Crítica de 'Puan': risas como forma de activismo

Si filosofar es prepararse para la muerte -eso dicen-, entonces tiene sentido que Puan arranque con el fallecimiento del titular de la cátedra de Filosofía Política de la Universidad de Buenos Aires. Lo que viene después es la rivalidad entre dos profesores del centro -uno, apasionado y brillante pero torpe y algo obsoleto; el otro, pedante y seductor pero también brillante- por hacerse con el puesto y, más concretamente, la crisis existencial de un individuo que quizá refleje la de toda Argentina.

Mientras contempla a ese hombre, la primera película dirigida a dúo por María Alchés y Benjamín Naishtat se muestra a la vez densa pero liviana y tan intelectual como mundana. Avanza encadenando referencias a Heidegger, Heráclito, Rousseau, Hobbes y Spinoza, y usa principios filosóficos como base de su propia construcción narrativa; al mismo tiempo, utiliza hábilmente diferentes formas de comedia -el slapstick, el enredo, el costumbrismo, la escatología- como vehículo a bordo del que proponer reflexiones sobre la pérdida de ideales, la importancia de la educación pública y las consecuencias del neoliberalismo.

Su peripecia argumental culmina en otra forma de óbito, un colapso institucional dolorosamente cercano a la realidad impuesta por Javier Milei, pero eso no le impide concluir con una nota de optimismo, reivindicando la dignidad de la derrota y los efectos balsámicos del activismo para la sociedad y para el espíritu humano.