "Mejor no digo nada, que luego me como mis palabras".

Estamos cansados de oír esa vieja premisa de 'hace más el que quiere que el que puede', pero es que hay veces que no es necesario encontrar un nuevo refrán cuando el más antiguo es el que más útil sigue siendo. Ana Pérez es un ejemplo de ello, porque la que será, contra todo pronóstico, la representante de España en los próximos Juegos Olímpicos de París, supo encontrar fuerzas donde el resto del mundo solo veía límites.