ARTE

Marina Vargas y las máscaras de lo femenino

En 'Anonymous was a woman', su nueva exposición en la galería Fernando Padilla, la artista trata de dar significados diferentes a las representaciones tradicionales asociadas a la mujer

La artista Marina Vargas, fotografiada en Madrid.

La artista Marina Vargas, fotografiada en Madrid. / ALBA VIGARAY

Carmela García Prieto

Carmela García Prieto

Marina Vargas volvía el pasado 8 de febrero a las galerías presentando su exposición Anonymous was a woman, la célebre frase con la que Virginia Woolf reivindicó la identidad de tantas mujeres en la literatura. En esta muestra, comisariada por Semíramis González, Marina ha reformulado muchos conceptos hoy más relevantes que nunca, plasmados a través de una visión, un relato y una estética tan potentes que es imposible no encontrar en ellos una llamada al sentido. En la exposición, que se puede visitar hasta el 16 de marzo en la galería Fernando Padilla, el espectador atraviesa una historia magistralmente contada en tres actos.

En la entrada de la galería, dos cabezas sobre cuerpos de serpiente entrelazados señalan el arranque de la visita, obligando a girar en círculos para verlas con detalle. "El tener que dar vueltas invoca la sensación de estar entrando en un ritual". Estas cabezas estuvieron en su cocina muchos años, hasta que dotaron de todo el sentido inaugural a la exposición. "Lo femenino en Occidente está vinculado a la culpabilidad, pero en Oriente la serpiente es curativa y es transformadora", explica.

Para ella, dibujar es escribir, "hay piezas que tienen hasta mil dibujos, en los que yo establezco un diálogo interno". Su interés por el simbolismo viene de muy atrás, "durante toda mi trayectoria me ha interesado mucho la mitología del inconsciente colectivo. Culturalmente cuestiono mucho las imágenes que heredamos".

Su relación con lo femenino, su concepción del género y la idea de la desaparición de este han sido ejes centrales de su producción artística. Cuenta que "como paciente de cáncer he vivido muchas transformaciones físicas. Me he cuestionado si el género no es una construcción cultural también. Quería referirme a lo femenino como subversivo, darle esos arquetipos de potencia contrarios a lo que hemos heredado".

Se acabó

La pieza que comunica esta primera sala de la imagen como relato, con la segunda, la de la máscara como protesta, se compone de las manos que deletrean con lengua de signos “se acabó”, el hashtag de la polémica en torno a Luis Rubiales y Jenny Hermoso. Esa movilización, unida a la apertura de un nuevo departamento en el Ministerio de Cultura para violencias machistas dentro del cine y las artes visuales, significan para la artista "la entrada a una nueva era". Convencida de la trascendencia del relato, se reafirma como parte de algo más grande: "ha habido muchas mujeres que han dado esos pasos al frente para que se escriban estas letras". Vargas, busca convertirse en eslabón de ese cambio: "esa piedrecita que está en medio, ese espacio en blanco para que se escriba la próxima palabra".

En la última sacudida de esta historia esperan doce máscaras formando un espacio simbólico donde se abordan temas como la sanación, la fertilidad, la clarividencia y el perdón, en el que la intervención de Marina impregna de significado la representación visual. "Elegí estas máscaras no por su forma, sino por su acción".

Marina Vargas, rodeada de sus máscaras en la galería Fernando Padilla.

Marina Vargas, rodeada de sus máscaras en la galería Fernando Padilla. / ALBA VIGARAY

Con La Tribu alude al ritual de enmascaramiento para compartir secretos, conectando su experiencia personal con la colectiva. La relación entre las máscaras y las historias anónimas resalta la importancia de no separar el objeto del relato, centrada en la visibilización de casos reales. Cada máscara va acompañada de un relato, que la activa, la dota de significado. "Tengo un ritual interno con cada anónima porque las he recibido en mi estudio. Las he escuchado e intentado acompañarlas".

Ella, que siente que ha perdido su derecho al anonimato tras una denuncia pública de abuso de poder en 2018, ha sabido trasladar esa capa adicional de complejidad. "Te das cuenta de que no denuncias a una persona, sino a una red entera. Para mí el mundo del arte se ha dividido, porque no posicionarse, es posicionarse. Ya no soy una persona que tenga solo un producto estético que mostrar".

Su exposición se convierte en un acto de resistencia al mostrar la vulnerabilidad y la lucha, enfrentándose a las consecuencias de ser una figura pública, sin que decaiga su deseo de seguir creando. "El arte es una de las herramientas más poderosas de sanación, de revelar secretos, de transformar y limar las realidades. Nadie tiene el poder de cambiar el mundo, pero sí nuestro entorno más cercano".

Marina no se conforma con las narrativas tradicionales de fortaleza, sino que aboga por exponer las vulnerabilidades, quiere "romper esa vinculación entre el empoderamiento y la palabra víctima, porque van enlazadas de una manera que nos invisibiliza en situaciones difíciles", para desafiar las expectativas del mercado del arte, abriendo por fin espacio para la autenticidad y la conexión emocional. "Necesitaba meter esta temática dentro de la galería, dentro de la estructura de poder, porque es cuando tocamos las teclas del mercado cuando todo se mueve". Y, sin duda, la acogida que vivió en su inauguración le ha devuelto toda la energía invertida: "Tenía miedo a las consecuencias, me he quedado sorprendida del apoyo".

En medio de todo el entramado político-social tras el mundo del arte, resalta la importancia de la belleza, de la mitología y del gusto formal para que sus obras trasciendan la convencional categoría de arte político: "Si está bien hecha no está buscando la provocación, el mensaje está para todo el mundo. Creo en el poder de la imagen bien utilizado".

Ante la lógica pregunta sobre su propia máscara, la que porta ahora, tiene clara su intención: "Irónicamente, me he dado cuenta de que en el mundo del arte hay que estar enmascarada. Ahora que sabéis lo que hay detrás, ahora me la pongo para que miréis mi máscara. A partir de aquí voy a mostrar lo que yo quiera, porque ya me conocéis".

En el horizonte, le espera la exposición New Worlds en Washington, de la que es la única artista española seleccionada. Y después, otra en el Thyssen, también con Semíramis sobre la mitología y lo histórico, que vinculará obras de la colección con las suyas propias.