Crítica de 'Pequeñas cartas indiscretas': duelo de actrices

Una mujer moderna y una mujer devota y moralista. Una mujer que vive la vida al día, disfrutando de sus placeres aunque sea de condición social precaria, y otra, ya entrada en años, que aún está sometida a los designios de sus estrictos padres y no disfruta de nada salvo del cotilleo y el hecho de juzgar a los demás sin intentar comprenderlos. O, resumiendo, Jessie Buckley contra Olivia Colman, las actrices que interpretan respectivamente a estos dos personajes. Si hay filmes que se basan esencialmente en el choque actoral, muy por encima de tramas, personajes y estilo de realización, Pequeñas cartas indiscretas es uno de ellos.

El problema es que a medida que avanza, la película se reduce a ese juego interpretativo. Las dos están muy bien. De Colman lo sabemos casi todo dada su versatilidad. Buckley es menos conocida, pero borda su personaje, representación del libre albedrío frente al conservadurismo de la mojigata sociedad descrita en el relato, en una localidad costera en los años 20 del siglo pasado. Pero cuando las interpretaciones son mejores que los personajes, cuando estos están descritos con trazo demasiado grueso y abundan los clichés, el juguete se avería. La mejor prueba es la composición exagerada de otro gran actor, Timothy Spall, en el papel del padre de Colman.