CRÍTICA DE ARTE

Pirotecnia pre-ARCO

Con Tàpies como primera parada, un recorrido por cuatro exposiciones de la capital (y aledaños) que calientan el ambiente en la antesala de la gran feria de arte contemporáneo

Vista de la exposición de Teresa Solar Abboud 'Pájaro sueño de máquina'.

Vista de la exposición de Teresa Solar Abboud 'Pájaro sueño de máquina'. / Sue Ponce - CA2M

Llega ARCO y en el mundillo del arte se saca el traje de los domingos. La visibilidad (concepto escurridizo) es un bien muy preciado y hay que sacar músculo delante de los visitantes llegados desde las provincias más alejadas del imperio. En el Reina Sofía, buque insignia de nuestras instituciones, se solapa la clausura de Picasso 1906. La gran transformación (el aniversario se nos está engollipando) con la inauguración de La práctica del arte, la ambiciosa retrospectiva que el museo dedica a Antoni Tàpies (Barcelona, 1923-2012). Comisariada por Manuel Borja-Villel, la muestra arranca con algunos trabajos de juventud, de inspiración simbolista y surrealista, y avanza por las distintas etapas de sus investigaciones materiales, los azares de su carrera expositiva y sus compromisos políticos hasta llegar a los trabajos de comienzos de este siglo, cargados de dramatismo crepuscular.

La práctica del arte (el título, leo, es de la primera recopilación de escritos del artista) no solo nos ofrece una extraordinaria selección de obras, sino que nos permite comprender, mediante un recorrido cronológico y temático, el desarrollo de las preocupaciones de Tàpies, la conexión entre las distintas etapas de experimentación y las causas extra artísticas que espolearon algunas de sus decisiones plásticas. Las carreras en el arte no suelen desarrollarse unidireccionalmente, por mucho que esto facilitase la edición de los catálogos razonados. Fíjense: a mitad de los 60, Tàpies estará pintando tres cuadros colosales para participar en la documenta III de Kassel (los comisarios le animaron a trabajar en formatos grandes) y una serie de papelitos (Teresa) que alternan composiciones minimalistas, viñetas escatológicas, collages y dibujos de genitales. Entre las muchas virtudes de esta exposición (un itinerario elocuente, la contenida instalación de vitrinas con documentación o la generosa reunión de obras que no son fáciles de ver), quisiera subrayar esta. Eso sí, vayan con tiempo: son quince salas.

Vista de la exposición de Tàpies, con su obra '7 de noviembre' (1971) presidiendo la sala que alberga su trabajo más político.

Vista de la exposición de Tàpies, con su obra '7 de noviembre' (1971) presidiendo la sala que alberga su trabajo más político. / ARCHIVO FOTOGRÁFICO DEL MUSEO REINA SOFÍA

Siguiendo con los nombres de relumbrón, en el Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M) acaba de inaugurarse una monumental exposición de Teresa Solar Abboud (Madrid, 1985). La artista, miembro del escueto club de españoles con proyección internacional (ha participado en el pabellón principal de la Bienal de Venecia y en la de Liverpool), presenta el primero de tres capítulos, que se sucederán en el MACBA y en la Fundación Sandretto. Pájaro sueño de máquina, comisariada por Tania Pardo (nombrada recientemente directora del Centro) y Claudia Segura Campins, se distribuye por dos salas enmoquetadas donde se presentan dos cuerpos de obras: unas, llamadas Tuneladoras (una cáscara de barro de la que brotan algo parecido a las hélices de un barco); otras, unas piezas naranjas, híbrido de hueso y kayak. Puede que estas descripciones les resulten familiares: habrán podido ver trabajos similares en la galería Joan Prats, en la exposición Futuros abundantes: obras de la colección TBA21 del Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A) o en la mencionada Bienal de Liverpool, entre otras tantas.

Reuniéndolas, agrandándolas y empaquetándolas en una cuidada escenografía, Solar Abboud nos ofrece un ejemplo elocuente de las maravillas que consigue una producción bien costeada: unos acabados impecables y unos degradados de calidad industrial. Me temo que nada más.

A comienzos de febrero se inauguró en La Casa Encendida la última edición de Generaciones, un premio que trata de condensar lo mejorcito de la escena emergente en una exposición colectiva sin ton ni son. Lejos de mi intención criticar cualquier iniciativa que inyecte capital en las maltrechas cuentas corrientes de los artistas, pero el formato amenaza ruina. No entraré en enjuiciar las obras de los participantes en esta edición: más bien, la pertinencia de este modelo de exposición, en la que las obras se agolpan y se agreden bajo un paraguas difuso lleno de vaguedades retóricas. La cartela de bienvenida dice: "Los artistas muestran proyectos de una gran diversidad en los que abordan muchos de los principales debates políticos a los que se enfrentan las sociedades occidentales contemporáneas. Sus obras son el resultado de una reflexión personal sobre temas relacionados con las identidades y las formaciones identitarias". La parte contratante de la primera parte será considerada… Qué manera de arrastrar los pies.

Display de parte de las fotografías de Juan Uslé en su exposición de 1 Mira Madrid.

Display de parte de las fotografías de Juan Uslé en su exposición de 1 Mira Madrid. / Cedida

En la galería 1 Mira Madrid, Juan Uslé (Santander, 1954) expone una colección de fotografías, ordenadas por querencias formales y cromáticas. Uslé, que posee un extenso archivo fotográfico, viene explorando este tipo de planteamientos en los últimos años: en 2021 expuso Línea Dolca en la misma galería. De luz y sangre, la que ahora nos ocupa, es una versión reducida de lo que pudo verse en la Sala Verónicas de Murcia y en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS). Sobre la muestra gravita un airecillo warburgtiano, como de atlas. Aunque las referencias intratextuales o temáticas de imágenes tomadas de cuadros renacentistas o barrocos sean sugerentemente efectivas, debemos reconocer que no es un ejercicio riesgoso: eso funciona siempre. Afortunadamente, este encadenamiento de grandes maestros se ve interrumpido por fotos casuales, que emparentan las llagas de Cristo con la dermatitis de un señor que viaja en el metro o el brocado de las faldas de una infanta con una rejilla de ventilación o la trama de un pavimento adoquinado. La exposición se completa con la interrelación de algunas de estas imágenes fotográficas con la consabida pintura, minuciosa y reiterativa de Uslé, conformando unas piezas híbridas de una plasticidad muy atractiva.